La fiesta de Todos los Santos en la tradición católica fue conocida durante mucho tiempo como la Octava de Pentecostés debido a su relación histórica con la celebración de Pentecostés en la liturgia. En sus orígenes, la fiesta de Todos los Santos estaba vinculada con la octava, es decir, los ocho dias, después de la fiesta de Pentecostés. Las octavas son una fiesta equivalente a un largo domingo que dura una semana, la otra es la octava de navidad.
Pentecostés es una celebración que marca el envío del Espíritu Santo y el inicio de la misión de la Iglesia. Con el paso del tiempo, los primeros cristianos comenzaron a conmemorar a todos los mártires, y después a todos los santos.
Hasta el siglo IV no aparece una liturgia colectiva consagrada a «todos los mártires».
Por los Carmina o himnos de San Efrén y las Epistulae Syriacae de San Atanasio sabemos que las Iglesias orientales celebraban esta festividad el día 13 de mayo. San Juan Crisóstomo asigna para la Iglesia antioquense la octava de Pentecostés, fecha que aún respetan las comunidades de rito bizantino.
Esta liturgia martirial pasa de Oriente a Roma con el papa San Bonifacio IV. Quiso el Pontífice conservar y desenvolver la obra reformadora litúrgica de San Gregorio el Grande. El Líber Pontificalis escribe en su elogio que «alcanzó, del emperador Focas, el templo que lleva por nombre «Panteón», e hizo de él la iglesia de «Santa María y de Todos los Mártires».
Hacia el siglo IX, el Papa Gregorio IV estableció el 1 de noviembre como la fecha oficial para la fiesta de Todos los Santos en Occidente, desvinculándola de Pentecostés y estableciéndola como una celebración autónoma. A pesar de esto, algunos textos litúrgicos y comunidades mantuvieron la referencia a la Octava de Pentecostés, y el término siguió siendo parte de la memoria litúrgica.
La misa por los fieles difuntos tiene 3 celebraciones, es decir que son 3 misas y una octava.
La fiesta perfecta de los hombres que han logrado la palma de la victoria, la ciudadanía a la Jerusalén Celestial.
¡Alegría, pues, en la tierra, que sigue dando tan magníficamente su fruto!
¡Alegría entre los Angeles, que ven llenarse los vacíos de sus coros!
¡Alegría, dice el versículo, a todos los bienaventurados, a quienes dirigen sus cantos la tierra y
el cielo!
Sed santos como el padre es Santo, dice Jesús, sed santos como yo soy santo, repite el señor.
Los pecadores, los que estamos siempre en el destierro, tengamos la firme esperanza, ya que en esta fiesta piden por nosotros tantos intercesores. Si la oración de un habitante del cielo es poderosa, ¿qué no alcanzará todo el cielo?
La Iglesia en este día sólo piensa en los escogidos; y únicamente de ellos se trata el recuento solemne al que, irá a parar la cronica del linaje humano. De hecho, ante Dios, ellos solos cuentan; los réprobos no son más que el deshecho de un mundo en el que sólo la santidad responde a los designios del Creador.
Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos. Por eso el mundo no nos conoce, porque no le conoce a El.
Carísimos, ahora somos hijos de Dios, aunque aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando aparezca seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es.
Y todo el que tiene en El esta esperanza se santifica, como Él es Santo.1 juan 3 1.3
