“Te rogamos, Señor, que nos concedas a nosotros tus siervos, gozar de perpetua salud de alma y cuerpo y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada Virgen María, seamos librados de las tristezas presente, y disfrutemos de la eterna alegría.
Por Cristo Nuestro Señor”
Amén.
Al principio las invocaciones se hacían únicamente a Dios, alrededor del año 500 d.C. se fueron introduciendo invocaciones a los Santos y, sobre todo, a la Virgen.
Son una serie de oraciones dialogadas entre los ministros del culto y el pueblo fiel, destinadas a implorar la misericordia divina.
Se rezan durante la Santa misa y en las procesiones.
