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Mortalium animos

El Papa Pío XI en la encíclica, “Mortalium animos” advirtió contra la “opinión falsa que considera todas las religiones como más o menos buenas”.

Bossuet escribe: «Dios se ríe de las oraciones que se le hacen para evitar desgracias públicas, cuando no nos oponemos a aquello que se hace para atraerlas.»lo que significa que: «Debemos dejar de respetar las causas cuyas consecuencias lamentamos».

El cardenal Sarah afirma acertadamente: “Hay quienes han adoptado las ideologías del mundo de hoy bajo el falso pretexto de abrirse al mundo; pero deberíamos más bien llevar al mundo a abrirse a Dios, que es la fuente de nuestra existencia». 


En vista del peligro del ecumenismo, el decreto del Santo Oficio del Vaticano de 1949 Ecclesia Catholica, instruyó a los obispos a atraer almas a la Iglesia y a enseñar siempre la plenitud de la prioridad de la Iglesia:
“De ningún modo se permite silenciar o velar con términos ambiguos la verdad católica” “La única verdadera unión, es mediante el retorno de los disidentes a la única verdadera Iglesia de Cristo».
Todos los cristianos, dicen los ecuménicos herejes, deberían ser como «uno», porque todos, todos son hijos de Dios.

Debajo de estas palabras seductoras se esconde un gravísimo error, por el cual se destruyen completamente los fundamentos de la fe católica.
«Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le saludéis» 2 Juan 1,10

La Iglesia penetra cada vez más profundamente en la obra de Cristo, que aprehende y realiza, por tanto, cada vez con más profundidad, amplitud y vida la plenitud de verdad y gracia atestiguada por la Escritura.Cada vez se hace más consciente de su propia riqueza. Cada vez penetra más vivamente en su propio ser.

Jamás se destruye la continuidad en la Iglesia. Pues en las definiciones doctrinales de la Iglesia se formula el resultado del proceso aludido por Cristo cuando dice que el Espíritu Santo introducirá a los suyos en toda la verdad (lo. 16, 13). 

La Iglesia nunca será superada por ningún progreso mundano . No hay ningún auténtico «progreso» fuera de ella. La idea defendida por el Modernismo, de que la Iglesia se haría superflua al progresar la cultura humana, difundida por el bolchevismo filosófico y sus derivados, no sólo es una ilusión sin ninguna base empírica, sino que además desconoce el verdadero carácter de la Iglesia, ya que ésta no tiene como fin el progreso terreno ni puede, por tanto, ser sutituída por el progreso terreno.

Decreto del Santo Oficio

Ecclesia Catholica

SOBRE EL «MOVIMIENTO ECUMÉNICO»

Una Instrucción del Santo Oficio

Dirigida a los ordinarios de lugares, dada el 20 de diciembre de 1949.

La Iglesia católica, aunque NO toma parte en congresos y otras convenciones llamadas «ecuménicas«, sin embargo, nunca ha cesado, como consta claramente de muchos documentos pontificios, ni cesará en el futuro, de seguir con el más intenso interés y promover con fervientes oraciones a Dios, todos los esfuerzos encaminados a la consecución de lo que es tan querido al Corazón de Cristo Nuestro Señor, es decir, que todos los que creen en Él «sean perfeccionados en la unidad». [1]

Porque ella abraza con afecto verdaderamente maternal a todos los que a ella vuelven, como verdadera Iglesia de Cristo, y, por tanto, digna de todos. Son de alabanza y estímulo todos los planes y proyectos que, con el consentimiento de la Autoridad Eclesiástica, se han emprendido y se llevan a cabo, ya para la debida instrucción católica de los futuros conversos, ya para la formación más completa de las personas ya convertidas a la fe.

En la actualidad, en muchas partes del mundo, a consecuencia de diversos acontecimientos externos y de cambios de opinión por parte de la gente, pero especialmente como consecuencia de las oraciones comunes de los fieles por la gracia del Espíritu Santo, ha crecido constantemente en las mentes de muchas personas separadas de la Iglesia Católica el deseo de un retorno a la unidad por parte de todos los que creen en Cristo el Señor. Para los hijos de la Iglesia esto es ciertamente un motivo de verdadera y santa alegría en el Señor, y al mismo tiempo una invitación a ayudar a todos los que buscan sinceramente la verdad, mediante la oración ferviente a Dios implorando para ellos la gracia de la luz y la fortaleza.

Sin embargo, algunas de las iniciativas que hasta ahora han tomado diversos individuos o grupos para reconciliar a los cristianos disidentes con la Iglesia católica, aunque inspiradas por las mejores intenciones, no siempre se basan en principios rectos o, si se basan, no están exentas de peligros particulares, como lo demuestra también la experiencia. Por eso, esta Suprema Sagrada Congregación, que tiene la responsabilidad de conservar íntegramente y proteger el depósito de la fe, ha creído conveniente recordar y prescribir lo siguiente:

I—Por ser la mencionada «unión» una cuestión que pertenece principalmente a la autoridad y oficio de la Iglesia, los Obispos, a quienes «el Espíritu Santo ha puesto para regir la Iglesia de Dios», deben cuidarla con particular cuidado[2]. Por tanto, no sólo deben vigilar diligente y eficazmente toda esta actividad, sino también promoverla y dirigirla con prudencia, tanto para ayudar a los que buscan la verdad y la verdadera Iglesia, como para proteger a los fieles contra los peligros que fácilmente pueden derivar de la actividad de este «Movimiento».

Por eso, en primer lugar, deben conocer bien todo lo que se ha hecho y se hace a través de este «Movimiento» en sus diócesis. Para ello, designarán sacerdotes idóneos que, según la doctrina y las normas prescritas por la Santa Sede, por ejemplo, en las encíclicas «Satis cognitum»[3], «Mortalium animos»[4] y «Mystici Corporis Christi»[5], presten una atención especial a todo lo que se refiere al «Movimiento» e informen de ello a los Obispos en la forma y en el tiempo que ellos determinen.

Vigilarán con especial cuidado las publicaciones que, en cualquier forma, publiquen los católicos sobre esta materia, y velarán por que se observen los cánones «sobre la censura previa y prohibición de libros» (canones 1384 ss.). Y no dejarán de hacer lo mismo respecto de las publicaciones de los no católicos sobre el mismo tema, en cuanto sean publicadas, leídas o vendidas por católicos.

Proveerán también con diligencia todo cuanto pueda ser de servicio a los no católicos que deseen conocer la fe católica; designarán personas y Oficinas a las que estos no católicos puedan acudir para consulta; y <a fortiori> cuidarán de que los ya convertidos a la fe encuentren fácilmente medios para una instrucción más exacta y más profunda en la fe católica, y para llevar una vida más positivamente religiosa, especialmente mediante reuniones y asambleas de grupo apropiadas, mediante Ejercicios Espirituales y otras obras de piedad.

II. En cuanto al modo y modo de proceder en esta obra, los mismos Obispos establecerán normas sobre lo que se ha de hacer y lo que se ha de evitar, y velarán para que todos las observen. Vigilarán también que, con el falso pretexto de que se debe prestar más atención a los puntos en que hay acuerdo que a los que hay discrepancias, no se fomente un indiferentismo peligroso, sobre todo entre personas que no tienen una formación teológica profunda ni una práctica de fe muy firme. En efecto, hay que tener cuidado de que, en el llamado espíritu «irénico» de hoy, por el estudio comparativo y el vano deseo de un acercamiento cada vez más estrecho entre las diversas profesiones de fe, la doctrina católica, ya en sus dogmas, ya en las verdades que se relacionan con ellos, se conforme o se adapte de algún modo a las doctrinas de sectas disidentes, de modo que se perjudique la pureza de la doctrina católica o se oscurezca su sentido genuino y cierto.

También deben reprimir esa manera peligrosa de hablar, que genera opiniones falsas y esperanzas falaces que no pueden realizarse; por ejemplo, no se debe dar demasiada importancia a las enseñanzas de las encíclicas de los Romanos Pontífices sobre el retorno de los disidentes a la Iglesia, sobre la constitución de la Iglesia, sobre el Cuerpo Místico de Cristo, ya que no todas son cuestiones de fe o, lo que es peor, que en materia de dogma ni siquiera la Iglesia Católica ha alcanzado todavía la plenitud de Cristo, sino que puede ser perfeccionada desde fuera. Pondrán especial cuidado e insistirán firmemente en que, al repasar la historia de la Reforma y de los Reformadores, no se exageren tanto los defectos de los católicos ni se disimulen tanto las faltas de los Reformadores, ni se resalten tanto las cosas más bien accidentales, que apenas se vea ni se sienta lo más esencial, es decir, la deserción de la fe católica. Finalmente, deberán tomar precauciones para que, por una actividad externa excesiva y falsa, o por una imprudencia y un modo excitado de proceder, el fin perseguido no sea más bien perjudicado que servido.

Por tanto, se debe exponer y explicar toda la doctrina católica: de ningún modo se puede silenciar o velar con términos ambiguos la verdad católica sobre la naturaleza y el modo de la justificación, la constitución de la Iglesia, el primado de jurisdicción del Romano Pontífice y la única unión verdadera mediante el retorno de los disidentes a la única y verdadera Iglesia de Cristo. Se les debe dejar claro que, al volver a la Iglesia, no perderán nada de ese bien que por la gracia de Dios se les ha inculcado hasta ahora, sino que, por el contrario, será completado y completado por su retorno. Sin embargo, no se debe hablar de esto de tal manera que se imaginen que, al volver a la Iglesia, están aportando a ella algo sustancial que hasta ahora le faltaba. Será necesario decir estas cosas clara y abiertamente, primero porque es la verdad lo que ellos mismos buscan, y además porque fuera de la verdad nunca se puede alcanzar una verdadera unión.

III.—En particular, en lo que se refiere a las asambleas y conferencias mixtas de católicos y no católicos, que en los últimos tiempos se han comenzado a celebrar en muchos lugares para promover la «unión» en la fe, es necesaria una vigilancia y un control muy peculiares por parte de los Ordinarios, pues si bien estas reuniones ofrecen la ocasión deseada para difundir entre los no católicos el conocimiento de la doctrina católica, que generalmente no conocen suficientemente, sin embargo, por otra parte, implican fácilmente un peligro no pequeño de indiferentismo para los católicos. En los casos en que parezca haber alguna esperanza de buenos resultados, el Ordinario cuidará de que se lleve a cabo debidamente, designando para estas reuniones sacerdotes que estén lo mejor capacitados posible para explicar y defender la doctrina católica de manera adecuada y oportuna. Sin embargo, los fieles no deben asistir a estas reuniones si no han obtenido permiso especial de la Autoridad Eclesiástica, y éste se concederá sólo a aquellos que se sepa que están bien instruidos y firmes en la fe. Cuando no haya esperanzas aparentes de buenos resultados, o cuando el asunto implique peligros especiales por otros motivos, se debe prudentemente mantener a los fieles alejados de las reuniones, y las reuniones mismas deben ser pronto clausuradas o suprimidas gradualmente. Como la experiencia enseña que las reuniones más grandes de esta clase generalmente dan poco fruto y envuelven mayor peligro, deben permitirse sólo después de una consideración muy cuidadosa.

A los coloquios entre teólogos católicos y no católicos no se deben enviar sino sacerdotes que hayan demostrado ser verdaderamente idóneos para tal trabajo por su conocimiento de la teología y su firme adhesión a los principios y normas que la Iglesia ha establecido en esta materia.

IV—Todas las conferencias y reuniones mencionadas, públicas o no públicas, grandes o pequeñas, que se convocan con el fin de brindar una oportunidad para que la parte católica y la no católica, con el fin de discutir, traten asuntos de fe y moral, presentando cada uno en términos de igualdad la doctrina de su propia fe, están sujetas a las prescripciones de la Iglesia que fueron recordadas en el <Monitum, «Cum compertum>», de esta Congregación con fecha de 5 de junio de 1948.[6] Por lo tanto, los congresos mixtos no están absolutamente prohibidos; pero no se deben celebrar sin el permiso previo de la Autoridad Eclesiástica competente. El <Monitum>, sin embargo, no se aplica a las instrucciones catequéticas, incluso cuando se dan a muchos juntos, ni a las conferencias en las que se explica la doctrina católica a los no católicos que son futuros conversos: aunque se ofrece a los no católicos la oportunidad de explicar también la doctrina de su iglesia para que puedan entender clara y completamente en qué aspecto concuerda con la doctrina católica y en qué difiere de ella.

Tampoco se aplica el mencionado Monitum a aquellas reuniones mixtas de católicos y no católicos en las que no se discute sobre la fe y la moral, sino sobre los modos y medios de defender los principios fundamentales de la ley natural o de la religión cristiana contra los enemigos de Dios que ahora están aliados, o donde se trata de cómo restablecer el orden social, u otros temas de esa naturaleza. Incluso en estas reuniones, como es evidente, los católicos no pueden aprobar ni conceder nada que esté en conflicto con la revelación divina o con la doctrina de la Iglesia, incluso en cuestiones sociales.

En lo que respecta a las conferencias y convenciones <locales> que están dentro del ámbito del <Monitum> como se explicó anteriormente, a los Ordinarios de los lugares se les da, durante tres años a partir de la publicación de esta Instrucción,[7] la facultad de conceder la licencia previa requerida de la Santa Sede, con las siguientes condiciones:

1. Que se evite por completo la <communicatio in sacris>;
2. que se inspeccionen y dirijan debidamente las presentaciones de la materia;
3. que al final de cada año se dé cuenta a esta Suprema Sagrada Congregación, indicando dónde se celebraron tales reuniones y qué experiencia se obtuvo de ellas.

En cuanto a los <coloquios de teólogos> arriba mencionados, la misma facultad por el mismo tiempo se concede al Ordinario del lugar donde tales coloquios se celebran, o al Ordinario delegado para esta obra por el consentimiento común de los otros Ordinarios, bajo las mismas condiciones que arriba, pero con la exigencia además de que en el informe a esta Sagrada Congregación se manifieste también qué cuestiones se trataron, quiénes estuvieron presentes y quiénes fueron los oradores de una y otra parte.

En cuanto a las conferencias y congresos interdiocesanos, tanto nacionales como internacionales, se requiere siempre el permiso previo de la Santa Sede, especial para cada caso, y en la petición que se pide se debe indicar también cuáles son las cuestiones que se han de tratar y quiénes han de ser los ponentes. Y no se permite, antes de haber obtenido este permiso, iniciar la preparación externa de tales reuniones ni colaborar con no católicos que inicien dicha preparación.

V—Aunque en todas estas reuniones y conferencias debe evitarse cualquier comunicación en el culto, sin embargo, no se prohíbe la recitación en común del Padrenuestro o de alguna oración aprobada por la Iglesia Católica, para abrir o cerrar dichas reuniones.

VI—Aunque cada Ordinario tiene el derecho y el deber de dirigir, promover y presidir esta obra en su propia diócesis, será conveniente o incluso necesaria la cooperación de varios Obispos para establecer oficinas y obras que observen, estudien y controlen esta obra en su conjunto. Por tanto, corresponderá a los Ordinarios mismos deliberar y considerar cómo se puede lograr una adecuada uniformidad de acción y coordinación.

VII—Los Superiores religiosos están obligados a vigilar y cuidar que sus súbditos se adhieran estricta y fielmente a las prescripciones dadas por la Santa Sede o por los Ordinarios del lugar sobre esta materia.

Para que una obra tan noble como la de la «unión» de todos los cristianos en una única fe y en una única Iglesia verdaderas vaya creciendo cada día más en el cuidado de las almas, y para que todo el pueblo católico implore con más vehemencia esta «unión» de Dios todopoderoso, será ciertamente de gran ayuda que de algún modo oportuno, por ejemplo mediante Cartas Pastorales, se instruya a los fieles sobre estas cuestiones y proyectos, sobre las prescripciones de la Iglesia en la materia y las razones en que se basan. Se exhorte y anime vivamente a todos, especialmente a los sacerdotes y religiosos, a que con sus oraciones y sacrificios maduren y promuevan esta obra, y se recuerde a todos que nada prepara con más eficacia a los extraviados para encontrar la verdad y abrazar la Iglesia que la fe de los católicos, cuando se confirma con el ejemplo de una vida recta.

Dado en Roma, en el Santo Oficio, el día 20 de diciembre de 1949.

AAS 42-142; Santo Oficio, Instrucción, 20 de diciembre de 1949. <Periodica>, 39-204 (Hurth); <Monitor Ecclesiasticus>, 1950, pág. 21 (Boyer); <The Jurist>, 10 (1950), pág. 206.

Notas finales

1 Juan 17:23.

2 Hechos 20:28.

3 <Acta Leonis> XIII, vol. 16 (1897), pág. 157.

4 AAS, Vol. 20 (1928), pág. 5.

5 <Ibíd.>, vol. 35 (1943), pág. 193.

6 AAS 40-257; reportado arriba en este mismo volumen, bajo el canon 1325.

7 La fecha de <publicación> es el 31 de enero de 1950.

La idea de que la Iglesia Católica ha «roto» la continuidad con su Magisterio precedente es un tema de debate teológico y eclesial, especialmente entre algunos grupos más tradicionalistas que consideran que ciertos desarrollos recientes en la enseñanza y la praxis de la Iglesia representan una ruptura con la doctrina católica tradicional. Este sentimiento ha surgido particularmente en respuesta a decisiones y enseñanzas emanadas de los concilios y pontificados recientes.

Algunos de los momentos clave que ciertos críticos señalan como puntos de posible ruptura son los siguientes:

1. El Concilio Vaticano II (1962-1965)

Este concilio es visto por muchos como un punto de inflexión importante. Mientras que el Concilio Vaticano II se presenta oficialmente como un «concilio pastoral», no doctrinal, sus documentos marcaron un cambio significativo en la manera en que la Iglesia se relaciona con el mundo moderno. Algunos de los cambios más discutidos incluyen:

  • La reforma litúrgica: El cambio del rito litúrgico, especialmente la misa en latín (rito tridentino) al idioma vernáculo, ha sido visto por algunos como una ruptura con la tradición litúrgica ininterrumpida.
  • Ecumenismo y diálogo interreligioso: El llamado al diálogo con otras religiones y denominaciones cristianas (por ejemplo, el documento Nostra Aetate que promueve un enfoque positivo hacia el judaísmo, el islam y otras religiones) ha sido percibido como un alejamiento de la doctrina católica tradicional que consideraba a la Iglesia Católica como la única verdadera Iglesia.
  • Libertad religiosa: El documento Dignitatis Humanae reafirmó el derecho a la libertad religiosa, algo que, para algunos tradicionalistas, contradice la enseñanza anterior de que «Fuera de la iglesia católica no hay salvación».

2. Pontificado de Pablo VI y Humanae Vitae (1968)

La encíclica Humanae Vitae, contra el uso de anticonceptivos artificiales, con cierta ambiguedad, generó una oposición interna de teólogos y fieles que criticaron la encíclica y creó tensiones dentro de la Iglesia, algunas conferencias episcopales, como la de Canadá, publicaron declaraciones que sugirieron una cierta flexibilidad en la interpretación de la enseñanza de Humanae Vitae, subrayando la importancia de la conciencia personal, lo que podría considerarse un momento en el que la unidad en torno a la enseñanza moral de la Iglesia comenzó a fragmentarse.

Lo que causó mas controversia fue que, antes de la publicación de la encíclica, hubo expectativas de que la Iglesia podría reconsiderar su posición tradicional sobre la anticoncepción. Estas expectativas fueron alimentadas por el trabajo de la Comisión Pontificia sobre el Control de la Natalidad. La mayoría de los miembros de esa comisión recomendaron una postura más permisiva sobre la planificación familiar. Un hecho que se parece mucho al del sinodo del 2024, sobre la ordenacion de diaconisas y el fin del celibato.

3. El Papa Francisco y la Sinodalidad (2013-presente)

El pontificado de Francisco ha sido visto por algunos como una ruptura en la continuidad doctrinal debido a:

  • Amoris Laetitia (2016): Un documento que abrió la posibilidad de que los católicos divorciados y vueltos a casar civilmente pudieran recibir los sacramentos. Este enfoque ha sido visto por críticos como una ruptura con la enseñanza tradicional sobre el matrimonio.
  • Cambios en la pena de muerte: En 2018, el Papa Francisco modificó el Catecismo de la Iglesia Católica para declarar que la pena de muerte es «inadmisible» en todas las circunstancias, mientras que antes se permitía en casos extremos. Este cambio ha sido visto por algunos como una contradicción de la enseñanza y un rompimiento con la continuidad biblica.
  • Desarrollo de la sinodalidad: Francisco ha fomentado un proceso de sinodalidad, promoviendo un enfoque más participativo en la toma de decisiones de la Iglesia, lo que algunos perciben como un peligro de dilución de la autoridad central y doctrinal.

La visión tradicionalista y el caso de la Declaración de Fideicommissa

La nueva orientación pastoral, litúrgica y doctrinal a partir del Concilio y de los Papas recientes parece no ser coherente con la Tradición y el Magisterio anterior, especialmente en temas como la libertad religiosa, el ecumenismo y la liturgia.

La posición oficial es que el Vaticano II y los desarrollos recientes son una continuación legítima de la doctrina, adaptada a los desafíos del mundo moderno, pero en continuidad con el Magisterio.

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De #bottegadivina

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