Oré y me fue dada la prudencia; invoqué al Señor y vino sobre mí el espíritu de la sabiduría.» Y la preferí a los cetros y a los tronos, y en comparación con ella tuve en nada la riqueza. No la comparé a las piedras preciosas, porque todo el oro ante ella es un grano de arena, y como el lodo es la plata ante ella. Sab 7:7,9
La inedia (ayuno absoluto)
Dios cuida de sus santos.
San Elías, al que Dios alimentó, mediante uno de sus arcángeles, cuando estuvo retirado viviendo en una cueva y luego multiplicó el aceite y la harina
SAN PABLO, el Ermitaño, vivió solo en el desierto por mas de 60 años, cada día venía un cuervo y le traía medio pan, San Antonio Abad, fue a conocerlo Y en ese momento llegó el cuervo trayendo un pan entero. Entonces Pablo exclamó: «Mira cómo es Dios de bueno. Cada día me manda medio pan, pero como hoy has venido tú, el Señor me envía un pan entero.»
San Onofre, también vivió 60 años en el desierto, Dios hizo que la palmera que le daba sombra produjese dátiles a diario y que un ángel le suministrase vino.
Pero hay casos mas extremos en la historia de la iglesia católica, se han registrado muchas veces fenómenos de inedia o ayuno absoluto durante un tiempo muy superior al que resisten las fuerzas naturales.
la Bienaventurada Angela de Foligno (f 1309) estuvo doce años sin tomar ningún alimento;
Santa Catalina de Siena (1347-80), ocho años;
la Bienaventurada Elisabeth de Reute (f 1421), más de quince años:
Santa Ludwina de Schiedman (1380-1433), veintiocho años;
el Bienaventurado Nicolás de Flüe (1417-87), veinte años;
la Bienaventurada Catalina de Raconixio (1468-1547), diez años.
Rosa María Ándriani (1786-1845), veintiocho años;
Domenica Lazzari (1815- 1848) y Luisa Lateau (1850-1883), catorce años.
Ana catalina emmerick Durante tres años, entre 1813 y 1816, sólo se alimentó de agua fresca y la comunión diaria.
LUISA LATEAU No tomó comida alguna durante doce años. Dejó su cuerpo el 25 de agosto de 1883.
ALEJANDRINA DA COSTA de portugal Durante los últimos trece años de su vida, comió ni bebió nada, alimentándose únicamente de la Eucaristía.
Marie-Julie Jahenny sufrió ataques sobrenaturales del demonio y recibió el don de profecía, tuvo los estigmas. Vivió sin otra comida que la Eucaristía durante los 5 últimos años de su vida, hasta 1941.
A Teresa Neumann, Sólo se le daban unas gotas de agua al recibir cada día la sagrada comunión. Y desde septiembre de 1927 el párroco Naber ni siquiera ya esas gotas. hasta el final de su vida, es decir, a lo largo de 35 años, se mantuvo sin ningún alimento ni bebida alguna.
Luisa picareta, Vivio 64 años de la Eucaristía como único alimento. Mientras dios le dictaba el libro del cielo.
Marta Robin participaba de los sufrimientos de la Pasión, manifestándose en su cuerpo los estigmas, vivió sin comer ni beber, solo tomando la Comunión diaria durante 52 años.
La fisiología y patología humanas han demostrado plenamente que el hombre no puede naturalmente sobrevivir a una abstinencia total de alimentos prolongada durante algunas semanas.
En 1831, el bandido Granié, condenado a muerte, rehusó todo alimento, salvo un poco de agua; murió al cabo de sesenta y tres días en convulsiones. No pesaba más que 26 kilos.
Orlando Zapata Tamayo murió de hambre en febrero de 2010 el disidente de la dictadura cubana protagonizó una huelga de hambre de 86 días mientras se encontraba encarcelado, que le condujo a su fallecimiento.
El lord alcalde de Cork—Mac Swiney—-, se dejó morir de hambre como protesta por la dominación inglesa sobre Irlanda. Su agonía, en el curso de la cual tomó solamente líquidos, duró aproximadamente dos meses y medio (setenta y tres días).
De estos y otros datos similares se desprende que la vida humana no puede prolongarse en inedia absoluta más allá de diez o doce semanas.
¿Cómo se explican, pues, aquellos ayunos de los santos prolongados por meses y años enteros, no solamente sin morir, sino incluso sin perder peso y sin que su salud se quebrantara por ello? Ante todo parece que es preciso rechazar todo intento de explicación puramente natural.
Notemos, que los santos y personas piadosas que practicaron tales ayunos no solamente no llevaban una vida aletargada y somnolienta, sino, al contrario, llena de vitalidad y dinamismo, con poquísimas horas de descanso o sueño.
La Iglesia no tiene en cuenta el ayuno prolongado—aunque se haya comprobado plenamente—para decidirse a una beatificación o canonización.
Es preciso comprobar la duración del ayuno, la conservación de las fuerzas físicas y morales, la ausencia del hambre en plena salud y la exclusión de toda causa morbosa del ayuno. Y, sobre todo, es necesario estar seguro de la santidad del ayunador, de la heroicidad de sus virtudes, de sus dones sobrenaturales de éxtasis, etc., que suelen casi siempre acompañar a estos fenómenos portentosos cuando son sobrenaturales.
El ayunador debe, además, no ser sostenido durante su largo ayuno sino por la recepción de la Sagrada Eucaristía y debe cumplir puntualmente todos sus deberes. Únicamente cuando se reúnan todas estas circunstancias podrá juzgarse el fenómeno como verdaderamente sobrenatural y milagroso, desde el punto de vista teológico, por una especie de incorruptibilidad anticipada de los cuerpos gloriosos, que suspende la ley del incesante desgaste de los órganos.
