Salomón, en el capítulo treinta de los Proverbios, pide a Dios que no le de pobreza ni riqueza. Y da la razón de semejante petición y demanda, que las riquezas le podían hacer ensoberbecer, y la pobreza, que hurtase. «Siendo rico -dice-, temo que sea soberbio, y, siendo pobre, que sea ladrón».
La región y tierra donde viven los sodomitas era fertilísima. En el Génesis, capítulo 13 y 19, se dice que era como paraíso de deleites. El estar ricos y prósperos les fue ocasión de ser malos y viciosos. El profeta Ezequiel lo confirma en el capítulo 16: «De aquí vino el mal a Sodoma, de estar hartos de pan, de estar muy ricos».
Saúl antes que fuese rey era bueno; viéndose rico y poderoso, se ensoberbeció y cayó en muchos pecados. 1 Reyes. 9 ,15.
Con ocasión de verse David señor de muchos vasallos cayó en la soberbia de quererlos contar, aunque lo pagó con castigo terrible, muriendo de peste muchos millares de ellos. 2 Reyes,24.
En tiempo de Salomón había tanta plata en Jerusalén que se estimaba en poco, y dañó más al rey esta abundancia y riqueza que su sabiduría, pues dio culto a Moloc y Astarté, Samos y milcom, quedando su salvación en duda, no en balde recelaba de las riquezas. 1 Reyes, 10,11.
Los hijos de Zambrí eran ricos, celebraban bodas y banquetes, teniendo agraviados a los macabeos. Vino con ellos Jonatás, y mataron a muchos, y las bodas se convirtieron en lloros, y la música, en lamentos. 2 Macabeos , 9
Un joven muy rico, pidió Cristo consejo para salvarse; Le dijo el Mesías que vendiese sus posesiones, las diese a los pobres y le siguiese, como discípulo suyo, se fue muy triste. Y revelaciones han dicho que se pasó al bando de los que pidieron su crucifixión. Mateo, 19, y Lucas, 18.
Los que poseían villas y bueyes, siendo llamados a la cena, se excusaron como ocupados en otros negocios, mientras los pobres y débiles fueron admitidos. Lucas, 14
Entró en una ciudad un ermitaño, y viendo en una mansión gran alboroto y, preguntando la causa, le dijeron que un hombre muy rico agonizaba. Entró en la casa el ermitaño y vio millares de demonios alrededor del enfermo, como cuervos sobre mortecina. uno entre ellos tenía abierto un libro y leía por él los pecados y maldades de toda su vida. Vio también dos ángeles que tenían un libro dorado en sus manos, y no hallando en él cosa escrita, mostrando tristeza se fueron. Veía esto el enfermo, y decía con voz quebrantada y triste:
-Miserere mei.
Díjole un demonio:
-¿Ahora cantas el Miserere y comienzas a temer a Dios?
-Ya veo que es tarde y que no tengo remedio.
expiró, y los demonios, mostrando gran gozo, arrebataron la miserable alma y fueron con ella a los Infiernos.
El ermitaño, llorando, salió de allí, a la iglesia, y en el cementerio vio un pobre que estaba muriendo solo. observó sobre él que se abrían los Cielos y bajaban innumerables ángeles a acompañarle. En cabeza de San Miguel, y el propio Jesucristo, hablando con la alma del pobre.
El alma hermosa y limpia rodeada de ángeles subió a las celestiales moradas. Concuerda esta historia con la del rico avariento y Lázaro Mendigo del Evangelio, y parecidos debían de ser, el rico, en ser avariento, y el pobre, en ser paciente.
*Vivía contento un zapatero con el trabajo de sus manos. Comía y se vestía, él y su mujer, cantaban en su oficio, y no le quedaba nada ahorrado, dormía seguro de ladrones. Puso un vecino envidioso a su puerta una bolsa con dinero, y, encontrando el dinero, lo guardó, muy admirado, sin saber de dónde venía. El día y la noche se lo pasó en tramar qué haría con ello. Ya temía si le argüirían de hurto, si compraría posesiones, si negociaría como mercader. Esto todo le era dificil, porque le pareció que engendraría sospecha en quienes lo conocieron pobre. Así le paso el tiempo, sin acordarse de cantar como solía. La gente se extrañó de verlo cavilar y triste, el que le puso el dinero dijo;
-Yo bien sé, lo que le pasa, tal día tomó una bolsa de dinero y tengo testigos.
Temió el zapatero, y dijo:
-En mi puerta estaba, y maldita sea ella, que me ha afligido tanto que después que la hallé perdí el contento, y más fatiga he padecido en el espíritu por ella, a la que le padecía en el cuerpo, trabajando con mis manos.
Y devolvió la bolsa, diciendo:
-Tomad, vuestro dinero, que en más estimo mi felicidad y poder cantar en mi oficio.
Dos hermanas, la una rica, y la otra muy pobre. La pobre era sierva de Dios, comía del trabajo de sus manos. La rica era grande prestamista, hacía pobres a muchos, prestándoles y cobrando más de lo prestado. Cayó ésta enferma y, viendo que se moría, llamó a su hermana para que la acompañara en su enfermedad y muerte.
Estando ya segura la prestamista de su muerte, sacó sin que la hermana viese, dos bolsas de monedas de oro, y ciñéndoselas a su cuerpo, y se vistió. Después rogó a su hermana, bajo juramento, que al morir no dejase desnudar su cuerpo, sino que con los mismos vestidos la enterrasen. Asi se hizo.
El gobernante envió su procurador y mayordomo a que hiciesen inventario de todo y se lo llevaran. Entraron en su casa, abrieron las arcas, y no hallaron moneda alguna. La hermana se acordó de lo que le había encargado, y advirtió que su cuerpo pesaba más de la cuenta, y entendieron, que quiso llevarse el dinero consigo a la sepultura. Pidieron licencia al cura para desenterrar el cuerpo y, encontraron una sierpe espantosa que estaba abrazada con la miserable mujer, y por su boca echaba llamas de fuego en la boca de la difunta. Con gran horror, y con dificultad pudieron cubrir la sepultura de piedras y tierra, diciendo que el demonio tomaba posesión en lo que era suyo. Tomado del Prontuario de ejemplos, recopilado por un docto padre de la Orden de Predicadores.
