Examen de conciencia particular, debemos diariamente, solamente analizar uno de nuestros defectos y hacer todo lo posible para corregirlo, según el consejo del P. Alonso Rodríguez SJ:
«Traer recato en la vista, no mirando personas ni cosas que puedan ser incentivo de tentación.
No decir ni oír palabras que toquen a esta materia, o que puedan despertar movimientos o pensamientos malos, ni leer cosas semejantes.
No dar lugar a ningún pensamiento que toque a esto, aunque sea muy de lejos, desechándolos con mucha diligencia y presteza luego al principio.
Guardar consigo mismo mucha decencia y honestidad en no mirarse, descubrirse o tocarse, fuera de lo precisamente necesario.
Mucha vigilancia con ciertas amistades particulares. Y con personas ocasionadas y con quien se siente un mal afecto e inclinación, andar con mucho recato, huyendo buenamente de su trato y conversación, que suele ser único remedio en estas cosas.
No murmurar ni decir falta alguna de otro, aunque sea ligera y pública, ni deshacer sus cosas, ni dar muestra alguna de desestima de él, ni en presencia ni en ausencia, sino procurar que de mi boca todos sean buenos, honrados y estimados.
Nunca decir a otro: «Fulano dijo esto de ti», siendo cosa de que puede recibir algún disgusto, por pequeño que sea, porque es sembrar discordias y cizaña entre los hermanos.
No decir palabras picantes, ni que provoquen disgusto, ásperas o impacientes. No porfiar ni contradecir, ni reprender a otro sin tener cargo de ello.
Tratar a todos con amor y caridad, y mostrarlo en las obras procurando acudirles, ayudarles y darles contento en cuanto pudiera; y especialmente cuando uno tiene oficio de acudir a otros, ha de procurar mucho esto, y suplir con el buen modo y con las buenas respuestas y palabras lo que no pudiere con la obra.
Evitar cualquier aversión, y mucho más el mostrarla, como sería dejar por algún disgusto de hablar a otro y de acudirle en algo pudiendo, o dar significación alguna de estar quejoso de él.
No ser singular con ninguno en el trato, evitando familiaridades y amistades particulares que ofenden.
No juzgar a nadie, antes procurar de excusar sus faltas consigo y con otros, teniendo mucha estima de todos.
La paciencia:
No dar ninguna señal exterior de impaciencia; por el contrario, manifestar mucha paz en palabras y obras y en el semblante del rostro, reprimiendo todos los movimientos y afectos contrarios.
No permitir que entre en tu corazón perturbación alguna, o sentimiento, o indignación o tristeza; y mucho menos deseo de ninguna clase de venganza, aunque sea muy liviana.
Tomar todas las cosas y ocasiones que se me ofrecieren como enviadas de la mano de Dios para mi bien y provecho, de cualquier manera y por cualquier medio o vía que vengan.
La humildad:
No decir palabras que puedan redundar en mi alabanza y estima.
No holgarme cuando otro me alaba y dice bien de mí, antes tomar de eso ocasión para humillarme y confundirme más, viendo que no soy tal, como los otros piensan. A la vez, alegrarme cuando alaben a terceros. Y si me entristezco cuando alaban a otros o siento algún movimiento de envidia, apuntarlo por falta y también cuando sienta complacencia o contentamiento vano de que dicen bien de mí.
No hacer cosa alguna por respetos humanos, ni por ser visto y estimado de los hombres, sino puramente por Dios.
No excusarme y mucho menos echar la culpa a otro, ni exterior ni interiormente.
Cortar y cercenar luego los pensamientos vanos, altivos y soberbios que me viniere, de cosas que toquen a mi honra y estima.
Tenerlos a todos por superiores, no solo ”en teoría”, sino también en la práctica y en el ejercicio, mirando a todos con aquella humildad y respecto como si me fueran superiores.
«La conformidad con la voluntad de Dios»:
Tomar todas las cosas y ocasiones que se ofrecieren, sean grandes o pequeñas, por cualquiera vía y de cualquiera manera que vengan, como venidas de la mano de Dios, que me las envía con entrañas de padre para mi mayor bien y provecho y conformarme en ellas con Su santísima y divina voluntad, como si viese al mismo Cristo que me está diciendo: «Hijo mío o Hija mía, Yo quiero que ahora hagas o padezcas esto.»
P. Alonso Rodríguez SJ:

