El pecado original lo constituyeron la insatisfacción y el consiguiente deseo desordenado. Lo teníamos “casi” todo pero no era suficiente, queríamos lo que faltaba.
La psicología, “enseña” que la raíz de toda la falta de libertad está en la sistemática represión del deseo, que es propia de la moral cristiana, así pues, la negación del deseo es “enemiga” de la vida y un riesgo desde el punto de vista antropológico, porque lo que se prohíbe es algo irrenunciable, y a lo que se “renuncia” es a la mismísima vida.
“Os aseguro, que todas cuantas cosas pidiereis en la oración, tened fe de conseguirlas, y se os concederán.” Mc 11, 24 ;” Y ésta es la confianza que tenemos en Él, que cualquier cosa que le pidiéremos conforme a su divina voluntad, nos la otorga” 1 Jn 5, 14.
El décimo mandamiento es el único que nos obliga a vigilar nuestra mente, todos los demás son contra las acciones que podemos ejercer, como adorar falsos dioses, jurar en vano o idolatrar el perro o el carro, tanto como robar y matar, pero en el décimo mandamiento se encierra el detonante que te hará cometer esos pecados de acción, por eso es importante vigilar nuestra mente, porque no solo se peca por acción sino por la omisión de voluntad, para dirigir nuestros pensamientos hacia el bien.
« No codiciarás la casa de tu prójimo; ni desearás su mujer, ni esclavo, ni esclava, ni buey, ni asno, ni cosa alguna de las que le pertenecen.» (Ex. 20, 17).
10) No codiciarás los Bienes ajenos
El décimo mandamiento prohíbe hasta los sentimientos codiciosos de poseer los bienes ajenos por medios injustos e ilegales. Se extiende a contener nuestros inagotables deseos de poseer los bienes terrenos y caducos, para que los dirijamos a poseer los celestiales y eternos. Nos mandan practicar la virtud de la justicia y también apartar nuestra avarienta afición de lo que no nos pertenece por derecho y por justicia (Pbro. D. Eulogio Horcajo Monte de Oria, «El Cristiano Instruido en su Ley», Madrid, 1891, pp. 217-218).
El cristiano puede estar contento aún en el estado de pobreza, si considera que la mayor felicidad es la conciencia pura y tranquila, que nuestra verdadera patria es el Cielo, que Jesucristo se hizo pobre por nuestro amor y ha prometido un premio especial a los que sufren con resignación la pobreza (Catecismo Mayor de San Pío X, Ed. Magisterio Español, Vitoria, 1973, p. 64).
El mundo impele al individuo hacia una autorrealización cada vez más intensa. No permite conformarse con los límites establecidos por una situación dada de Matrimonio, Familia, Posición social, Género, etc. Se inculca que se pueden y deben forzar los límites, a fin de que puedan “explorarse” otros aspectos.
Jesús indica que no son principalmente las malas acciones las que pervierten al hombre sino que Previamente se dan los ocultos deseos desordenados: “Porque del interior del corazón del hombre es de donde proceden los malos pensamientos”. Mar 7,21.
«Porque raíz de todos los males es la avaricia, de la cual arrastrados algunos, se desviaron de la fe, y se sujetaron ellos mismos a muchas penas y aflicciones». 1Ti 6:10
» Pero tú, ¡oh varón de Dios!, huye de estas cosas, y sigue en todo la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la mansedumbre.
Pelea valerosamente por la fe, y victorioso arrebata y asegura bien la vida eterna, para la cual fuiste llamado, y diste un buen testimonio, confesando la fe delante de muchos testigos». 1Ti 6:12
¡Ayúdanos a aspirar con santo anhelo a alcanzar lo que se halla allí donde tú habitas, ¡oh Dios, Señor y Salvador!!!!!!

