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La leyenda Negra: Las Casas, el fraile de la pachamama y el canibalismo

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Andrés de Tapia (Medellín, Extremadura, España; 1498?-Nueva España, octubre de 1561), fue un soldado y cronista español, que participó con Cortés en la conquista de México.

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Escribió una crónica de la conquista: RELACIÓN DE ALGUNAS COSAS DE LAS QUE ACAECIERON AL MUY ILUSTRE SEÑOR DON HERNANDO CORTÉS, MARQUÉS DEL VALLE, DESDE QUE SE DETERMINÓ A IR A DESCUBRIR TIERRA EN LA TIERRA FIRME DEL MAR OCÉANO (En adelante, «Relación de algunas cosas…»). En ella se basaron otros cronistas, entre ellos Francisco López de Gómara, Francisco Cervantes de Salazar, y posiblemente el propio Bernal Díaz del Castillo, a través de Gómara.

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Es una crónica muy breve, que como registra el escrupuloso archivero-bibliotecario de Madrid en 1865, ocupa quince hojas de papel en folio, una crónica épica desprovista de todo adorno o digresión, donde revela haber contado decenas de miles de cráneos en lo que se conoció como el Huey Tzompantli, el altar más importante de los aztecas, recién desenterrado en el centro de ciudad de México.

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La obra de Bernal Díaz del Castillo “La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”cada página es un retrato pintoresco plagado de detalles. Leer su libro es transportarse al pasado y vivir al lado de un soldado todos los sucesos de la conquista: descripciones de lugares, relatos de personajes, anécdotas, críticas agudas y angustiantes relaciones de fatiga y peligros enfrentados.

Cada uno de los doscientos catorce capítulos se convierten en una vivencia para el lector. Como muestra de la sencillez de su estilo, Bernal narra un asombroso fragmento de cuando los españoles entraron por primera vez a la ciudad de México:

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«Luego otro día partimos de Estapalapa, muy acompañados de (…) grandes caciques, íbamos por nuestra calzada adelante, la cual está ancha de ocho pasos, y va tan derecha a la ciudad de México, que me parece que no se torcía poco ni mucho, y puesto que es bien ancha toda iba llena de aquellas gentes que no cabía, unos que entraban en México y otros que salían, y los indios que nos venían a ver, (…) estaban llenas las torres y los cués [templos] y en las canoas y de todas partes de la laguna, y no era cosa de maravillar, porque jamás habían visto caballos ni hombres como nosotros».

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Bernal reporta haber contado 100 000 cráneos

Hans Staden (1525-1579) fue un soldado y marinero alemán. En su famoso relato cuenta las penurias que padeció al ser secuestrado por una tribu Tupí en Brasil, cuando Staden se encontraba en una expedición de caza, fue hecho prisionero por los indios de la tribu tupinambá, los que lo llevan a la villa de Ubatuba.

Los indígenas tenían la clara intención de devorarlo en la siguiente festividad. También nos afirma que logró una gran amistad con un jefe local, a quién curó de una enfermedad, esto ayudó para que los miembros de la tribú le perdonaran la vida. Los portugueses trataron varias veces de pagar un rescate, pero los indios no lo aceptaron. Finalmente logró escapar en el barco francés Catherine de Vatteville, después de 9 meses de cautiverio y escribió el libro “Verdadera historia y descripción de un país de salvajes desnudos que devoran hombres en la América del Nuevo Mundo”. destaca el aspecto morboso del canibalismo y la brutalidad de los nativos, Los habitantes son comedores de hombres salvajes, desnudos, muy impíos y crueles. 1595

Tristemente, por aquellos tiempos se inició una especie de periodismo de Fake News, que hoy conocemos como «Leyenda Negra», impulsada por el protestantismo y financiada desde la protestante Alemania (con el dinero robado a los católicos), Inglaterra y Francia, como veremos…

  • La Brevísima relación de la destrucción de las Indias, es un libro poblado de errores, mentiras, falsos testimonios e imprecisiones. Para desarrollar cualquier acusación sobre acontecimientos históricos deben cumplirse unos requisitos indispensables, como son los de indicar la fecha, el lugar, los protagonistas y la descripción de los hechos, cosa que no existe en el libro publicado en 1552, por Bartolomé de Las Casas un encomendero, descendiente de franceses (Casaus), con cierto resentimiento hacia lo Hispano, que decidió tomar los hábitos dominicos y a los 35 años ingresa en la Orden de los Dominicos donde recibirá el orden y paradójicamente se convertirá en uno de los más acérrimos defensores de los derechos de los amerindios.Francisco Casaus, se dedicaba al pingue negocio de las plantaciónes, usando para ellos,  indios como esclavos.

    Bartolomé, vino a hacerse cargo de la pingüe herencia paterna, sin dejar de lado los “dulces tratos” que su padre prodigaba a los pobres aborígenes, el ahora fraile, sugirió la esclavitud de los negros traídos del África, para reemplazar a los nativos de América

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Su padre, Francisco Casaus, había acompañado a Colón en su segundo viaje al otro lado del Atlántico y, anclando en las Antillas, se dedicaba al redituable negocio de la plantación, lógicamente comprando esclavos a los Franceses y esclavizando americanos, cosa que estaba expresamente prohibida, algunos sugieren que quizá lo que las casas «vio», lo vio dentro de «sus» propiedades, no en toda América como quiere hacer creer.

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Lo que llevo a una comisión nombrada por el rey para oír al padre Las Casas y estudiar el problema de las Indias, dando lugar a la redacción de las Leyes Nuevas para reformar el Derecho indiano y el mismo rey le concedió cuatro esclavos negros para su servicio, que aceptó y usó, que jamás sufrió ninguna persecución, murió de noventa y dos años cobrando una pensión, a cargo de la Corona española, de 350.000 maravedíes como recompensa a su amor por los indios. A pesar que había sentado como tesis principal que todo dinero proveniente de Indias era un robo a los indios y que aceptar dinero robado obliga en conciencia a “reparar in solidum”, no vaciló en 1516 cuando recibió 100 pesos oro anuales como procurador de indios; como obispo, en 1524, cobraba 500.000 maravedíes anuales; Y ¡nunca discutió por el origen de esa paga!

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Después, en 1547 le aumentó con algunos párrafos e intentó imprimir una versión muy retocada usando un seudónimo: Felipe II, y ante la hostilidad que la obra despertó entre los castellanos de ambos lados del Atlántico, mandó recoger todas las obras que no llevasen licencia real expresa, es decir, los «Tratados», o la Brevísima.

Lewis Hanke Profesor de la Universidad de Harvard y luego en la de Columbia en Nueva York, advierte sobre las excesivas generalizaciones del dominico, señalando el ingente esfuerzo legislativo de la Corona para proteger a los indios, incluyendo castigos a los infractores.

Otro rasgo muy significativo es la inclinación irresistible que sentía hacia la exageración. Si sumamos la cifra de indios supuestamente asesinados por los españoles se elevarían los mismos, según el cálculo realizado por de Las Casas, a unos 30 millones, cuando según estudios actuales, se cifra el total de la población en toda América era de 12 millones. Con lo cual, los españoles, según Las Casas, habrían asesinado a más del doble de la población real, cosa, que según el, «vio» con sus propios ojos. Para alcanzar esta cifra el estudioso Levillier, nos hace caer en cuenta que los españoles deberían haber matado 700.000 indios por año, es decir bastante más de 2.000 diarios y sin descansar ni de día ni de noche.

La verdad es que “Solo el 5% del continente se hallaba poblado”, según Ángel Rosemblat, la población precolombina ascendía alrededor de 13.300.000 habitantes. De ellos se perdieron 2.500.000, hasta 1570. Pero, como ya lo había hecho notar Humboldt, en el siglo XVII la población aborigen había aumentado considerablemente, y en México había superado los niveles que existían antes del arribo de los españoles. Todo lo cual se puede verificar por la sustentación alimentaria, según las técnicas de cultivo de las diversas épocas, pero hay una posible causa del descenso poblacional, el desgano vital hasta el suicidio anómico, del que hablaba Durkheim.

Muchas veces mutila y cambia los textos de documentos públicos conocidos, como la Bula de Alejandro VI, en la que se donan las tierras del Nuevo Mundo a la Corona de Castilla. Las Casas se precia siempre de haber sido testigo directo de lo ocurrido, de allí que sus relatos gocen de tanta autoridad. A lo largo de sus escritos se lee normalmente la siguiente frase “yo vide…”, “yo vide…” (“yo vi”) frase que, tratándose de un sacerdote y obispo, hacen de su testimonio casi un juramento, como narra un autor, autorizadamente Menéndez Pidal: “holgadamente se hallaba Las Casas, en un ambiente profetista, situándose fuera de toda realidad, y ¡con cuánta sencillez falseaba por completo la verdad de todo lo que le rodeaba!”.

En los 40 años a los que su relato se refiere, señala el gran estudioso Rómulo Carbia, en la obra del fraile dominico “nada se concreta, ni geográfica ni cronológicamente”. Una sola vez aparece en el relato el nombre de uno de los responsables de las supuestas atrocidades. En los otros casos el “tirano” (es decir, “el español”) queda como cubierto por una penumbra imposible de descubrir. Todo es más y lo mismo: las fechas, las cantidades, los nombres, los lugares; todo es confuso y sin precisión. No se priva de ninguna opinión: hasta de la conquista del Río de la Plata, en donde dice, desconociendo los pormenores y no habiendo estado jamás allí, que en estas tierras australes se habían “ejecutado las mismas obras que en todas partes…”.

En su Historia de las Indias manifiesta que vio, “con sus propios ojos”, más de 30.000 ríos en la isla Española. Ríos que no existen, no sabía ni donde estaba y reincidió en el error de Colón, creyendo estar en tierras del Ganges

Tampoco lo movía un ideal de fraternidad, ya que disculpaba la esclavitud que los indios practicaban con otras tribus vecinas y  en sus memoriales de 1531 y 1542 proponía la introducción de 4.000 afri­canos para que, como esclavos, trabajasen en reempla­zo de los indios.

No se distinguió tampoco, por su acción caritativa, como decía su impugnador, el padre Motolinía, en carta a Carlos V: “ni aprendió la lengua de los indios, ni se aplicó ni se humilló a enseñarles. (…) Él acá apenas tuvo cosa de religión… porque todos sus negocios han sido con algunos desasosegados, para que le digan cosas que escriba conforme a su apasionado espíritu contra los españoles mostrándonos que ama mucho a los indios y que él solo los quiere defender y favo­recer más que nadie. En lo cual acá muy poco tiempo se ocupó, si no fue cargándolos y fatigándonos. Vino (así) el «de Las Casas», siendo fraile simple, y aportó a la ciudad de Tláxcala, traía tras de sí cargados 27 o 37 indios que acá llaman ‘tamenses’…”

Fray Toribio de Benavente, alias Motolinía, un incansable apóstol de los indígenas Franciscano y contemporáneo de Las Casas, le escribió a Carlos V para dar noticia de “la otra campana” de la conquista de América, no conforme con desenmascarar a Las Casas exaltó la labor de conquistadores y misioneros, las proezas de Cortés y el beneplácito de los naturales ante la liberación del horrible yugo azteca que significó para ellos el descubrimiento y conquista española del territorio mexicano. Motolinía desenmascaró a Las Casas como un fabulador sin fundamentos, y ensalza la epopeya digna de encomio que para los desdichados toltecas, culhuas, chichimecas, otomís y tantas otras tribus, significo la llegada de los españoles que les devolvieron su verdadera dignificación.

No olvidemos a la Santa Reina Isabel la Católica y su afan por la proteccion de los Naturales Americanos. En real cédula de 29 de mayo de 1493, da instrucciones a Colón: «De aquí adelante traten muy bien y amorosamente a los dichos indios, sin que le hagan enojo alguno».

En 1500, prohibió su servidumbre y que se trajeran más de América.

En 1503 autorizó que pudieran venir solo cuando ellos mismos lo quisieran y así lo certificara el gobernador (real carta a fray Nicolás de Ovando de 20 de diciembre de 1503).

La Reina Isabel ordenó a sus herederos: «No consientan ni den lugar que los indios, vecinos y moradores de las dichas Indias y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados» (codicilo de 23 de noviembre de 1504).

Principalmente la viruela, pero también el sarampión, la gripe, la peste bubónica, la tuberculosis, la malaria o la fiebre amarilla fueron responsables de la muerte de hasta un 97% de la población indígena.

No olvidemos lo que hicieron los protestantes con sus colonias como la desaparición de la superficie de la tierra de todas las tribus indias que presenciaron la colonización de Manhattan, Jamestown o de Plymouth Rock, mientras que los indios que encontró Hernán Cortés en el Yucatán y en Méjico siguieron allí y hoy día sus descendientes habitan mayoritariamente esos pueblos y son millonarios.

El sistema español propició una igualdad humana que no creó el sistema anglosajón. No hubo ningún racismo en la colonización española; laicos y religiosos sentían que todos, indios y españoles, eran hijos de Dios, iguales en dignidad personal. Para la muestra una raza que hoy llaman latinoamericana.

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Bartolomé De las Casas llegó a defender los sacrificios humanos, argumentando que eran un notable mérito de los indios. Decía que :»Si un pagano considera a su dios como verdadero, es natural que le ofrezca lo que más tiene de valor, es decir, la vida de los hombres». Y seguía «El legislador puede y debe obligar a algunos del pueblo a que sean inmolados para ser ofrecidos en sacrificio, los cuales al sufrir tal inmolación se supone que la quieren y desean con acto lícito».( «Fray Bartolomé de las Casas, a la luz de la moderna crítica histórica», 1.970. Losada, Angel»).

Motilinia escribió al rey denunciando a las casas asi: “No tiene razón el de Las Casas de decir lo que dice y escribe y exprime (es un) ser mercenario y no pastor, por haber abandonado a sus ovejas para dedicarse a denigrar a los demás”

Otra nota de la personalidad de éste extraño fraile es la puerilidad con que se vanagloriaba en sus escritos. Como ejemplo, transcribo un fragmento de una de sus famosas Cartas al Consejo fechada el 15-10-1.535. «Y me puedo jactar delante de Dios que hasta que Yo fuí a esa real corte, aún en tiempos en que vivía el Católico Rey D. Fernando, no se sabía que cosa eran las Indias ni su grandeza, opulencia y prosperidad».

España, llevó Universidades a los territorios Américanos, en 1530 había ya tres (Sto. Domingo, Méjico y Lima), superando a muchas naciones europeas de la época.

Todo, lo sacrificó España al catolicismo, recibiendo en compensación esa inmensa e incontable legión de teólogos, misioneros y místicos que tanto esplendor han dado a La Iglesia.

La gobernación española en América duró tres siglos y fue uno de los periodos de paz más extenso y más largo de cualquier otro tiempo y lugar. Allí sembró España el cristianismo, su sangre y lo que hoy se conoce como civilización occidental.

Hasta que llegaron los sectarios de Bolivar y su idea de hacerse reyes, como Simon 1 de los Andes y empezaron una guerra que perdura hasta nuestros dias bajo el nombre de teologia de la liberacion.

https://ifvmes.wordpress.com/2015/05/11/el-turolato-y-loco-agitador-creador-de-la-leyenda-negra-antiespaola-bartolome-de-las-casas/

Pero volvamos a las fuentes reales:

Bernal Díaz del Castillo – Historia verdadera de la conquista de la Nueva España

Describe las costumbres mexicas y menciona sacrificios humanos y consumo ritual de carne, aunque deja claro que no era por hambre sino con un sentido religioso.

Fray Bernardino de Sahagún – Historia general de las cosas de la Nueva España (Códice Florentino)

Una de las fuentes más completas sobre la vida mexica. Incluye descripciones detalladas de sacrificios, rituales y banquetes rituales donde la carne humana tenía un papel simbólico.

Fray Bartolomé de las Casas – Apologética historia sumaria

Aunque defensor de los indígenas, también relata episodios de sacrificios y guerras rituales en distintas regiones del continente.

Juan de Castellanos – Elegías de varones ilustres de Indias

Pretende reducir a  descripciones poéticas, las costumbres de pueblos del Caribe, Colombia y Centroamérica, la prácticas de canibalismo extensivo una poesía sangrienta y salvaje.

Marvin Harris – Caníbales y reyes

Antropólogo materialista. Acepta la realidad del canibalismo ritual entre mexicas, pero argumenta que estaba relacionado con sus costumbres, lo cual es injustificable.

Miguel León-Portilla – Visión de los vencidos y Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares

Presenta la cosmovisión indígena desde las propias fuentes nahuas, explicando que las prácticas de sacrificio y canibalismo tenían un sentido espiritual, no alimenticio. Es decir que asesinaban y consumían a sus congéneres en virtud de un llamado que les hacían sus dioses, o mejor demonios.

Eduardo Matos Moctezuma – Muerte a filo de obsidiana

Analiza los sacrificios humanos en el mundo mexica desde la arqueología, mostrando la organización ritual detrás de ellos. Y la forma salvaje como abrían a sus hermanos mientras se revolcaban de dolor, les arrancaban el corazón con una piedra y lo consumían frente a los ojos del moribundo.

José Alcina Franch – El canibalismo en América precolombina

Reúne y analiza evidencias arqueológicas y crónicas de diversas regiones de América sobre el canibalismo ritual, incluyendo el Caribe, Mesoamérica y Sudamérica.

Moctezuma: hay testimonios de su hijo, que lo describe como una buena persona,  un gobernante refinado y ritualista. Lo de que “solo comía los muslos” de sus victimas porque era muy refinado, como se desprende  de crónicas sobre los banquetes de la nobleza mexica, donde la carne humana se ofrecía simbólicamente al tlatoani. Aun existe el pozole que imita el plato de carne humana, el mas apetecido en el día a Día.

Los pijaos y los chibchas: cronistas como Pedro Simón y Juan de Castellanos mencionan las prácticas rituales, incluyendo el canibalismo de los pijaos del actual Tolima,  que disfrutaban el sabor de los chibchas.

Tenochtitlán: las fuentes más citadas (como Sahagún y Durán) coinciden en que los sacrificios humanos eran frecuentes, y el consumo de carne humana.

España, llevó Universidades a los territorios Américanos, en 1530 había ya tres (Sto. Domingo, Méjico y Lima), superando a muchas naciones europeas de la época.

Todo, lo sacrificó España al catolicismo, recibiendo en compensación esa inmensa e incontable legión de teólogos, misioneros y místicos que tanto esplendor han dado a La Iglesia.

La gobernación española en América duró tres siglos y fue uno de los periodos de paz más extenso y más largo de cualquier otro tiempo y lugar. Allí sembró España el cristianismo, su sangre y lo que hoy se conoce como civilización occidental.

Hasta que llegaron los sectarios de Bolivar y su idea de hacerse reyes, como Simon 1 de los Andes y empezaron una guerra que perdura hasta nuestros días bajo el nombre de teología de la liberación.

Retornando a la realidad histórica, Marcelo Gullo, historiador y politólogo argentino, propone un relato de encuentro civilizatorio, de rescate frente a la barbarie y de fusión cultural,  apoyado en fuentes coloniales, cronistas del siglo XVI y estudios modernos, y suele presentarse como un antídoto contra lo que Gullo llama “la mentira que esclavizó a América”: la leyenda negra.

1. La leyenda negra: de propaganda a narrativa histórica

La expresión leyenda negra nació en el siglo XVI para describir la campaña propagandística lanzada por los enemigos de España —ingleses, holandeses y franceses protestantes— que buscaban desacreditar su imperio. Folletos, grabados y panfletos difundieron imágenes de crueldad extrema: inquisidores quemando herejes, conquistadores masacrando inocentes, frailes azotando indígenas,, esas imágenes moldearon la conciencia europea y, más tarde, la latinoamericana, hasta el punto de convertir a España en símbolo de barbarie y atraso. Sin advertir que estas practicas protestantes se llevaron a Cabo en Norteamerica

Autoras como Rómulo D. Carbia y Ángel Rosenblat estudiaron cómo esta propaganda penetró incluso en la historiografía hispanoamericana, generando una autoimagen culpable. Rosenblat, demógrafo e historiador, revisó las cifras demográficas precolombinas y mostró que las estimaciones catastrofistas del siglo XX carecían de base documental sólida, no había tal cantidad de americanos, no hubo genocidio. Carbia, por su parte, trazó el recorrido de esa construcción ideológica, mostrando cómo los cronistas europeos reescribieron los hechos de la conquista para justificar sus propias expansiones coloniales.

Para Gullo desmontar la leyenda negra no implica negar, sino reconocer, la monarquía hispánica no fue sido una fuerza de exterminio, sino una civilización que incorporó, evangelizó y, protegió a los pueblos conquistados mediante instituciones como las Leyes de Indias. O el mestizaje.

Los conquistadores —Cortés en México, Pizarro en el Perú— actuaron como libertadores de pueblos sometidos a imperios antropófagos, la conquista, lejos de ser una empresa puramente depredadora, habría destruido estructuras sociales basadas en el sacrificio humano y el canibalismo ritual.

La visión romántica de los americanos como un pueblo que vivía desnudo y feliz, ingenuo e inocente, y que disfrutaba su vida haciendo el amor bajo cada árbol mientras se drogaba con yague o cualquier otro alucinógeno, ahora debe ser enriquecida gracias a artefactos y tallas recién desenterradas y hechas por los mismos americanos, de figuras antropomorfas que describen como sodomizan a los niños, o a los pueblos sometidos, antes de arrancarles el corazón mientras aun late, ante la mirada aterrada y dolores desgarradores, de las victimas vivas, cual era el objetivo de los antropófagos; que murieran no de dolor o desmembramiento, sino de terror, para así capturar sus almas.

Las fuentes que sustentan esta realidad, provienen de cronistas contemporáneos a la conquista, tanto españoles como europeos. Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, describe los templos de Tenochtitlán cubiertos de sangre y calaveras, y narra ceremonias donde se ofrecían corazones humanos a los dioses. Fray Bernardino de Sahagún, en el Códice Florentino, confirma que el sacrificio era una práctica ritual esencial en la cosmovisión mexica, aunque cargada de sentido religioso y simbólico. Fray Toribio de Benavente (Motolinía), otro testigo, escribió sobre los miles de víctimas ofrecidas en honor de Huitzilopochtli durante ciertas festividades, una forma de idolatría extrema. Aun se pueden ver los Tzompantly recién desenterrados, torres de cabezas humanas con 25.000 cráneos humanos, que se necesitaban para construir cada una.

Más allá de Mesoamérica, los relatos de Hans Staden, marinero alemán cautivo de los tupinamba en el Brasil del siglo XVI, describen con detalle la antropofagia ritual practicada por las tribus del litoral. Sus observaciones —publicadas en 1557 bajo el título Warhaftige Historia— fueron corroboradas por otros misioneros europeos y constituyen una de las pruebas más sólidas de canibalismo ritual en Sudamérica. En Norteamérica, el jesuita Isaac Jogues narró escenas de tortura y sacrificios humanos entre los iroqueses durante su misión en la Nueva Francia, testimonio de que la violencia ritual no era un fenómeno exclusivamente mesoamericano. Él mismo fue sacrificado en Canadá y es santo.

A partir de estas fuentes, Gullo y otros autores sostienen que Cortés y Pizarro, al derribar los imperios mexica e inca, liberaron a pueblos que vivían bajo regímenes teocrático-satánicos que practicaban el sacrificio humano. En su lectura, la llegada española significó el fin de esas prácticas y la apertura a una nueva civilización mestiza. Permitiendo una noción casi redentora de la conquista, que realmente fue una guía, ya que estos liberadores con 300 a 1000 hombres no podrían haber liberado de los 4 o 9 millones de caníbales a toda esta sociedad, simplemente guiaron a estos pueblos a su libertad, que ellos mismos consiguieron con su esfuerzo y guerras.

La arqueología moderna confirma la existencia de sacrificios humanos rituales en Mesoamérica y de episodios de canibalismo ceremonial, tras descubrimientos recientes, como En el distrito de Huanchaco, región La Libertad, en Perú, donde se han descubierto 76 nuevas tumbas de niños sacrificados en el sitio arqueológico Pampa La Cruz. Con los pechos abiertos y sin el corazón, lo que demuestra los sacrificios a falsos dioses.

Ángel Rosenblat calculó que la población de América en 1492 era menor de lo que afirman algunos historiadores contemporáneos. Si las cifras iniciales eran más bajas, el colapso poblacional —por epidemias— fue profundo, no por efecto de guerras o genocidios como han hecho creer los izquierdistas modernos.

Gullo insiste, en el resultado cultural de ese encuentro: la creación de una civilización mestiza, fruto de la fusión biológica y espiritual de dos mundos. No hubo conquista, sino génesis: la “Hispanoamérica” habría nacido de una síntesis singular entre Europa y las culturas indígenas, capaz de integrar elementos de ambos legados. Los americanos fueron absorbidos como europeos o Españoles, hasta las guerras a muerte que estos lanzaron contra los criollos y los españoles.

La historia crítica —sea española, indígena o mestiza— exige contrastar las fuentes, aceptar las contradicciones y reconocer la ambivalencia de los hechos. Las crónicas de Bernal Díaz, Motolinía o Hans Staden deben leerse como ventanas a un mundo radicalmente distinto al que nos han presentado.

Ahora vamos a las enfermedades que diezmaron a los americanos, Pero tambien a los Europeos.

El contacto entre Europa y América provocó un intercambio biológico sin precedentes: junto con plantas y metales, viajaron virus, bacterias y costumbres que transformaron la salud global.

Desde el Nuevo Mundo, los europeos recibieron principalmente la sífilis, enfermedad venérea causada por Treponema pallidum, que surgió por las costumbres sexuales precolombinas y se volvió devastadora en el Viejo Mundo, causando millones de muertes y deformidades durante los siglos XVI y XVII. Diversas crónicas describen también en América prehispánica lesiones pustulosas cutáneas, probablemente debidas a treponematosis endémicas —variantes de la sífilis— que afectaban piel y huesos. Estas formas son no venéreas, es decir, no se transmiten sexualmente, sino por contacto directo (piel con piel) o por condiciones ambientales.
Producen lesiones cutáneas pustulosas o ulcerosas, y en etapas avanzadas pueden afectar huesos y cartílagos, deformando el rostro o los miembros.
Muchas crónicas de la América prehispánica —y restos óseos estudiados— muestran huellas de esas infecciones, que los hacían parecer monstruos y de allí pueden venir el mito del yeti y otros…

Prácticas rituales como el canibalismo, el sacrificio humano y la endogamia dinástica facilitaron la transmisión de infecciones sanguíneas y genéticas: priones, hepatitis, parásitos y malformaciones hereditarias. Estas enfermedades, antes confinadas a pequeños grupos, encontraron en Europa una población densa y móvil, donde se propagaron con rapidez. Intercambios de sangre, heridas rituales o cirugías primitivas. como las trepanaciones o los tatuajes

(contacto con fluidos).
Esto pudo facilitar la propagación de infecciones de transmisión sanguínea como:

Hepatitis B o C, si existían reservorios humanos crónicos.

Parásitos hemáticos (como tripanosomas o plasmodios) pudieron ser la fuente del sida. La antropofagia también pudo exponer a los humanos a parásitos o virus humanos recombinantes, por ejemplo, el VIH (cuyo origen puede derivar del canibalismo humano, en América y africa).

El impacto fue doble: biológico y moral. Europa asoció el “mal americano” con la corrupción del cuerpo y del alma, mientras América recibió las pandemias del Viejo Mundo que diezmaron a sus pueblos. Este intercambio invisible de patógenos simboliza el costo sanitario del encuentro entre civilizaciones: la fusión de mundos también fue una fusión de epidemias.

La endogamia o tener hijos con la madre o hermanos, una practica americana, debilitó el acervo genético e inmunológico, y las prácticas rituales como la antropofagia o los sacrificios humanos pudieron actuar como puentes biológicos que facilitaron la transmisión de infecciones y enfermedades emergentes.

Durante siglos XVI–XIX, la sífilis fue una de las enfermedades infecciosas más extendidas, crónicas y mortales del planeta.

Antes del descubrimiento de la penicilina (1943), la sífilis:

Afectaba tanto a clases populares como a élites, incluyendo artistas y monarcas.

Tenía una mortalidad alta en sus fases terciarias (cardiovascular, neurológica).

Podía trasmitirse congénitamente, causando muertes fetales o neonatales masivas.

Las muertes por sífilis, se estiman unos 200 millones, en los últimos 500 años, dado que fue una enfermedad muy extendida, persistente, y con pocos tratamientos efectivos hasta finales del siglo XIX-XX. En cuanto al sida van unos 50 millones.

La sífilis sigue causando hoy alrededor de 200 000 muertes anuales, sobre todo por transmisión materno-fetal (OMS, 2024).

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De #bottegadivina

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