Divinae sapientiae es una encíclica católica escrita en 1880 por el papa León XIII sobre el tema del matrimonio cristiano. Fue considerada la predecesora a Casti connubii de 1930 de Pío XI.
La misión de Cristo, el hombre Dios al encarnarse fue restaurar al hombre en el orden sobrenatural. Esto debería beneficiar al hombre también en el orden natural; primero, el individuo; y luego, la sociedad humana. Habiendo establecido este principio, la encíclica trata del matrimonio cristiano que santifica la familia, la base de la sociedad.
El sexto día de la creación, habiendo hecho al hombre del barro de la tierra, y habiendo soplado en su rostro aliento de vida, le dio compañía, a quien tomó del costado de Adán. Es decir que hemos sido creados para tener relación de pareja que crezca y se multiplique y para que no estemos solos.
El Concilio de Jerusalén reprobó el amor licencioso y libre. El incestuoso corintio fue condenado por la autoridad de san Pablo. En el mismo comienzo de la Iglesia cristiana fueron rechazados y derrotados, los esfuerzos de los muchos que apuntaban a la destrucción de la Iglesia, el matrimonio, y la familia, como los gnósticos, maniqueos y en nuestro tiempo los herejes y comunistas”
» No sólo… fue instituido el matrimonio para la propagación de la raza humana, sino también para que las vidas de maridos y esposas pudieran ser mejores y más felices «.
Cuán grande es la dignidad del casto matrimonio, que, habiendo Cristo, tomado la carne del hombre caído, quiso incluir el designio de redimirnos, elevando a sacramento de la Nueva Ley el matrimonio y la familia católica, encomendando su cuidado a la Iglesia. Es decir que a partir de la familia católica nace o surge la sociedad cristiana, que hoy quieren destruir
Casti connubii, íncipit
«el matrimonio no fue instituido ni restaurado por obra de los hombres, sino por obra divina»
«sus leyes no pueden estar sujetas al arbitrio de ningún hombre, ni siquiera al acuerdo contrario de los mismos cónyuges».
«no se realiza sin el libre consentimiento de ambos esposos […] pero está totalmente fuera de los límites de la libertad del hombre, la naturaleza del matrimonio.
San Agustín, identifica los tres bienes del matrimonio: «la prole, la fidelidad y el sacramento»
Dios, además, quiere que sean engendrados los hombres no solamente para que vivan y llenen la tierra, sino muy principalmente para que sean adoradores suyos, le conozcan y le amen, y finalmente le gocen para siempre en el cielo.
Casti connubii, AAS vol. XXII, p. 544.
La encíclica encarga a todos los obispos que se opongan al matrimonio civil y advierte a los fieles contra los peligros de los matrimonios mixtos, que pone en ridículo la santidad del matrimonio, mientras los divorcios, los adulterios y los vicios más torpes son ensalzados o al menos presentados, bajo notas que les presentan como libres de toda culpa y de toda infamia […] tales cosas nada tienen, de aquella moderna cultura de la cual se jactan, sino que son nefandas corruptelas que harían volver a los bárbaros usos del paganismo.
Casti connubii, AAS vol. XXII p. 556 y 558.
Cuando se busca evitar la prole, viciando el acto conyugal, se rechaza el fin primario del matrimonio; los fines secundarios -el auxilio mutuo, el fomento del amor recíproco y la sedación de la concupiscencia- .Siendo legítimos, quedan viciados y son una «corrupción del carácter propio de la mujer y de su dignidad de madre», lo mismo que por el aborto o la anticoncepción
La salud de los pueblos y la felicidad de los ciudadanos, no puede quedar defendida y segura, si vacila el mismo fundamento en que se basa, que es la rectitud del orden moral y, sí está cegada por vicios de los ciudadanos la fuente donde se origina la sociedad, es decir, el matrimonio y la familia, quedan a la deriva. Destruyendo el orden social y atentan contra la obra de Dios.
Casti connubii AAS vo.XXII, pp. 589.
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