Uno de los tormentos que más atormentarán a los desventurados condenados en el Infierno será el ver que es eterno, que sus tormentos no han de tener fin, no se han de acabar. Por grandes que sean las aflicciones y penas en esta vida, considerar que no durarán mucho es alibio.
No falta quien dize que, cuando pecó Adam y Dios le penitenció, por darle algún consuelo, añadió: «Polvo eres, y en polvo te has de tornar»; que fue dezirle: «Por muchos que sean tus males, consuélate, que ay muerte en que se acabará todo. Sólo en el Infierno el mal no tendrá fin, no avrá remissión | para los condenados; por más que lloren ni se lamenten, es ya tarde».
Y esto se figuró en una batalla que uvo entre Abner, capitán de Saúl ya muerto, y Joab, capitán de David vivo, de que se trata en el capítulo segundo del Segundo Libro de los Reyes . Començáronla por la mañana al salir del Sol, y estávanse matando unos a otros, hasta que se iva a poner. Parecióle a Abner que iva mal su partido, quiso rendirse a Joab, y no que le matasse más gente. Embióle a pedir paz y que le perdonasse. Respondióle Joab:
-Vive Dios que si por la mañana hablaras, que te perdonara a ti y a los tuyos, mas ya tarde es.
Assí dirá Dios al pecador que estuviere en el Infierno: «Ya tarde es». Lo que toca a las penas sensibles, sin lo que es el carecer de la vista de Dios, que es lo sumo que allí se padeze, y llaman los teólogos pena de daño, y de que toda similitud y encarecimiento queda corto; mas lo sensible, puede algo dexarse entender por este exemplo: Si viéssemos un hombre en esta vida padecer gravíssimos tormentos en todo el cuerpo y en cada parte dél, por manos de sayones crueles y sin piedad, en tal estremo que no quedasse potencia ni sentido, no huesso ni miembro, no coyuntura ni parte alguna que le faltasse verdugo que las estuviesse de contino crudamente atormentando, y a la misma sazón viniesse con mano armada un escuadrón de dolores y penas a envestir en él, a la cabeça, xaqueca, al rostro, cáncer, a los ojos, carbunclos, a los oídos, a los dientes, al estómago y a la hijada, rabiosos dolores, a la garganta, esquinencia, al coraçón, gota coral, a las coyunturas y artejos, gota artética; y, en suma, a todos los miembros, los males y tormentos a que están sujetos, con los cuales durasse siempre en la vida sin alivio ni declinación, ¿cuál estaría este desdichado? Si el que padece cualquiera desto males dessea acabar con la vida, por acabar con la pena, ¿qué no sentiría y qué no dessearía el que los padeciesse todos juntos? Pues desta manera, si en alguna se puede declarar, se ha de imaginar que están en el Infierno las almas de los dañados, y después de la Universal Resurrección estarán los cuerpos tan llenos de males y tormentos, que no quedará essencia ni sentido, no miembro ni parte que no tenga su particular verdugo y dolor tan excessivo y cruel, que todos los deste siglo juntos son como pintados en comparación del menor de los que allí se padecen. Estarán las almas llenas de tristeza y melancolía, y los cuerpos ardiendo en vivas llamas para | siempre jamás. Sonará aquel forçoso y desaprovechado llanto, aquel temblar y cruxir de dientes.
Estarán los malaventurados con una rabiosa desesperación, comiendo sus carnes a bocados, y rompiendo sus pechos con sospiros y gemidos, y el gusano de su propria consciencia royendo sus entrañas, blasfemando y renegando del juez que allí los tiene, y maldiziendo y anatematizando el día en que nacieron y su triste suerte, y la malicia y obstinación de su voluntad, que fue la causa del daño.

