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Virgen de Covadonga

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Gobernaba el norte peninsular desde Gijón un bereber llamado Munuza, cuya autoridad fue desafiada por los dirigentes astures que, reunidos en Cangas de Onís en 718 encabezados por Pelayo, decidieron rebelarse negándose a pagar impuestos exigidos, el jaray y el yizia.

Tras algunas acciones de castigo a cargo de tropas árabes locales, Munuza solicitó la intervención de refuerzos desde Córdoba. Aunque se restó importancia a lo que estaba sucediendo en el extremo ibérico, el valí Ambasa envió al mando de Al Qama un cuerpo expedicionario sarraceno que probablemente en ningún caso alcanzaría la cifra de 180.000 hombres dada por las crónicas cristianas.

Don Pelayo, bendecido en la propia Cueva por la Santísima Virgen, alzando la Santa Cruz de madera, renegó a viva voz del traidor obispo Don Oppas, que intentaba persuadir a los asturianos a defenderse del Califato de Damasco, lanzó una piedra a la cabeza del infame obispo, causándole la inmediata muerte. Ángeles y Arcángeles se unieron a las huestes de Pelayo, reforzadas también por las tropas del conde Don Pedro de Cantabria, y comenzaron a lanzar piedras, lanzas y flechas desde las alturas de Covadonga causando el terror y la muerte entre los sarracenos. En el desorden creado, las tropas cristianas descendieron por los valles colindantes persiguiendo durante días a los invasores, hasta lograr su total expulsión. La victoria cristiana fue total, y allí mismo, bajo la Santa Cueva, y con la Santa Cruz de la Victoria en la mano derecha, Don Pelayo fue proclamado Rey de España en Asturias, iniciándose de este glorioso modo y en ese preciso momento, la Reconquista de la España Cristiana y la «Restitutio» de la Monarquía Católica, nacida en Toledo durante el reinado de Recaredo en el año 589. O con san Pablo que evangelizó Hispania en uno de sus viajes.
En cuanto a las fuerzas de Pelayo, la historiografía reciente las cuantifica en poco más de 300 combatientes. Con ellas esperó a los musulmanes en un lugar estratégico, como el angosto valle de Cangas de los Picos de Europa cuyo fondo cierra el monte Auseva, donde un atacante ordenado no dispone de espacio para maniobrar y pierde la eficacia que el número y la organización podrían otorgarle. Allí, en el año 722, se produjo el enfrentamiento, las tropas sarracenas fueron diezmadas, obligando a Munuza a escapar de Gijón, donde se hallaba en ese momento.

No logró huir el gobernador musulmán dado que él y sus tropas encontraron la muerte. Un centenar de hombres, mandados por Pelayo, habían ocupado la célebre cueva de Covadonga, atacando desde allí a las  tropas moras. Al Qama halló la muerte en este lance, mientras que sus fuerzas sufrieron grandes pérdidas en su desordenada huida, al caer sobre ellos una ladera, atribuido a la acción de la virgen de Covadonga. Que envió a los Angeles en ayuda de los Cristianos.

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De #bottegadivina

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