Jueves santo institución Eucaristía
La Eucaristía tiene raíces en el Antiguo Testamento. Melquisedec ofreció pan y vino, figura del sacrificio eucarístico. En Egipto, la sangre del cordero pascual salvó a Israel, anticipando a Cristo, Cordero de Dios. Los sacrificios de animales en la Ley prefiguraban la ofrenda perfecta. Jesús, en la Última Cena, instituyó la Eucaristía como memorial de su sacrificio en la cruz. Así perfeccionó los antiguos ritos. Los Padres de la Iglesia (Justino, Ireneo, Agustín) enseñaron que la Misa es el verdadero sacrificio, presencia real de Cristo. La Eucaristía es cumplimiento, no abolición, de la antigua alianza, ahora perfeccionada en Cristo.
La Misa fue profetizada en el antiguo testamento; “Pues desde donde sale el sol hasta el ocaso grande es mi Nombre entre las naciones. En todo lugar es ofrecido incienso y una oblación pura a mi Nombre, porque mi Nombre es grande entre las naciones, dice el Señor de los ejércitos. Mal 1,11
El 14 de Nisán es el puente entre la Pascua judía y la cristiana, donde se perfecciona el sacrificio antiguo con el nuevo y eterno sacrificio de Cristo.
«Y les dijo: ‘Con ansia he deseado comer con vosotros esta Pascua'», «Diciendo: ‘Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi Sangre, que será derramada por vosotros'», dio o a entender que el Nuevo Testamento comienza en su sangre.
Dando por terminada la solemnidad de la antigua Pascua, el rompimiento del velo, Jesús establece una nueva alianza, ordenando que se perpetúe en la Iglesia la memoria de la redención. Sustituyó la carne y la sangre del cordero con el sacramento de Su Carne y su Sangre bajo las figuras del pan y del vino. Para que no nos horrorizásemos viendo la carne y la sangre en nuestros altares, condescendiendo con nuestras debilidades, introduce la fuerza de la vida en las ofrendas, de el pan y el vino, convirtiéndolas en su propia carne real, de modo que recibamos en nosotros el cuerpo que da la vida. Como sacerdote eterno según el orden de Melquisedec (Sal 109; Heb 7).
La Iglesia es el reino de Dios, como dice San Lucas: «El reino de Dios está entre vosotros»
Dio gracias: en griego se dice eujaristesas, de allí el nombre de Eucaristía. “Dar gracias tiene un sentido particular de bendición”.
Luc 22:19 Tomando el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Este es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía.
Asimismo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros. Esta misma formula es repetida en Mateo 26:26-28 y Marcos 14:22-24
Jesús, intencionalmente, usa terminología de Exodo 24,8: “He aquí la sangre del pacto que el Señor hizo con vosotros”. Jesús cumplió lo prometido en Juan 6: “Esto es mi cuerpo… esta es mi sangre”.
Dice Isa 53:7 que, Fue ofrecido en sacrificio porque él mismo lo quiso; y no abrió su boca para quejarse; conducido será a la muerte sin resistencia suya, como va la oveja al matadero, y guardará silencio sin abrir siquiera su boca delante de sus verdugos, como el corderito que está mudo delante del que le esquila.
Jua 10:17 agrega, Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida para tomarla de nuevo.
Jua 13:17 añadie: Si comprendéis estas cosas, seréis bienaventurados, cuando las practiquéis.
Por lo tanto, si nos alejamos de aquella mesa, somos convertidos por el diablo en terribles leones furiosos, como le pasó a judas que, al comulgar, en estado de pecado, entro detrás satanás. Como Relata Juan 13 27 “lo tomó y se lo dio a Judas Iscariote, Y tras el bocado, en ese momento, entró en él Satanás. Juan recalca el momento preciso, para recalcar la posesión diabólica de Judas que también vemos en Lucas 22, 37, Mateo 26, 14 y Marcos 14, 10
Jesús en la Ultima cena establece como el más grande de los Dones, la celebración eucarística, que consiste en el sacrificio del cordero de Dios, Él mismo, y advierte, quien no come mi carne y bebe mi sangre no tiene parte conmigo, por eso el día que deje de celebrarse debidamente la santa misa, comienza el apocalipsis.
La epíclesis, durante la anáfora, debe invocar,
la santificación de los dones para que Dios se haga presente en ellos.
Canon Romano
Os rogamos, pues, humildemente, oh clementísimo Padre,
por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que acepteis y bendigais
estos ✠ dones, estos presentes ✠, estos ✠ santos y puros sacrificios,
que ante todo os ofrecemos por vuestra santa Iglesia católica:
dignaos concederle la paz, guardarla, unificarla y gobernarla en toda la redondez de la tierra.
Plegaria Eucarística II
«Santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que se conviertan para nosotros en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, nuestro Señor.»
La Plegaria Eucarística II, dicen que es más antigua que el Canon Romano y fue escrita por San Hipólito alrededor del año 220. El Canon Romano es la plegaria eucarística más antigua que se utiliza en la Misa del Rito Romano.
Si en alguna misa no se invoca apropiadamente, no hay consagración.
