Dan 7:3 Cuatro bestias gigantescas salieron del mar, distintas una de otra.
Dan 7:4 La primera era como un león y tenía alas de águila. La estaba mirando, cuando le arrancaron las alas, fue alzada del suelo y se levantó sobre sus pies como un hombre, y le dieron un corazón humano.
Dan 7:5 Apareció otra segunda bestia semejante a un oso;
Dan 7:6 Después de esto yo seguía mirando y apareció otra tercera como un leopardo. Tenía cuatro alas de ave sobre el lomo y la bestia tenía cuatro cabezas. Y le dieron el dominio.
Dan 7:7 Después de esto seguí mirando en mi visión nocturna y apareció una cuarta bestia, terrible, espantosa, y extraordinariamente fuerte. Era distinta de todas las bestias anteriores y tenía diez cuernos y tenia una boca que profería insolencias.
Los padres de la Iglesia y eruditos como Pirot o Straubinger han dado diferentes interpretaciones a estas cuatro bestias.
El mar simboliza el mundo de los gentiles -según Isaías 17, 12; y Apocalipsis 17, 15.-
También existe un paralelismo, con Apocalipsis 13 e Isaías 27.
En este león con alas de águila, símbolo de fuerza y agilidad, se ve generalmente el imperio caldeo. Nabucodonosor es figurado como león, y como águila, los asirios usan la figura del león (Isaías 5, 29), y eran comunes en los monumentos de Nínive y Babilonia los leones alados.
5. El oso, suele explicarse como correspondiente al segundo imperio el reino de los medos y persas.
6. Por el leopardo se entiende, en general, el imperio de Alejandro Magno.
Las tres bestias que aquí vemos: león, oso y leopardo, recuerdan las características de la Bestia apocalíptica, que “será semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como de león” (Apocalipsis 13, 2).
La cuarta bestia no tiene nombre como las anteriores. Daniel apenas halla palabras para describirla, asi de horrorosa es. Según la mayoría de los intérpretes, ella representa al imperio romano.
De manera contraria en este periodo final de la historia una mística, Maria Valtorta, en 1944 recibe directamente de Dios la interpretación del significado de estas bestias. Que corresponde a los 4 estadios del hombre desde su creación y hasta su caída, en esta generación, lo que conocemos como los últimos tiempos del hombre. Nótese que esto es exactamente hace una generación es decir unos 80 años lo que nos indicaría que lo que ha de suceder tendrá lugar muy pronto.
Dice Jesús: <Nota cómo en las cuatro bestias descritas por Daniel están anticipados los rangos de los ministros diabólicos del Apocalipsis. Mas es necesario dirigir la mirada mucho más adelante y mucho más arriba. Elevaos de la Tierra cuando meditéis sobre los libros santos; apartaos del momento presente; fijad los ojos en el futuro y lo sobrenatural. Allí está la clave del misterio. Las cuatro fieras son los cuatro errores que precederán el fin, los cuatro errores que serán como horrores para la humanidad y que darán a luz el Horror final.
El hombre era un semi-dios por obra de la Gracia y de la Fe.
Como un águila, como un león, sabía elevarse para moverse libremente en la atmósfera de Dios, allí donde el alma se une en nupcias sobrenaturales con su Señor.
El ateísmo le arrancó al hombre sus alas de águila y su corazón de semi-dios y lo convirtió en animal que camina en el fango. El hombre rechazó la Ley de Dios para abrazar muchas otras doctrinas. De ahí que el hombre, por infernal sortilegio dio a luz a sí mismo bajo forma de oso, es decir, de feroz devorador de sus semejantes.
El horror es cada vez más grande porque en los malditos connubios con Satanás el hombre, engendra monstruos siempre más monstruosos. Son los hijos de su error, del hombre oso, un nuevo monstruo, feroz y falso como el leopardo, al que Satanás dotó de alas múltiples para que lograra dañar más rápidamente.
Satanás es el imitador de Dios. Por lo tanto, también él quiso dar alas a “su” criatura, una humanidad sin Fe y sin Dios. No le dio alas de águila; se las dio de vampiro, para que fuera pesadilla de la humanidad misma y para que velozmente corriera a abatirse sobre sus mismas partes, víctimas de sí mismos, y les sorbiera la sangre.
Satanás convierte al hombre, a quien di mi sangre, en un vampiro que sorbe partes de sí mismo y que, entre tormentos, se procura la muerte, vosotros mismos en diabólica hambre, devoráis partes de vuestro mismo ser, os desangráis, os mutiláis para generar luego las nuevas partes mientras seguís devorando las ya existentes -el transhumanismo- una manía diabólica.
La tercera bestia es el poder, el poder anhelado, impuesto, impulsado hasta el delito. Dado que se trata de poder humano, es decir vendido a Satanás con tal de ser siempre mayor, contra toda ley divina y moral, engendra su monstruo llamado Revolución.
Mueren la honradez, el respeto, la moralidad, la religión, la libertad, la bondad, cuando ese monstruo exhala su hálito infernal sobre una nación. De modo que contagia con su vaho pueblos y más pueblos hasta contagiar al mundo entero; así, sobre los despojos de las víctimas que mató y devoró, sobre las ruinas de las naciones, de las que quedan sólo escombros, prepara la cuna para el monstruo final: el Anticristo.
Ya os he dicho que éste será hijo de la lujuria del hombre; un hijo nacido del connubio entre ella y la bestia. Una bestia indescriptible, de horror espiritual que dice otro santo que al verlo por las calles no se destacará pasará desapercibido el demonio porque toda la sociedad ya se le parece.
Satanás dotará a su hijo para que intoxique a la humanidad, mientras sus labios rebosantes de mentiras la seducirán para lograr que lo adore como a un dios, y, dotado de ojos para leer el pensamiento de los hombres santos, les matará precisamente a causa de tal pensamiento. ¡Oh, santos míos del tiempo final! Si fue heroico el vivir de los primeros santos en medio de las persecuciones del paganismo, el de los últimos santos lo será siete veces siete veces siete. Sólo los que se nutrieron con el pan de la Fe podrán ostentar un corazón de león para afrontar estos tormentos.
