Jesucristo, El Hombre Dios que hizo los cielos y la tierra, cuando vino al mundo, no hizo otra cosa sino enseñar a los hombres la maldad del orgullo, y toda su vida fue un profundo ejemplo de humildad: quiso hacerse hombre, nacer en el pesebre, morir en la Cruz…
E indicó a sus discípulos el camino a seguir: “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 26-28).
La humildad de Jesús que todos somos invitados a imitar es, confundida con una falsa modestia que lleva a olvidar la grandeza de la vocación cristiana, con una actitud apocada de rendición frente a los enemigos de la Iglesia o hasta con una simulada atenuación de la doctrina y moral católica para no “herir” los sentimientos de los que piensan de forma diferente.
Aprovechando esta confusión Urogario dijo:
Para el cristiano, ir adelante, progresar significa abajarse. Si no aprendemos esta regla cristiana, nunca, nunca seremos capaces de entender el verdadero mensaje de Jesús sobre el poder. (Homilía en Santa Marta, 21 de mayo de 2013)
Urogario Barjuda, embaucador y disociador, dejo perplejos a todos con estas palabras, Maxime que Pilato cuando le preguntó: “¿Entonces tú eres rey?”. Jesús respondió:
“Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”. (Jn 18, 37)
San Pablo precisa: Cristo bajó del cielo a la cruz, se realizó esta palabra del Profeta: ante Cristo crucificado todo el cosmos, el cielo, la tierra y el abismo, se arrodilla (cf. Flp 2, 10-11).
Y Benedicto XVI completa, Ante Cristo crucificado se arrodilla todo el universo. Jesús mismo menciona este versículo
‘Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies’”. Les dice: Yo soy la luz del mundo. Luego, Ante el Sanedrín, a la pregunta de sus acusadores: “Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?”, Jesús ha respondido: “Vosotros lo decís: yo soy”.
Cristo deseaba que sus discípulos y los que le escuchaban llegasen por sí solos al descubrimiento de que “el Hijo del hombre” era al mismo tiempo Dios. Jesús provoca a los Apóstoles con preguntas y cuando Pedro llega al reconocimiento explícito de su identidad divina, confirma su testimonio llamándolo “Bienaventurado tú, porque no es la carne ni la sangre quien esto te ha revelado sino mi Padre”
San Agustín de Hipona hace notar como Cristo, afirma de sí lo menor; y Pedro, de Cristo, lo mayor,
¿Qué dijo Cristo de sí? “¿Quién dicen los hombres que soy yo, el hijo del hombre?”
¿Y qué dice Pedro de Cristo? “Tú eres Cristo, el hijo de Dios vivo”.
Los sacerdotes fariseos como Urogario y los escribas, al ver los milagros que había hecho y a los niños que gritaban en el templo “¡Hosanna al Hijo de David!”, se indignaron y le dijeron: “¿Oyes lo que dicen estos?”. Y Jesús les respondió:
“Sí; ¿no habéis leído nunca: ‘De la boca de los pequeñuelos y de los niños de pecho sacará una alabanza’?” (Mt 21, 15-16)
Y es que como decía Pío XI, La humildad se compagina con la dignidad y no con la degradación de sí mismo.
O mejor aun Santo Tomás de Aquino, enseñaba que «El simple rebajamiento externo es gran soberbia», por eso Benedicto XVI pregona “La humildad no es abandonismo sino camino de valentía porque como Juan Pablo II dijera, “El cristiano debe hablar de la fe con franqueza y valentía” Porque: Abajarse ante los enemigos de la Iglesia es una culpable omisión pastoral
Ya que como acotara Pío XI” Por mandato divino la Iglesia tiene autoridad sobre todas las naciones”
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