El inmanentismo es una corriente filosófica y teológica que enfatiza la presencia y la acción de lo divino o lo espiritual dentro del mundo y la realidad material, en lugar de buscarlo en una realidad trascendental o fuera del universo, en Dios. Este enfoque contrasta con el trascendentalismo, que coloca lo divino o lo espiritual más allá del mundo físico y material. En el inmanentismo o relativismo, la verdad se define sólo en función del que conoce, de lo que resultan las diferentes formas del relativismo.
En el inmanentismo, se cree que lo divino no está separado del mundo, sino que está presente en él y actúa dentro de él. Por eso se le acusa de idólatra y de allí se entiende el concepto de la Pachamama.
El inmanentismo considera que la divinidad impregna todo lo que existe y puede llevar a una espiritualidad que busca lo divino en la vida cotidiana y en el mundo natural, en lugar de buscarlo en un reino celestial o trascendente. Esto influye en prácticas religiosas que valoran la meditación, la contemplación de la naturaleza, y la búsqueda de lo sagrado en lo ordinario. Y explica la actitud de muchos consagrados, que se contrapone al trascendentalismo que enfatiza la separación entre Dios y el mundo, que diluyen la distinción entre el Creador y la creación, lo que deriva en panteísmo.
El modernismo se ha caracterizado por su afán inmanentista: vivir inmerso en la historia, sin el más allá, lo trascendente. No es el ateísmo de los libertinos, pero constituye una dualidad relativa entre fe e incredulidad. Se distancia de Dios y construye los valores, o mandamientos relativos.
Baruch Spinoza es un referente de inmanentismo. Spinoza sostenía que Dios es idéntico a la naturaleza (Deus sive Natura), o que la naturaleza es Dios. Einstein por ejemplo decía creer en el Dios de Spinoza
Protestantes disfrazados de Filósofos como Hegel, esparcieron ideas inmanentistas, al considerar que la realidad es la manifestación del Espíritu Absoluto que se despliega en la historia y en el mundo. De allí viene el materialismo de Marx. Judío pero también protestante.
Kant famoso por su filosofía crítica y ética, refleja su formación protestante, particularmente en su enfoque en la autonomía moral y la «religión dentro de los límites de la razón». Su libre interpretación.
Friedrich Schleiermacher, pintó la religión de filosofía, la cultura moderna protestante.
Martin Heidegger, un filósofo religioso protestante, combina el existencialismo cristiano y la tradición luterana, en un contexto filosófico.
En la encíclica Pascendi Dominici Gregis (1907) del Papa Pío X, condena este modernismo, del cual el inmanentismo es una característica clave, ya que sostiene que la religión y la experiencia de lo divino son principalmente fenómenos inmanentes, es decir, internos a la conciencia humana, en lugar de realidades objetivas y trascendentes.
De esta idea errada nacen el Darwinismo con la evolución, la libre interpretación de la naturaleza y el psicoanálisis de Freud, que propone que Dios, es una creación del hombre y asi, invita al hombre a que se descontruya. Posthumanismo, autocreacion, libre interpretación.
Panteísmo ecológico que ve lo sagrado en la naturaleza. La adoración a la Pachamama.
Se espera la respuesta de los teólogos católicos y surgen Marie-Dominique Chenu, Yves Congar, Henri de Lubac, Hans Urs von Balthasar, y Karl Rahner, los teólogos católicos más influyentes del siglo XX, pero, vaya sorpresa, su teología, enfatiza la presencia de lo divino en el mundo y en la experiencia humana. Estos teólogos fueron clave en el desarrollo de la «nouvelle théologie» (nueva teología) y en la renovación teológica del Concilio Vaticano II.
Marie-Dominique Chenu, dominico francés, preparó el concilio, promovió la teología encarnada en la vida y la historia humana. Defendía que la teología debía estar conectada con las realidades concretas del mundo y la historia, lo que lo llevó a un enfoque más inmanente, disminución de la trascendencia de Dios y a un enfoque mundano de la teología, relativista y evolucionista.
Yves Congar, otro dominico fundamental en la eclesiología moderna, subraya la presencia inmanente de lo divino en la comunidad cristiana, defendió la idea de que la comprensión de la fe y la práctica teológica deben ser sensibles a las realidades históricas y culturales cambiantes, creía en la evolución del entendimiento teológico, enfatizaba la acción del Espíritu Santo dentro de la Iglesia y en la historia.
Henri de Lubac conocido por su crítica, considera que los dogmas de la fe no son absolutos. fue bastante cauteloso y cuidadoso de no mostrar demasiado su relativismo subyacente, Su teología de la gracia y la naturaleza también se inclina hacia una comprensión más inmanente, al subrayar que la gracia divina está intrínsecamente presente en la creación y en la naturaleza humana, discute fuertemente las ideas del P. Garrigou-Lagrange; calificándolas de «concepciones simplistas sobre lo absoluto de la verdad» confesó: «Siempre me sentí atraído por el estudio del budismo, que considero el mayor hecho humano»
Hans Urs von Balthasar desarrolló una teología estética dentro de la historia humana. Comparó la tradición con el maná; «La verdad de la vida cristiana es como el maná del desierto: no se puede dejar de lado y conservar; hoy está fresco, mañana está podrido» Su enfoque, que conecta la belleza con la verdad y la bondad, ve lo divino manifestándose en la historia y la cultura. Materialismo inmanente, von Balthasar apoyó la tesis de un infierno «vacío»
Karl Rahner asociado con un enfoque inmanente en la teología católica contemporánea, sostenía que la gracia de Dios se encuentra también en los no cristianos. Su famosa teoría del «cristianismo anónimo» y su enfoque en la presencia de la gracia divina en la experiencia humana sugieren una visión en la que lo divino es profundamente inmanente en la existencia humana. Rahner veía a Dios como presente en todos los aspectos de la vida humana.
No hay una negación abierta de la trascendencia, en estos padres de la nueva teología, sino un abrir el dique a la inmanencia sin reducirlo a lo puramente relativo o natural, postura fundamental para la renovación teológica que marcó el Concilio Vaticano II.
El inmanentismo, es la reducción de lo divino y la negación de la trascendencia. Durante el ultimo concilio, hubo un énfasis renovado en la presencia y acción de Dios en el mundo y en la historia, lo cual ha sido interpretado por algunos como una aproximación a ideas inmanentistas.
La constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo moderno, enfatiza la relación cercana entre la Iglesia y el mundo, reconociendo la presencia y acción de Dios en la vida y en las realidades humanas. El documento expresa que la Iglesia no está separada del mundo, sino profundamente involucrada en él, y que la misión de la Iglesia es estar en diálogo con la humanidad en todas sus realidades, subrayando la dignidad de la persona humana como creada a imagen de Dios, lo que refleja una presencia divina en la humanidad misma. Este enfoque puede verse como una expresión de la inmanencia de lo divino en la naturaleza humana.
La constitución dogmática Lumen Gentium presenta a la Iglesia como un sacramento, es decir, como un signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano, a través del cual lo divino actúa en el mundo, asi lo sagrado se manifiesta en la historia y la comunidad cristiana, enfatiza que la Iglesia es el «Pueblo de Dios» que camina en la historia, lo que implica una visión en la que la acción divina está intrínsecamente relacionada con el proceso histórico.
La constitución dogmática Dei Verbum sobre la revelación divina reafirma la presencia continua de Dios en la historia, especialmente a través de la Palabra revelada en las Escrituras y en la Tradición, lo que sugiere una cierta inmanencia, aunque siempre bajo el marco de la trascendencia de Dios, un reconocimiento de que Dios está presente y actúa en el mundo contemporáneo, aunque algunos críticos argumentaron que una excesiva adaptación al mundo moderno podría llevar a una dilución de las verdades fundamentales de la fe.
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