Al demonio basta resistirle; el que quiere acometerle y se pone de su voluntad y gana en peligro y ocasión de pecar, muchas vezes caerá en pecado.
¿Y a quién de los mortales dexará el demonio sin hazer guerra y tentarle, aviendo tentado al Hijo de Dios, Jesucristo, Nuestro Señor?
En la Vida de San Bartolomé Apóstol , colegida de Eusebio, Nizéforo y de San Isidoro, se dize que, aviendo predicado el Evangelio en Licaonia, passó a la India, y después a la Menor Armenia, y en una ciudad della entró en un templo donde era adorado Astarot. Estavan allí muchos enfermos esperando ser sanos por aquel demonio, el cual, por ser astutíssimo, usava de un engaño con aquella miserable gente, permitiéndolo Dios por sus pecados, y era que cegava a unos, poniéndoles en los ojos impedimentos como no viessen, y a otros impedía sus miembros, pies o manos, de la misma forma, y en semejante manera hazía otros males. Después dava orden como se los truxessen a su presencia en aquel templo, y sus | sacerdotes le rogassen los sanasse, y quitava él aquellos ocultos impedimentos, y luego eran sanos. A otros que él no avía enfermado, también usando de remedios naturales y medicinas ocultas, por algún breve tiempo los sanava. Avía otros enfermos que, por no poder aprovecharse de medios semejantes, se los dexava como avían venido, echando escusas aparentes de que por culpa dellos mismos no los sanavan. Sin estos embustes que hazía Astarot, dava también oráculos, avisando de cosas que avían de suceder, y como hablava a tiento, unas vezes acertava, otras, mentía, aunque no le faltavan modos como colorear sus mentiras. Por todo esto era aquel ídolo famoso, concurría a él gente de muchas partes, tenía muchos sacerdotes que hazían con él /(446v)/ grandes ganancias, y el mismo rey de aquella tierra, llamado Polemón, le estimava en mucho, aunque nunca le avía podido sanar una hija lunática que tenía. Entrando, pues, el Apóstol San Bartolomé en el templo, enmudeció el demonio, y no hizo más cura en enfermo alguno. Visto esto de sus sacerdotes, y que iva a la larga un día y el otro el estar mudo sin oráculo, ni responder a cosa que le preguntassen, acordaron de consultar otro demonio llamado Berit, de otra ciudad comarcana. Y preguntándole por qué Astarot no hablava, respondió:
-Porque Bartolomé, Apóstol del verdadero Dios, entró en essa ciudad y templo, y le tiene encadenado con cadenas de fuego. Y assí, harto tiene que entender en sus duelos, sin tomar cuidado de otra cosa. Y si acaso fuere que viéredes al Apóstol Bartolomé que digo, rogadle de mi parte que no venga aquí, porque no me suceda lo mismo que a Astarot.
Por esto que dixo aquel demonio se tuvo noticia del Apóstol, y el rey le rogó que curasse una hija suya que estava lunática, y era un demonio que se avía apoderado della, y a tiempo hazía locuras grandíssimas; a manera de perro ravioso mordía y despedaçava todo lo que podía aver a las manos, tanto que era necessario tenerla atada con cadenas. San Bartolomé la hizo desatar y lançó della el demonio, quedando con perfeta salud. Y fue grande consuelo para sus padres. Predicó allí a Jesucristo, y para prueva de lo que predicava, y la ceguedad en que antes estavan adorando a Astarot, llevó al rey y a mucha gente a su templo, donde estavan los sacerdotes de aquel ídolo, y estando callando todos oyóse una boz terrible y espantosa del mismo ídolo, que dixo:
-Oh gente miserable y ciega, ¿para qué me ofreces a mí sacrificio, que ni soy Dios ni tengo poder alguno, antes estoy atado con cadenas de fuego por los ángeles ministros de Jesucristo, cuyo Evangelio predica Bartolomé, Apóstol suyo?
Mandó- le | que declarasse los engaños que hazía en los enfermos que sanava, y declarólos, por lo cual todos los presentes creyeron en Cristo y echaron sogas a la estatua, derribáronla en tierra hecha pedaços, y aparecieron por las paredes muchas cruzes hechas por ministerio de ángeles. Vieron assí mismo al demonio, que salió del ídolo en figura de hombrezillo negro, con el rostro prolongado y una barba larga, los ojos encendidos como fuego, y echava dellos centellas, y por las narizes lançava un humo negro y hediondo. Los cabellos de la cabeça le llegavan hasta el suelo, cubriéndole un cuerpo feíssimo y mal hecho. Tenía muchas cadenas de fuego alrededor de sí. Era de tan mala figura que el rey y todo el pueblo que le vido quedaron como atónitos y asombrados. Mandóle el Apóstol que se fuesse al desierto y no pareciesse más entre gentes, y él obedeció.
Viendo ciertos judíos que lançava San Pablo demonios de los cuerpos de hombres, tomando vana presumpción, llegaron a un endemoniado, y díxole uno dellos en nombre de todos:
-Conjúrote por Jesucristo, a quien Paulo predica, que salgas deste hombre.
El demonio respondió:
-Bien sé quién es Jesucristo, y conozco a Paulo. Vosotros, ¿qué sois y qué pretendéis?
Y con esto, el endemoniado, llevado con ímpetu del demonio que tenía, dio en ellos, cargólos de mucho moxicón y puñete, de suerte que no hizieron poco de verse libres de sus manos, llenos de heridas y despedazados sus vestidos. Refiérese en el Libro de los Hechos Apostólicos, capítulo dezinueve.

