Ejemplo de buenos matrimonios bíblicos, fueron Abraham y Sara. El Apóstol San Pedro, dice en su Primera Carta, capítulo tercero, que no se contentaba Sara con llamar a Abraham marido, sino que le llamaba señor y le obedecía con humildad.
Isaac y Rebeca fueron otro par de buenos casados, mostrándose ella en su presencia vergonzosa y humilde, y él no admitiendo en su compañía otra mujer, como otros Patriarcas las admitieron, contentándose con ella sola. Génesis, 18 y 24
No quiero poner por ejemplo de buenos casados a Adan y Eva, aunque ellos fueron santos y se salvaron, pues ella le fue ocasión del grave mal y daño en que incurrió con su pecado, solicitándole a que comiese de la fruta del árbol vedado, y así pecase.
Ni a Salomón, aunque quiso tanto a sus mujeres que antepuso su amor al de Dios, atreviéndose a ofenderle con pecados de idolatrías por agradarlas a ellas, adorando sus ídolos y falsos dioses.
La biblia esta llena de lecciones sobre lo que debe ser el matrimonio y la vida de pareja.
El libro de Tobías trata de la vida familiar, la muerte y la sexualidad, una joven desespera después de haber perdido sucesivamente siete maridos en la noche de bodas. Dios se apiada y la ayudará a través de un ángel. Una parte de la tarea es del hombre; la otra, es aportada por la guía sobrenatural. Los personajes humanos aparecen necesitados y débiles, frente a la iniciativa y creatividad del personaje sobrenatural, Rafael. Tobías, con su virtud la salvará del maleficio.
Elcana amaba a Ana, ella lloraba por no haber podido darle hijos, pero aun así él seguía amándola, en los tiempos antiguos no tener hijos era casi considerado una maldición y que Elcana haya decidido quedarse con ella y amarla aun sin hijos es de mucho valor. Elcana tenía otra esposa llamada Penina de la cual sí tenía hijos, pero aun así su amor era hacia Ana.
«Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?», 1 Samuel 1:8.
Elcana prestó atención a su esposa que se encontraba en desesperación, no podemos dejarlos solos en el sufrimiento, debemos acompañarlos durante él y mostrarle que cuentan con nuestro apoyo.
La relación entre Oseas y Gomer es la que más se asemeja a la relación de Dios para con el hombre. Aunque Gomer se marchó y estuvo con otros hombres, Oseas continuó amándola y la perdonó. Nosotros nos vemos reflejados tras este espejo al igual que el pueblo de Israel, hemos sido infieles para con Dios, pero su amor por nosotros permanece fiel y nos perdona y nos sigue mostrando su amor.
“ El Señor me dijo. -Anda de nuevo, ama a una mujer amada de otro y adúltera, como ama el Señor a los hijos de Israel, a pesar de que ellos vuelven el rostro a dioses extraños y gustan de las tortas de uvas pasas. Me la compré por quince siclos de plata y un jómer y un létec de cebada. Y le dije. -Por mucho tiempo vivirás conmigo. No te prostituirás, ni estarás con ningún hombre, y yo obraré lo mismo respecto de ti.
El Nuevo testamento cambia radicalmente, la relación es distinta, la “nueva” familia ha sido instituida con el ejemplo de la sagrada Familia, una institución perfeccionada por Jesús, el Mesías. Con la virgen empieza el monacato. San José varón justo es el primer Monje.
Han sido instituidos los sacramentos todo ha sido renovado, san Pablo es Obispo, el oficio levítico pasa a la familia y se funda el orden sacerdotal, ya no se abstendrán durante una semana de mujer, ahora serán célibes, como la virgen, san José y el Propio Jesús, san Juan o San pedro que era viudo.
Veamos una familia del nuevo testamento. Priscila y Aquila eran fabricantes de tiendas, nativos de Roma, que trabajan juntos por el bien de la iglesia y la causa del reino. Se hace referencia a Priscilla y a Aquila en cuatro libros diferentes del Nuevo Testamento. Priscila y su esposo aparecen primero en Hechos 18. Habían llegado a la ciudad griega de Corinto como refugiados de la purga de Roma por parte del emperador Claudio y la pareja instaló ingeniosamente un negocio de fabricación de tiendas en Grecia. Las primeras iglesias según algunos…
Fue allí donde se encontraron por primera vez con el apóstol Pablo. Más tarde, Pablo destacará que llegó a Corinto «con debilidad, con timidez y temblor» (1 Corintios 2:3). Pero Priscila y Aquila lo incorporaron a su lugar de trabajo, proporcionándole un empleo valioso que facilitó las actividades misioneras del apóstol. I Tesalonicenses fue escrito mientras Pablo estaba en Corinto. Posiblemente en la casa de Aquila y Priscila. trata el tema de la esperanza del creyente en Cristo y, en su segunda venida. Pablo instruye a los creyentes a prepararse para el día del Señor, porque llegará «como ladrón en la noche». Alli da una regla de Vida, “Procurad que ninguno vuelva a otro mal por mal; sino tratad de hacer siempre bien unos a otros, y a todo el mundo.
Vivid siempre alegres. 1Ts 5:15,16
Después de «algún tiempo» en Corinto, Pablo decidió regresar a Siria. Priscila y Aquila, acompañaron a Pablo a través del mar Egeo hasta Éfeso, donde continuaron su ministerio. Hechos 18:24 señala que fue en Éfeso donde conocieron al evangelista egipcio llamado Apolos. Si bien Apolos era «un hombre erudito» que hablaba «con precisión» y «con gran fervor», su conocimiento del camino de Dios era incompleto (18:24). Al reconocer la oportunidad de invertir en este joven líder, Priscila y Aquila lo invitaron a su casa y le brindaron una instrucción más profunda. Pablo señala que Priscila y Aquila «arriesgaron la vida por mí» (16:4). «expusieron sus propias gargantas al cuchillo».
En 1 Corintios 16:19, están con Pablo, y en 2 Timoteo 4:19, testamento de san Pablo, una palabra final de correspondencia afectuosa con la pareja, que evidentemente ha regresado a Éfeso.
«El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí: y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí» Mt 10,37
Ya no hay diferencia entre judío y griego, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer, porque todos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús.
Si vosotros sois de Cristo, sois también descendencia de Abrahán, herederos según la promesa. Gál 3:28
Mujeres, estad sujetas a los maridos, como es debido, en lo que es según el Señor. Col 3:18
subordinados unos a otros por el santo temor de Cristo. Efe 5:21
No volviendo mal por mal, ni maldición por maldición, antes al contrario, bienes o bendiciones; porque a esto sois llamados, a fin de que poseáis la herencia de la bendición celestial. 1Pe 3:9
Estad siempre unidos en unos mismos sentimientos y deseos, no buscando cosas altas, sino acomodándoos a lo que sea más humilde. No queráis teneros dentro de vosotros mismos por sabios o prudentes. Rom 12:16
Sed, pues, vosotros, perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto, imitándole en cuanto podáis. Mat 5:48
Dos santos ermitaños, después de haber servido a Dios fielmente toda la vida, y siendo ya viejos, pidieron a su Majestad diversas veces que les declarase para consuelo suyo con quién los igualaba en merecimiento de los que vivían de presente, y un día oyeron una voz, que les dijo:
-Cerca de aquí, en Egipto, está una villa, y en ella viven dos casados llamados Eucario y María; mucho será si llegáis a su merecimiento.
Fueron a buscar los casados y llegaron | a una humilde casa, donde la mujer estaba. Preguntáronle por su marido, y respondió que era pastor y que estaba apacentando su ganado. Aguardáronle, y siendo tarde vino con las ovejas, y viendo a los benditos ermitaños, con grande caridad y con mucho amor les lavó los pies y les puso la mesa, rogándoles que se sentasen y comiesen. Respondiéronle:
-Ninguna cosa comeremos si primero no nos das cuenta de tu vida.
Eucaristo, con mucha /(164r)/ humildad, respondió:
-Yo soy pastor de ovejas, y ésta es mi mujer.
-Más queremos saber de lo que dices -añadieron los ermitaños-. Rogámoste que nos lo declares.
Escusávase el buen hombre con mucha humildad, hasta que le dijeron que Dios los avía enviado a él, y oyendo esto, Eucaristo temió, y dijo:
-Estas ovejas tenemos de nuestros padres, y las ganancias y mejoras dividámoslas en tres partes: una damos a pobres, otra a peregrinos, y la tercera nos sirve de sustento. Desde que nos casamos vivimos en una casa, y nunca de noche nos abemos visto juntos, y así los dos permanecemos vírgenes. A la noche nos vestimos dos sacos, y cada uno duerme a su parte. De día nos ponemos el vestido que veis, y de lo dicho hasta hoy no abemos dado cuenta a persona alguna. Vivimos en paz y conformidad.
Oyendo esto, los ermitaños glorificaron a Dios y volvieron a sus ermitas. Lo dicho es del De Vitis Patrum.
[2] Navegando cierto mercader caudaloso, padeció naufragio y perdió su hacienda, y mucha otra ajena de diversos acreedores, los cuales le echaron preso, secuestrándole los bienes que en su casa tenía, sin perdonar los vestidos y joyas de su mujer. La cual se fue a la cárcel donde el marido estaba y lloraba con él su miseria, sin tener con qué sustentarle, ni de sólo pan. Estando un día lamentándose, entró en la cárcel un hombre rico para dar limosna a los presos, y vista la mujer, que era muy hermosa, aficionósele. Hízola ir por orden del carcelero a un aposento apartado y preguntóle quién era y la ocasión por que estaba en aquella cárcel. Ella le dio cuenta de su vida y trabajo, y oído por él, díxole:
-Yo te pagaré tus deudas si cumples con el amor y afición que te tengo.
A esto respondió la mujer:
-Sabido he, señor, que dice el Apóstol San Pablo que la mujer casada no tiene poderío en su propio cuerpo, sino su marido. Déjame que yo le hable, y lo que él quisiere que haga, | haré.
Habló al marido, no sin derramar muchas lágrimas, considerando a qué punto avían venido, que la necesidad los forjase a poner en plática una cosa tan mala y detestable. Mas, siendo el marido hombre de honra y muy prudente, junto con temer a Dios, no pudo en él tanto la esperanza de salir de la cárcel, que diese
lugar a tal pecado y bajeza, y así dijo a la mujer:
-No des oído, hermana, a cosa tan mala. Despide ese hombre, que yo espero en el Señor que al fin nos tiene de remediar.
Y con esto sus ojos se tornaron fuentes y dio algunos profundos gemidos. Fue la mujer al otro, que esperaba respuesta, y doble:
-Mi marido no quiere;
y dexóle. Antes de esto estaba preso en aquella misma cárcel un famoso ladrón, y tenía su aposento junto al del mercader, con una ventana que se podían ver y hablar ambos. Oyó toda la plática y resolución de los dos casados, y dolióse de ellos, alabando su casto propósito y no dejando de admirarse en que hubiese estimado en más la virtud que el dinero, y la castidad, que la libertad.
-Bien al contrario -dice- de lo que yo he hecho, que por enriquecerme he quitado a muchos las vidas, y ahora pierdo la vida y lo adquirido en robos.
Hablóles desde la ventana, y díxoles:
-Yo he sido ladrón y he muerto mucha gente, y espero de una hora a otra que me han de justiciar y quitar la vida. He oído vuestra determinación prudente y casta y heme compungido. Por tanto, iréis a tal parte de la ciudad, y hallaréis debaxo de tierra una suma grande de dinero que yo robé, cuyos dueños yo maté, y no se puede averiguar a quién se deba restituir. Aprovechaos de ello; pagad vuestras deudas, vivid con lo restante y rogad a Dios por mi alma, para que, en saliendo de esta vida, alcance de él misericordia.
No pasaron muchos días, que el ladrón fue sentenciado a muerte por la justicia. Habló la mujer al marido, y díjole:
-Si me das, señor, licencia, iré al /(164v)/ lugar que nos dijo el ladrón y veré lo que en él ay.
Respondióle:
-Haz, hermana, lo que te pareciere.
La mujer fue de noche con un pequeño azadón, y cavando donde el ladrón dijo, halló una olla bien cubierta. Llevóla de allí y guardóla en lugar seguro, y usando de mucha prudencia iba sacando de ella poco a poco el dinero, y daba, ya a un mercader, ya a otro, porque pareciese que le prestaban el dinero. Pagó toda la deuda; sacó a su marido de la cárcel y vivieron de lo restante, dando ejemplo el hecho de la fidelidad de dos buenos casados temerosos de Dios. Y débase entender que la mujer no fue al marido con intento de que, dándole licencia, fuera mala, sino por librarse de aquel hombre importuno, y cierta de que respondería lo que respondió. Lo dicho es del Prado Espiritual, capítulo ciento y ochenta y nueve.
[3] Dominico Catalusio, príncipe de Lesbos, mostró amar a su mujer grandemente, en que enfermando ella de lepra asquerosa, y estando su cuerpo hecho una llaga, despidiendo de sí podre y un pestilencial hedor, nunca apartó mesa ni cama, porque la caridad conjugal le quitó el temor de ser inficionado de ella, y le hizo que no sintiese el mal olor, sino que la tenía por propria carne suya, como es proprio de casados. Refiérelo Fulgoso, libro cuarto.
[4] Siendo señor de Parma Gisberto Corrigiese, los parientes de su mujer levantaron conjuración contra él, y fue de manera que le convino irse huyendo de la ciudad. Rolando Roscio, hermano de la mujer, quiso llevarla a su casa y quitarla de entre soldados y hombres de guerra, donde estaba, mostrando grande esfuerzo en favor del marido. La cual, oyendo lo que el hermano le decía, mirándole airadamente y llamándole traidor, le dijo:
-No quiera Dios que yo entre en casa donde me profane y manche, habiéndose ordenado en ella tan grande traición contra pariente y su bienhechor, ni coma pan que los perros hambrientos por no participar | de la mácula de traición evitarían. Antes pienso irme con mi marido, a quien engañaste dándole a mí por mujer, y pondréme delante de él para que en mí tome de ti venganza.
Dicho esto, los pies descalzos y los cabellos sueltos, se fue a Castro Novo, donde el marido estaba, y derribada delante de él le pidió llorando que con su muerte vengase la injuria que su hermano Rolando le avía hecho. Refiérelo Eborense.
[5] En la ciudad de Austum, de la Alta Borgoña, avía un varón claro en linaje, rico y letrado, llamado Reucio. El cual, cuando mozo, se casó con una doncella de las mismas prendas que él tenía, y con ella vivió en castidad algunos años ejercitándose ambos en obras virtuosas y santas. Vino a que la mujer cayó enferma, y, estando cercana a la muerte, pidió con mucha instancia a Reucio, su marido, que en su muerte le sepultasen donde ella estaría sepultada, porque estuviesen juntos en una sepultura aquellos a quien conservó el amor de la castidad puros y sin mácula. Él se lo prometió. Y, siendo ella muerta, como él quedase viudo y ejercitase en lo que de primero y con más fervor, vacando el obispado de Austum, fue electo en obispado, y en esta dignidad, administrándola sanamente, acabó la vida. Los de Austum trataron de sepultarle en su iglesia catedral, mas, al levantar el cuerpo, no fueron posibles fuerzas humanas para moverle, y estando dudosos de lo que harían, un viejo dijo que su mujer le avía conjurado al tiempo de su muerte que se sepultase en su sepulcro. Oído esto, con facilidad levantaron el cuerpo para llevarle a donde la mujer estaba. Y al tiempo de ponerle en la sepultura, el cuerpo habló y dijo:
-Acuérdate, dulcísima mujer, de lo que me pediste. Recibe el cuerpo cuya compañía casta gozaste.
Y diciendo esto, el sepulcro tembló, y los huesos de la mujer se llegaron por sí mismos a una parte, y dieron lugar al santo obispo. Es del mismo Eborense.
[6] Un labrador del reino de Nápoles, /(165r)/ teniendo su casa cerca del mar, y saliendo corsarios a tierra, capturándole la mujer, sin verlo él por estar ausente. Cuando volvió y entendió lo que pasaba, teniendo por cierto que la mujer iba en una galera que estaba apartada de tierra, llegó a nado a ella, y dijo en voz alta:
-Lleváis mi mujer, pues llevadme a mí con ella.
Admirándose los corsarios de ver prendas de amor tan grandes en hombre que desmenuzaba terrones. Lleváronle captivo con la mujer y presentáronlos al rey de Túnez, refiriendo el caso, que fue para él tan nuevo y bien recibido, que les dio libertad y hacienda con que vivieron muy contentos, siendo él hombre de su guarda. Díselo Fulgoso, libro cuarto.
[7] El mismo Fulgoso escribe que en su tiempo Cecilia Barbádica Veneciana, muerto su marido, Filipe Vendramino, tuvo tal sentimiento, que ni por ruegos ni por amonestaciones de parientes quiso comer cosa alguna, hasta que murió. Fue muestra de mucho amor, y si dejó de comer pudiendo, no fue sin culpa.
[8] En la ciudad de Parma, en Italia, residían dos casados nobles, pasando su vida | en grande amor y conformidad. El marido tenía enemigos, los cuales entraron de noche estando los dos acostados en su cama, y quisieron matarle. Hiriéronle, aunque livianamente, más dejóse caer de la cama y pudo irse del aposento. Comenzaron a herir a la mujer, pensando ser el marido, la cual, pudiendo dar voces, y ya que no de otra manera con declararse que era ella la que herían, la dejaran sin duda, porque sólo con él tenían el enojo, mas, temiendo ella que, si hablaba y se declaraba, seguirían al marido y le matarían, escogió antes ser ella la muerta, por el amor grande que le tenía, y así quedó herida de muerte, huyendo sus matadores. Volvió luego el marido, y sólo pudo dar los últimos abrazos a su querida mujer, sintiendo su muerte como si fuera la propria suya y quedando con grandísimo quebranto por perder prenda tan de estimar. Y si hizo por conservar la vida y no se dejó morir de pena y quebranto, fue por vengar aquella muerte, como la vengó por justicia de todos los homicidas. Refiere lo dicho Juan Baptista Giralo, en el Diálogo de Amor. |
EXEMPLOS ESTRANJEROS
[3] En dos batallas fue vencido el rey Darío de Persia por el Magno Alexandre. Y con perder la mayor parte de su estado y no pequeña de sus riquezas, ninguna señal mostró de tristeza, hasta que fue certificado de que su mujer no aparecía. Lloraba y daba voces como hombre fuera de juicio. Consolóse algo viniéndole nueva que estaba viva en poder de Alexandre, mas, viniendo después otro mensajero, y afirmándole que era muerta de parto, hizo muy mayor sentimiento, llorándola sin consuelo alguno. Y fue señal que la amaba más que riquezas ni reino. Refiérelo Sabélico, libro tercero.
[7] Hipsicratea Reina, mujer del rey Mitrídates, fue tan apasionada en amarle y serle fiel, que por andar de ordinario él en guerras, se cortó el cabello y en traje de varón con armas y caballo andaba siempre a su lado. Y siendo el marido vencido de Pompeyo, y huyendo por extrañas tierras y gentes, ella le acompañó y le fue singular consuelo en sus trabajos y aflicciones. Díselo Valerio Máximo, libro cuarto.
[9] San Jerónimo, escribiendo contra Joviano, dice de Lecostene, hija de Moción Areopagita, que, muerto su marido, importunada se casase con otro, dijo que /(166r)/ no podía hacerlo, porque, aunque su esposo para otros era muerto, para ella todavía era vivo, teniendo siempre en su corazón fresca su memoria. Y porque no la hiciesen fuerza a casarse, se privó de la vida.
[11] Triaria, mujer de Lucio Vitelo, armada seguía en la guerra a su marido y cuando se daba alguna batalla, como fue en Terracina, que el Vitelo acometió de noche, ella se vio entre lanzas y espadas hiriendo y matando sin que diese ventaja a otro valiente soldado, y todo lo hacía porque tenía su pecho mujeril encendido con el amor de su marido Vitelo. Es de Fulgoso, libro cuarto.
libro cuarto.
Los indios se casan con muchas mujeres y muriendo el marido entraban ellas en contienda delante del juez y alegaban sobre cuál era la más querida, y la que salía victoriosa con la causa iba muy alegre a donde estaba el cuerpo del marido, que solían incinerarle, y se echaban con él en la hoguera. Dízelo Valerio Máximo, libro segundo.
