Moisés manda que sean elegidos hombres sabios, prudentes y expertos de entre el pueblo para guiar y juzgar, a las tribus en sus asuntos y pleitos, pues él solo ya no podía más Dt 1, 12-17.
Desgraciadamente, la miseria humana fue corrompiendo a muchos de los que tienen tal encargo.
Por eso el Mesías, Dios, advirtió en el Sermón de la Montaña: “Seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros” Mt 7, 1-2. Y enseñó cómo se debe juzgar:
“No juzguéis según apariencia, sino juzgad según un juicio justo” Juan 7,24
En el Sermón #164, San Agustín aclara. “Si has sido constituido juez, si has recibido poder de juzgar, si le acusan ante ti y resulta convicto del pecado mediante pruebas verídicas y testigos veraces, coacciónale, corrígele, excomúlgale, degrádale, en conformidad con la norma eclesiástica. Manténgase despierta la tolerancia, de tal modo que no duerma la disciplina”
“El pastor que no corrige a sus ovejas dará cuenta a Jesucristo de los males que les sucedieren”, avisa San Alfonso María Ligorio.
Urogario Barjuda en cambio, por enseñanza de su Tio, ha venido instruyendo por un largo, largo tiempo: ¿quién soy yo para juzgar?
- El Catecismo de la Iglesia Católica #1848 explica esto de una manera muy hermosa;
“Para hacer su obra, la gracia debe descubrir el pecado para convertir nuestro corazón y conferirnos “la justicia para la vida eterna por Jesucristo nuestro Señor” (Rom 5, 20-21). Como un médico que descubre la herida antes de curarla, Dios, mediante su Palabra y su Espíritu, proyecta una luz viva sobre el pecado”
Odia el pecado pero ama al pecador «es una paráfrasis tomada de una carta escrita por San Agustín dando instrucciones para administrar la condena y el castigo justo, en el sentido cristiano adecuado, por el bien del delincuente, quien enfrenta una condena mayor si no se arrepiente y repara. El infierno eterno, preparado por Dios para el demonio y sus cómplices.
Dios igualmente aborrece al impío y su impiedad; ambos, obra y artífice, serán igualmente castigados. Dice el libro de la Sab. 14:9-10
» No estarán los locos que se gobiernan por afecto o consejo de la carne delante de tus ojos; aborreces a todos los que obran iniquidad. Destruirás a los que hablan mentira. Al varón de sangre y de engaño abominará el SEÑOR.. » Salmos 5:6-7 .
– » El buen hombre del buen tesoro de su corazón saca bien; y el mal hombre del mal tesoro de su corazón saca mal; porque de la abundancia del corazón habla su boca. » Lucas 6:45
En el libro de los Proverbios 6 leemos las cosas que aborrece el SEÑOR, y las que abomina su alma: , “la lengua mentirosa… el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que enciende rencillas entre los hermanos. » Prov 6:16-19
Concilio Vaticano I enseña que El Romano Pontífice es el juez supremo de los fieles
Inocencio I Ratifica que El Papa tiene autoridad para condenar lo malo y aprobar lo laudable
Concilio de Éfeso por su parte dictamina que Pedro en sus sucesores vive y juzga hasta el presente y siempre y Gregorio XVI recuerda que Al Romano pontífice le corresponde juzgar a respecto de la sana doctrina.
El Código de Derecho Canónico Establece que Corresponde a la Iglesia juzgar los asuntos humanos con vistas a la salvación de las almas
Pío IX enseña que Tener palabras de término medio es un error y un peligro para la Iglesia, por eso Pío X exige a Los pastores del pueblo cristiano, que tienen obligación de apuntar el error. No en vano la biblia nos enseña que El Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego desde el cielo y por el pecado llovió un diluvio sobre el mundo antiguo, para ahogar la depravación grave que nunca puede recibir aprobación.
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