Cipriano fue un mago pagano de Antioquía que tenía tratos con demonios.
Un joven llamado Aglaide, recurrió a CIPRIANO el mago, para que doblegara a aquella mujer que tan rebelde se mostraba a sus deseos; el cual aplico al efecto todos sus hechizos y encantamientos, invocando a los espíritus para que le ayudasen en su empresa.
Todo sin embargo resulta inútil, Justina resiste a toda clase de sortilegios, porque se hallaba bajo intercesión de la VIRGEN y auxiliada por la divina gracia de JESUCRISTO, teniendo además la CRUZ de san Bartolomé, la cual por si sola tiene poder contra toda clase de maleficios y encantamientos.
Lleno CIPRIANO el mago, de furor al verse vencido por una tan delicada criatura, se levantó contra Lucifer, y le dijo:
.- En que consiste, OH genio del averno, que todo mi poder se vea humillado por una tan débil mujer? No puedes tú tampoco con tanto dominio como posees someterla a mis mandatos? Dime luego, Que talismán o amuleto la protege que le da fuerzas para vencerme a mí y hacer inútiles todos mis sortilegios?
Entonces lucifer obligado por orden divina le respondió:
.- El señor de los cristianos es señor de todo lo creado, y yo, a pesar de todo mi dominio, estoy sujeto a sus mandatos, no pudiendo atentar contra quien haga uso del signo de la CRUZ, De esta se vale JUSTINA para evitar mis tentaciones.
Entonces CIPRIANO molesto, dice,.-Pues siendo esto así, desde ahora mismo reniego de ti y me hago discípulo de Cristo.
Cipriano hizo él mismo la señal de la cruz y de esta manera se vio liberado de los duros trabajos de Satán.
+Lucifer+, con quien había negociado en pacto el aprender las ciencias ocultas le exigía no solo su alma, sino tiempo y dedicación completa al estudio de la magia. Es así como al convertirse, volcó todo su conocimiento en contrarrestar estas artes.
Fue recibido en la iglesia, alcanzó preeminencia y se convirtió sucesivamente en diácono, sacerdote, y finalmente obispo, mientras que Justina se convirtió en la cabeza de un convento.
Durante la persecución de Diocleciano, ambos fueron capturados y llevados a Damasco donde fueron torturados. Como su fe no disminuyó, fueron llevados ante Diocleciano en Nicomedia, donde por orden suya fueron decapitados a orillas del río Galo.
Oraciones
La Oración Contra las artimañas del Diablo
Oh, Señor mío, Jesucristo, Hijo de Dios, quien abatió a la serpiente antigua sujetándola con las cadenas de la oscuridad infernal, protéjeme de sus artimañas. Por medio de las oraciones de la Purísima Reina nuestra Madre de Dios y Virgen eterna María, del Santo Arcángel Miguel y de todos los Poderes Celestiales, del Profeta San Juan Bautista, del Evangelista San Juan Crisostomo, del Santo mártir Cipriano y de la mártir Justina, de San Nicolás y de San Francisco, y de todos los Santos, por medio del poder de La Cruz vivificadora y con la protección del Angel Guardián, líbrame de los espíritus malignos, de la gente insidiosa de la brujería, de la maldición y del maleficio, y de todas las calumnias del enemigo de los hombres.
Con Tu fuerza omnipotente presérvame del mal para que iluminado por Tu luz, pueda llegar sin contratiempos al puerto seguro del Reino del Cielo y estando allí, agradecer eternamente a Ti, mi Salvador junto con Tu Padre eterno y con Tu Espíritu Santo vivificador.
Amén.
II. Pero aun cuando estuvieras seguro de llegar a extrema vejez, no seria ello razón para diferir hasta entonces tu conversión. En efecto, el cuerpo debilitado por la edad y la enfermedad no buscará sino el descanso, los malos hábitos se habrán convertido en segunda naturaleza; acaso Dios retire las gracias que hoy menosprecias. Sin duda que el perdón está prometido al que se arrepiente; ¿pero pretenderás hacer entonces penitencia?
III. Esperas para convertirte el momento de tu muerte: pero ¿quién te ha dicho que no morirás de muerte repentina e imprevista? ¿Quién te ha asegurado que conservarás el uso de tu razón? Suponte que goces en ese supremo momento del pleno uso de tus facultades, ¿qué clase de penitencia es la que consiste en dejar el pecado cuando ya no se lo puede cometer? Imita a aquel cortesano que, después de haber leído la vida de San Antonio, dijo a uno de sus amigos: «Voy a servir a Dios; ahora mismo comienzo y en este lugar; si no quieres imitarme, por lo menos no te opongas a mi resolución».
Oración sacerdotal para una vivienda atacada por los espíritus malignos
Dios mío, mi Salvador, Hijo de Dios viviente, llevado por los querubines, que supera todo principio, todo poder y fuerza, todo gobierno! Eres grande y temible para todos los que Te rodean, Tu eres Aquel, quien con Su poderío extendió el cielo como un techo, creó la tierra y gobierna sabiamente a todo el universo. Tu mueves la tierra de su lugar, si le hablas al Sol, no amanecerá y a las estrellas les limitas su brillo (Job 9:7). Tu le haces prohibiciones al mar y puedes secarlo. Tus rocas se rompen y tiemblan las autoridades y los gobernantes. Has derrumbado los portones de bronce y has roto las cadenas de hierro.
Has atado al fuerte y le has sustraído los recipientes. Con Tu Cruz has destituido al torturador y con el anzuelo de Tu transformación en el hombre has pescado a la serpiente, atándola y encerrándola en la oscuridad del infierno.
Tu eres, Dios, un muro fuerte para todos los que se apoyan en Ti, haz que se retiren, que desaparezcan corriendo todas las artimañas diabólicas, intrigas del Satanás, todas las calumnias del enemigo. Y aleja de esta casa a todos los espíritus opresores y atormentadores, también a los que rondan esta vivienda. Protege a todos los que evocan Tu Nombre Santo y a los que llevan una señal temible para los demonios: la señal de Tu Cruz. Porque Tu fuiste, oh, Dios, quien había ahuyentado una legión de demonios y al sordomudo liberaste del yugo del demonio, exigiéndole que no vuelva a el nunca más. Has destruido el ejercito de nuestros enemigos invisibles y a los fieles y a los que te buscan has hecho más sabios, diciéndoles: «Les entrego el poder de pisar a las serpientes, y a los escorpiones y a todas las fuerzas enemigas sin que algo los pudiera dañar» (Luc. 10:19). Cuídanos, oh, Señor, a todos los que viven en esta casa, de cualquier daño o tentación, de los horrores de la noche, de la flecha que vuela de día, de la ulcera que viene de las tinieblas, del contagio que arrasa al mediodía. Para que todos Tus esclavos y esclavas y niños, alegres a causa de Tu ayuda y asistidos por el ejercito de los ángeles, Te canten todos juntos: «Si Dios es mi ayuda, no voy a temer, porque ¿que es lo que me puede hacer un hombre?» Y otra más: «No tendré miedo del mal, porque Tu estás conmigo.» Porque Tu, oh Dios, eres mi consolidación. Tu eres el Amo fuerte, Príncipe del mundo, el Padre de los siglos futuros. Tu Reino es el Reino eterno. Y Te cantamos gloria con Tu Padre eterno y tu Espíritu Santo, hoy y para siempre, y por siglos de los siglos, amén.

