Los primeros 3 siglos después de Cristo fue el periodo de persecuciones mas sanguinarias, incluyendo la destrucción de Jerusalén en el año 70 y los asesinatos en masa perpetrados por el Imperio Romano. Sin embargo, a riesgo de su propia vida en este periodo hubo historiadores que registraron los eventos misteriosos, sobrenaturales y religiosos, que nos hablan de la adoración a un Mesías. En el 221, en la obra Chronographiai, Sexto Julio Africano registra el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Jesús. También la oscuridad de crucifixión que se registró en Egipto donde las gallinas entraron a los corrales.
Solo 12 años después del edicto de Milán, el Concilio de Nicea en 325 y la Iglesia alejandrina registran el día de la natividad sin temor a ser asesinados.
La Octava de Navidad, es la celebración litúrgica en la que se contempla el misterio de la encarnación del hijo de Dios.
Una tradición que tiene sus raíces en el Antiguo Testamento.
Dios hace unos 4000 años hizo una alianza con Abraham y su descendencia, cuyo signo es la circuncisión en el octavo día después del nacimiento, nos dice Gen 17,10. El diluvio habia ocurrido unos 500 años antes y el exodo de Egipto unos 500 años despues. Fue cuando Moises recibió La Ley que era un “evangelio preparatorio” e incluía los principios de arrepentimiento, remisión de pecados y la ley de mandamientos carnales.
Exodo 24 15 Subió, pues, Moisés al monte, al cual cubrió luego una nube. Y la gloria del Señor se manifestó en la cima de Sinaí , cubriéndola con la nube por seis días; y al séptimo le llamó Dios de en medio de la nube oscura. Y habiendo entrado Moisés en medio de aquella niebla, subió a la cima del monte, en donde estuvo cuarenta días y cuarenta noches.
Desde entonces la octava (ocho días) ha sido tradición del Pueblo de Dios. Por eso Jesús, como todo judío, fue circuncidado en el octavo día. En ese día recibe su nombre: «Jesús» Lc 2,21. Y recordemos que resucitó; «El “octavo día”, que sigue al sábado Mc 16, 1; Mt 28, 1, significa la nueva creación inaugurada con la resurrección de Cristo. Para los cristianos vino a ser el primero de todos los días, la primera de todas las fiestas, el día del Señor el “domingo”» (CIC 2174).
Si la primera creación terminó en el séptimo día, en el octavo comenzó la “nueva creación”, es decir, la creación redimida por Jesús (CIC 349). La Iglesia nos enseña que nosotros estamos viviendo ese «octavo día»; en otras palabras, estamos viviendo la época de la redención traída por Jesucristo. “Ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará” (Apoc 22, 5). Por eso, los cristianos celebramos el misterio de la Pascua cada ocho días, domingo a domingo. El domingo es el Dies domini, el día del Señor CIC 1166.
Los Padres de la Iglesia en el siglo II se refieren al Domingo como el «octavo día». La epístola de Barnabás dice que «celebramos la fiesta gozosa del octavo día en que Jesús fue resucitado entre los muertos». Justino mártir escribe que el octavo día posee «una importancia misteriosa».
La Navidad y la Pascua de resurrección se celebran con su octava.
Durante la octava también se celebran, en tres días consecutivos, tres fiestas:
San Esteban, el 26 de diciembre. Mártir. Representa aquellos que murieron por Cristo voluntariamente.
San Juan Evangelista, el 27 de diciembre, representa aquellos que estuvieron dispuestos a morir por Cristo pero no los mataron. San Juan fue el único Apóstol que se arriesgó a estar con La Virgen al pie de la cruz. Y no se conocen sus reliquias…
Los Santos Inocentes, el 28 de diciembre, representan aquellos que murieron por Cristo sin saberlo.
El domingo después de la Navidad celebramos la Sagrada Familia, modelo de toda familia en la tierra.
El primer día del año , la festividad de María Madre de Dios, terminando así la octava.
El 6 de enero es la fiesta de la Epifanía o manifestación del Señor a los Reyes Magos. (En muchos lugares la Epifanía se traslada al domingo entre el 2 y el 8 de enero).
La temporada de Navidad termina con el bautismo del Jesús, el 13 de enero (Vetus ordo); Ó el Domingo después de la solemnidad de la Epifanía del Señor (Novus ordo)
El ciclo litúrgico llamado Tiempo de Navidad, abarca desde el 25 de diciembre, fiesta del Nacimiento del Salvador, hasta el 2 de febrero, fiesta de la Purificación, comprendiendo, por lo tanto cuarenta días de gozo, por el Nacimiento del Señor, en Belén; su infancia y vida oculta, en Nazareth; y las primeras manifestaciones del mismo a los hombres. Siguiendo lo prescrito por la Ley Mosaica.
A los 40 días de su nacimiento, Jesús fue presentado en el Templo, al mismo tiempo que su madre realizaba la ceremonia de la purificación. En la tradición judía, las madres tenían que esperar cuarenta días después del parto para purificarse y, hasta entonces, no podían presentar al bebé ante las autoridades religiosas. Este ritual se materializaba con una oferta y bendición de velas de cera. Es una de las fiestas más antiguas de la Virgen, la fiesta de la candelaria.
El primer período de Navidad, quince días hasta la Epifanía o manifestacion de los reyes magos y el segundo Período de la Epifanía va hasta el Domingo de Septuagésima, el noveno domingo antes de la Pascua, en el cual se deja de decir el cántico al Señor, “Aleluya”, que, de ahí en adelante se omite hasta la Pascua y se conoce como el entierro del Gloria por el tiempo pascual.
Este primer período es una fiesta no interrumpida en torno a la cuna de Belén, donde la Iglesia contempla y celebra embelesada los encantos y grandezas del Divino Infante, y también las alegrías y excelencias de la Virgen Madre.
El segundo período ensancha más el horizonte litúrgico y pone de relieve las manifestaciones del Hijo de Dios principalmente en el misterio de la Adoración de los Reyes Magos, en el de su Bautismo, y en su primer milagro, en las bodas de Caná.
Toda esta temporada es de alegría, es la primera Pascua, pero no de una alegría desbordante y triunfal, como la de Pascua de Resurrección, sino reposada y sonriente. Porque el Mesías se ha encarnado, la segunda pascua, la de Resurrección es exultante, porque es el mayor milagro a los ojos de los Hombres, resucitar de entre los Muertos.

