El nombre de Jesús es un nombre inventado en el Cielo y traído de allí por el Ángel Gabriel, para comunicárselo a la Virgen en el instante de la Anunciación: Darás a luz un Hijo y le pondrás por nombre Jesús, los nombres impuestos por el Cielo siempre significan un don gratuito otorgado por Dios. Siendo en Cristo este don de la gracia. La salvación de los hombres, Jesús, quiere decir Salvador.
«No hay salvación en ningún otro, pues debajo del cielo no hay otro nombre dado a los hombres por medio del cual podemos salvarnos», (Hechos 4,12).
En la Anunciación, el arcángel Gabriel le dijo a María: «No temas, María, porque has hallado gracia cerca de Dios. He aquí que vas a concebir en tu seno, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado el Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reinado no tendrá fin» (Lucas 1, 30-33).
Gregorio X, en 1274, confió a la Orden de Predicadores, la predicación de la devoción que derrama dulzura sobre los corazones, reverenciar de una manera particular ese Nombre que está por encima de todos los nombres. Propagar la devoción y culto del Nombre de Jesús contra la blasfemia y profanación de los días festivos.
El nombre de Jesús le fue revelado más tarde a San José, con estas palabras del ángel: «José, hijo de David, no temas recibir a María tu esposa, porque su concepción es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt.1, 21-25).
San Bernardino de Siena (1380-1444), de la Orden de los Frailes Menores, que ideó y propagó la costumbre de representar el Santo Nombre de Jesús abreviado en sus tres primeras letras, JHS, que son las de Jesús en griego, ΙΗΣΟΥΣ (Iesus)
San Francisco escribió, «ningún hombre es digno de decir Tu Nombre». Luego, San Bernardo escribió sermones enteros sobre el Nombre de Jesús y dijo: «Jesús es miel en la boca, melodía en el oído, un canto de delicia en el corazón». San Buenaventura exclama, «Oh, alma, si escribes, lees, enseñas, o haces cualquier otra cosa, que nada tenga sabor alguno para ti, que nada te agrade excepto el Nombre de Jesús».
El arraigo popular de la fiesta del santo nombre de Jesús proviene del encuentro de la santa Cruz por parte de Santa Helena.
En el Nombre de Jesús doblan la rodilla todos los habitantes del Cielo, de la Tierra y del Purgatorio, y hasta del Infierno.
En Colombia se acostumbra a elaborar cruces de mediano tamaño con hojas secas o flores, y en el viejo Caldas y Antioquia existe la tradición de conmemorar el «Día de los Mil Jesuses», que consiste en repetir mil veces el nombre de Jesús, asi que Dios los protegerá durante todo el año, adornando cruces con cintas, para expresar, de forma alegórica, el deseo de quitarle a Jesús el dolor de su crucifixión.
INDULGENCIA PLENARIA AL PRONUNCIAR EL DULCE NOMBRE DE JESÚS
Es Tradición Católica en la hora de la muerte, pronunciar con los labios o el corazón el Dulcísimo Nombre de Nuestro Salvador, que nos puede alcanzar la muy necesaria Indulgencia Plenaria; para ello, debemos cumplir las siguientes disposiciones:
– Primero, las mismas condiciones requeridas para ganar cualquier indulgencia: es decir, la persona debe estar en estado de gracia cuando se gane la indulgencia y debe tener la intención de ganar la indulgencia.
– Segundo, debe resignarse completamente a la voluntad de Dios al estar muriendo.
– Tercero, debe pronunciar el Santo Nombre de Jesús con sus labios, si es posible, y si no fuere capaz de hablar, al menos debe invocar el Santo Nombre de Jesús en su corazón.
La Congregación de Indulgencias la expidió el 22 de septiembre de 1892 para ganar la indulgencia plenaria in articulo mortis.
La invocación de los Mil Jesús
“Esta devoción consiste en invocar el Nombre de Jesús mil veces para derrotar de las casas a las huestes del mal”.
El ritual de los mil Jesús comienza rezando el acto de contrición para luego seguir con un Padre Nuestro y finalmente con la ayuda de una camándula, se empieza a repetir Jesús, Jesús, Jesús.
En cada decena se repite una de las siguientes frases:
“Renuncia Satanás, que conmigo no contarás porque el Día de la Santa Cruz dije mil veces Jesús, Jesús…”.
“Si a la hora de mi muerte el demonio me tentara, le diré que no tiene parte de mí, porque el día de la Santa Cruz dije mil veces: Jesús, Jesús…”.
“Santísima Cruz, mi abogada has de ser, en la vida y en la muerte me has de favorecer. Si a la hora de mi muerte el demonio me tentare, le diré: Satanás, Satanás, conmigo no contarás ni tendrás parte en mi alma, porque dije mil veces Jesús”.
“Satanás a mi casa no entrarás, en nuestros corazones no reinarás porque el Día de la Santa Cruz diremos mil veces: Jesús, Jesús…”.
Se pasan todas las cuentas del rosario diciendo Jesús, Jesús, Jesús… (50 veces) y cuando haya terminado de contar un rosario completo con un granito se va sumando y se dice un Gloria, un Padrenuestro y la oración inicial. Y se vuelve a repetir hasta que se acaben los granitos.
Cuando se hayan contado los 20 rosarios, se terminan los mil Jesús.
ORACIÓN FINAL:
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, Jesús, Jesucristo.
Jesús, mi Jesús por siempre.
Jesús, Jesús en mi vida, Jesús, Jesús en mi muerte.
Dulce Jesús, sé mi Jesús y sálvanos.

