No soy peronista, pero ¿qué tiene de malo serlo?. Quien soy yo para Juzgar?
El punto central del peronismo es que no se puede precisar. Ser peronista significa nada y todo. Significa que a veces puedes estar de acuerdo con las mismas cosas que realmente no favoreces, ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario, porque el tiempo es superior al espacio. Las cosas no son del dueño sino del que las necesita, decir y no decir, afirmar y retirarse, ir adelante diciendo que se va hacia atrás, hacer decir lo que a uno mismo le gustaría decir, abrir y cerrar , acoger y condenar, decir y contradecir, continuas citas de la Biblia y del magisterio parciales e inexactas, las notas a pie de página con cambios sin hacerlo aparecer, sentencias con mil matices, amores a los lejanos y las diatribas a los cercanos, los encargos infinitos, las intervenciones políticas, la protección de personajes dudosos, la promoción de dudas de fe sin cultivar ninguna certeza, cambios sustanciales en la teología moral católica, en el catecismo, el codigo de derecho canónico, en la línea de la sustitución del juicio, que parte de la realidad, por el discernimiento, que parte de la situación y la conciencia. Los mandatos de Cristo se transforman en ideales, el pecado por exclusión de la gracia se convierte en una etapa inadecuada de la vida, la nueva ley no exige el respeto a la ley natural, sino que la reinterpreta, la Iglesia debe escuchar, integrar, acompañar en los caminos de la existencia, y nada más, el silencio ensordecedor ante las tendencias heréticas y cismáticas de muchas iglesias nacionales, la pertinacia en promover la Hermandad para considerar iguales a todas las religiones, creando una fraternidad sin paternidad…















































