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Historia del papado

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Santos, Héroes y Desafíos (33 d.C. – Actualidad)

Dios manda, sed santos como el padre es santo Mateo 5,48 y luego ratifica, sed santos porque yo soy santo 1 Pedro 1:15-19

A Cefas le dice: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia.

Sin embargo, Pedro le niega 3 veces.

Años después, en Roma, Pedro huye del martirio y se encuentra a cristo por la vía Apia, camino de Roma, cargando la cruz y Pedro, al verlo, le pregunta: «Quo vadis Domine» (¿A dónde vas, Señor?) a lo que Cristo contesta: «Romam vado iterum crucifigi» («Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo»).

Pedro, avergonzado de su actitud, vuelve a Roma a continuar predicando a toda criatura la verdad de Cristo, siendo posteriormente martirizado y crucificado cabeza abajo. En el lugar de su martirio se levanta hoy día, la Basílica de San Pedro de la Ciudad del Vaticano y en la cripta de la Basílica reposan sus restos.

san Luc 22:31 relata que cristo le dijo  »Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, Pedro, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos”. Esto nos enseña, que Dios sabe que somos débiles, pero, aun así podemos alcanzar a hacer su obra por sobre nosotros mismos.

Todos los papas hasta el edicto de Milan del 313 fueron martirizados, 28, como lo fueron todos los 12 apóstoles. 87 Papas han sido declarados «santos». Al principio de la Iglesia la declaración de santidad solía realizarse por aclamación popular (vox populi).

Entre ellos se cuentan 467 abades, 54 anacoretas, 13 apóstoles, cinco cardenales, 76 confesores, 33 diáconos, 35 doctores de la Iglesia, 134 ermitaños, cuatro evangelistas, 239 fundadores de congregaciones, 48 gobernantes, 19 niños, 2206 mártires, cuatro matronas, 44 misioneros, 279 monjes, 1.147 obispos, tres patriarcas, 24 profetas, 1315 religiosos, 958 sacerdotes, etc.

Esa es la lista de los que han sido declarados santos oficialmente, pero hay más, que han tenido las virtudes heroicas y son desconocidos, para ellos, se creó el día de todos los santos el 1 de Noviembre, que Lutero quiso acabar y por eso la Fiesta de los herejes es el 31 de octubre día del Protestantismo.

Con esto en mente no podemos menos que reconocer la infalibilidad papal y la santidad de la iglesia, única fundada por Cristo, cuando el papa es verdadero y cristiano católico, por ello debemos recordar, que ha habido también una larga lista, de entre 33 a 42 Antipapas y usurpadores de la silla papal, como Pierleoni o Anacleto II Judío o Vigilio, que no extinguió la herejía arriana y por ello fue excomulgado u Honorio anatemizado por ambiguo e incoherente. Al Papa Formoso lo desenterraron para juzgarlo y le cortaron los dedos con que bendecía y todas sus ordenaciones y documentos fueron revisados. Liberio fué un papa débil, que capituló temporalmente accediendo a firmar una fórmula ambigua y por ello fue condenado. Algunos obispos han tenido igual destino, como Cauchon el que mandó a quemar a Santa Juana de arco por instigación y pagado por los ingleses, quien posteriormente fue anatemizado, desenterrado y su cuerpo lanzado a un muladar.

No olvidemos que en la ultima cena participó Judas quien no solo era obispo, y estuvo entre los que hicieron milagros en el nombre de Jesús, habría podido ser sucesor de Pedro, pero no pidió perdón por su pecado y por orgullo prefirió ahorcarse y ahora está en el infierno.

La infalibilidad Papal, esta atada a la palabra de Dios, Dijo san Pablo, “Amigos, si se tratara de nosotros mismos o si fuera un ángel del cielo que os anunciara un evangelio distinto del Evangelio que hemos anunciado, sea anatema”. (Gal. 1,8)

El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra – es decir, cuando, en el ejercicio de su cargo de pastor y maestro de todos los cristianos, define en virtud de su suprema autoridad apostólica una doctrina de fe o moral que deba ser sostenida por toda la Iglesia – es, con motivo de la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, sujeto de aquella infalibilidad con que el Divino Redentor quiso dotar a su Iglesia en la definición de las doctrinas de fe y moral; y, en consecuencia, dichas definiciones del Romano Pontífice son irreformables por su propia naturaleza y no por razón del consentimiento de la Iglesia. (Concilio Vaticano I, Denzinger §1839)

Pero cuando Pedro niega a Cristo se excomulga a sí mismo, como vemos en Mateo 16, 23 Pero Jesús , vuelto a él, le dijo: Quítate de delante de mí, Satanás, me eres piedra de tropiezo, me escandalizas; porque no tienes conocimiento ni gusto de las cosas de Dios, sino de las de los hombres. Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y cargue con su cruz, y sígame.

Papas Santos y beatos

San Pedro (Simón Bar Jona, +67)

San Lino, Tuscany (67-76)

San Anacleto (Cleto), Roma (76-88)

San Clemente I, Roma (88-97)

San Evaristo, Grecia (97-105)

San Alejandro I, Roma (105-115)

San Sixto I, Roma (115-125)

San Telésforo, Grecia (125-136)

San Iginio, Grecia (136-140)

San Pío I, Aquileia (140-155)

San Aniceto, Siria (155-166)

San Sotero, Campania (166-175)

San Eleuterio, Grecia (175-189)

San Víctor I, Africa (189-199)

San Ceferino, Roma (199-217)

San Calixto I, Roma (217-222)

San Urbano I, Roma (222-230)

San Ponciano, Roma (230-235)

San Anterus, Grecia (235)

San Fabián, Roma (236-250)

San Cornelio, Roma (251-253)

San Lucio I, Roma (253-254)

San Esteban I, Roma (254-257)

San Sixto II, Grecia (257-258)

San Dionisio, Turio

San Félix I, Roma (269-274)

San Eutiquiano, Luni (275-283)

San Cayo, Dalmacia (283-296)

San Marcelino, Roma (296-304)

San Marcelo I, Roma (308-309)

San Eusebio, Grecia (309-309)

San Melquíades o Miltíades, África (311-314)

San Silvestre I, Roma (314-335)

San Marcos, Roma (336-336)

San Julio I, Roma (337-352)

San Liberio, Roma (352-366)

San Dámaso I, España (366-384)

San Siricio, Roma (384-399)

San Anastasio I, Roma (399-401)

San Inocencio I, Albano (401-417)

San Zósimo, Grecia (417-418)

San Bonifacio I, Roma (418-422)

San Celestino I, Roma (422-432)

San Sixto III, Roma (432-440)

San León I (Magno), Toscana (440-461)

San Hilarión, Caller (461-468)

San Simplicio, Tívoli (468-483)

San Félix III, Roma (ahora II) (483-492)

San Gelasio I, Roma (oriundo de Africa) (492-496)

San Símaco, Cerdeña (498-514)

San Ormisdas, Frosinone (514-523)

San Juan I, Populonia (523-526)

San Félix IV, Benevento (ahora III) (526-530)

San Agapito I, Roma (535-536)

San Silverio, Roma (536-537)

San Gregorio I (el Grande), Roma (590-604)

San Bonifacio IV, Abruzo (608-615)

San Deusdedito o Adeodato I, Roma (615-618)

San Eugenio I, Roma (654-657)

San Vitaliano, Segni (657-672)

San Agatón, Palermo (678-681)

San León II, Sicilila (682-683)

San Benedicto II, Roma (684-685)

San Sergio I, Siria (687-701)

San Gregorio II, Roma (715-731)

San Gregorio III, Siria (731-741)

San Zacarías, Grecia (741-752)

San Pablo I, Roma (757-767)

San León III, Roma (795-816)

San Pascual I, Roma (817-824)

San León IV, Roma (847-855)

San Nicolás I, Roma (el Grande) (858-867)

San Adrián III, Roma (884-885)

San Gregorio VII, Toscana (1073-1085)

Beato Víctor III, Montecassino(1086-1087)

Beato Urbano II, Francia (1088-1099)

Beato Eugenio III, Montemano, Pisa (1145-1153)

Beato Gregorio X, Plasencia, España (1272-1276)

Beato Inocencio V, Francia (1276)

San Celestino V, Isernia (1294, [renunció] muriò 1296)

Beato Benedicto XI, Treviso (1303-1304)

Beato Urbano V, Francia (1362-1370)

San Pío V, Bosco (1566-1572)

Beato Inocencio XI (1676-1689)

Beato Pío IX, Marca de Ancona (1846-1878)

La Iglesia católica, en su larga historia de cerca de veinte siglos ha visto elevados a sus altares hasta 92 Pontífices (hasta 1914), de los 262 sucesores de San Pedro, contándose hasta 82 Papas santos, seis beatos y tres venerables. Los 35 primeros Pontífices hasta Julio I fueron declarados santos por haber sido mártires, 31 de ellos y cinco ilustres confesores de la fe. Con el Papa Liberio termina la primera pléyade de los Pontífices santos, como con san Félix, la primera serie de mártires.

Toca inaugurar a san Dámaso I, español, la serie de los segundos jerarcas elevados a los altares, que termina a su vez en el Papa # 54. Los que figuran como números 57 y 58 sufrieron el martirio, son declarados santos como igualmente Gregorio el Grande.

A mediados del siglo VII el Papa Martín I, cierra al fin definitivamente el número de Pontífices martirizados: Agatón, León II, Benedicto, del mismo número y Sergio, los santos Pontífices del siglo VII. El VIII cuenta seis Pontífices canonizados. El IX otros cinco, entre los veinte que ocuparon el solio pontificio. En el siglo XI, de los 19 Papas hay dos santos, León IX y Gregorio VIII, de la familia Aldobrandini, junto a Urbano II, declarado venerable, y que predicó la primera cruzada.

El siglo XII nos da dos beatos, mientras que entre los 17 Pontífices del siglo XIII aparece un nuevo santo, Celestino V, a lado del beato Urbano IV, quien instituyó la fiesta del Hábeas Christi. En el siglo XIV tenemos dos beatos, en Benedicto XI y en Urbano V; en los siglos XVI y XVII, la Iglesia ve elevados a los altares a Pío V, cuyo nombre va asociado a Lepanto, y a Inocencio XI, de la familia Odescalchi.

  1. San Pedro (†64-68)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Primer papa y mártir. Fue crucificado cabeza abajo en el Circo de Nerón durante la persecución de cristianos por el emperador Nerón.
  2. San Lino (†76-79)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Segundo papa, considerado mártir por haber sido ejecutado por orden de un magistrado romano debido a su fe cristiana.
  3. San Anacleto (†92-101)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Tercer papa y mártir. Murió durante la persecución bajo el emperador Trajano.
  4. San Clemente I (†99-101)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Cuarto papa y mártir. Según la tradición, fue exiliado y posteriormente arrojado al mar con un ancla atada al cuello durante la persecución de Trajano.
  5. San Evaristo (†105-107)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Quinto papa y mártir. Sufrió martirio durante la persecución de Trajano.
  6. San Alejandro I (†115-119)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Sexto papa y mártir. Ejecutado durante la persecución bajo el emperador Adriano.
  7. San Sixto I (†125)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Séptimo papa y mártir. Murió durante la persecución del emperador Adriano.
  8. San Telesforo (†136)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Octavo papa y mártir. Murió en la persecución del emperador Adriano.
  9. San Pío I (†155)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Noveno papa y mártir. Fue ejecutado durante la persecución de Antonino Pío.
  10. San Aniceto (†166)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Décimo papa y mártir. Murió durante la persecución bajo el emperador Marco Aurelio.
  11. San Sotero (†174-175)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Undécimo papa y mártir. Murió durante la persecución bajo el emperador Marco Aurelio.
  12. San Eleuterio (†189)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Duodécimo papa y mártir. Murió durante la persecución bajo el emperador Cómodo.
  13. San Víctor I (†199)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Decimotercer papa y mártir. Fue ejecutado durante la persecución de Septimio Severo.
  14. San Calixto I (†222)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Decimosexto papa y mártir. Fue asesinado durante una revuelta en Roma.
  15. San Urbano I (†230)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Decimoséptimo papa y mártir. Murió durante la persecución bajo el emperador Alejandro Severo.
  16. San Ponciano (†235)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Decimonoveno papa. Exiliado a Cerdeña, murió debido a las penurias sufridas en el exilio.
  17. San Antero (†236)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Vigésimo papa y mártir. Murió durante la persecución de Maximino el Tracio.
  18. San Fabián (†250)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Vigésimo papa y mártir. Ejecutado durante la persecución de Decio.
  19. San Cornelio (†253)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Vigésimo primer papa y mártir. Murió en el exilio debido a las persecuciones.
  20. San Lucio I (†254-255)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Vigésimo segundo papa y mártir. Murió durante la persecución de Valeriano.
  21. San Esteban I (†257)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Vigésimo tercer papa y mártir. Ejecutado durante la persecución de Valeriano.
  22. San Sixto II (†258)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Vigésimo cuarto papa y mártir. Fue decapitado durante la persecución de Valeriano.
  23. San Dionisio (†268)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Vigésimo quinto papa y mártir. Murió durante las persecuciones.
  24. San Félix I (†274)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Vigésimo sexto papa y mártir. Ejecutado durante la persecución de Aureliano.
  25. San Eutiquiano (†283)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Vigésimo séptimo papa y mártir. Murió durante las persecuciones.
  26. San Cayo (†296)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Vigésimo octavo papa y mártir. Murió durante la persecución de Diocleciano.
  27. San Marcelo I (†309)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Vigésimo noveno papa y mártir. Murió debido a las penurias sufridas durante su exilio.
  28. San Eusebio (†310)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Trigésimo papa y mártir. Murió en el exilio en Sicilia.
  29. San Melquíades (†314)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Trigésimo primer papa y mártir. Murió durante las persecuciones.

Papas Beatificados por sus Virtudes Heroicas

  1. San Gregorio I el Grande (†604)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Por sus grandes contribuciones a la doctrina y liturgia de la Iglesia, y por su liderazgo durante la época de la peste y las invasiones bárbaras.
  2. San León I el Grande (†461)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Por su papel decisivo en el Concilio de Calcedonia y sus esfuerzos por mantener la unidad de la Iglesia.
  3. San León III (†816)
    • Canonización: Pre-congregación
    • Causa: Por su defensa de la Iglesia y su coronación de Carlomagno como Emperador del Sacro Imperio Romano.
  4. San Pío V (†1572)
    • Canonización: Canonizado en 1712 por Clemente XI
    • Causa: Por su reforma de la liturgia romana, implementación de las reformas del Concilio de Trento y su defensa de la fe contra la amenaza otomana.
  5. San Pío X (†1914)
    • Canonización: Canonizado en 1954 por Pío XII
    • Causa: Por sus reformas litúrgicas, fomento de la educación religiosa y lucha contra el modernismo.

Introducción

La historia del papado es un viaje de más de dos milenios que combina el misterio de la santidad, la lucha contra el mal y la perseverancia de la fe cristiana en medio de las peores adversidades. Desde San Pedro hasta el papa Francisco, cada pontífice ha vivido en una tensión entre el cielo y la tierra, entre el ideal evangélico y la fragilidad humana. En este extenso resumen de 8000 palabras, exploraremos cómo la santidad ha brillado a través de los desafíos de cada época: persecuciones, invasiones, cismas, herejías, guerras mundiales, secularismo moderno y la actual crisis de identidad en la Iglesia. A través de esta historia se vislumbra no sólo la historia de la Iglesia, sino también la de la civilización occidental.

I. El Papado de los Apóstoles y los Mártires (33–500 d.C.)

La historia comienza con San Pedro, el apóstol a quien Cristo confió las llaves del Reino (Mt 16,18). Pedro fundó la Iglesia de Roma y murió mártir bajo Nerón (c. 64), crucificado cabeza abajo. Su tumba en el Vaticano se convirtió en el centro espiritual de la cristiandad. Le siguieron pontífices como San Lino, San Cleto, San Clemente y San Sixto, muchos de ellos mártires. Su santidad se expresó en su fidelidad a Cristo en tiempos de persecución y clandestinidad.

Los primeros papas enfrentaron una triple amenaza: la persecución del Imperio Romano, la expansión de herejías como el gnosticismo, y la organización de la Iglesia aún en proceso. Fue un tiempo de fe sencilla y heroica. Con el Edicto de Milán (313), Constantino legalizó el cristianismo. El papa San Silvestre I (314–335), según la tradición, sanó a Constantino de la lepra, dando inicio a una nueva era en que el cristianismo pasó de perseguido a protegido.

ATANASIO DE ALEJANDRIA vivió entre los años de (295-373)

Es la gran figura de la Iglesia en el siglo IV, junto con San Basilio el Grande, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa, en Oriente, San Hilario y San Ambrosio en Occidente. Llamados padres de la Iglesia por su incansable defensa del símbolo de la fe, o Credo, promulgado en el Concilio de Nicea, se le denomina Padre de la ortodoxia y columna de la fe.

El Ultimo cristiano. Atanasio contra el mundo.

En nicea el emperador preside los sermones, donde deliberan 250 obispos. El arrianismo sostenía que Cristo era un ser creado y no consustancial con el Padre.

Atanasio de Alejandría despliega tal elocuencia y tal fuerza de persuasión, que el Concilio proclama que el «Verbo es consustancial al Padre». El 19 de Junio del 325 la asamblea redacta la formula. («Símbolo de Nicea»):

«Creo en un solo Dios” o Credo

Las tempestades se levantan enseguida… Sufrirá cinco veces el exilio de forma que, de cuarenta y cinco años de episcopado, dieciocho los pasará fuera de su sede, desolado por el abandono completo. El papa lo excomulga, Atanasio no se rinde: obligado a huir. No hay violencia o vejación alguna que logre doblegarlo; está dispuesto a todo con tal de defender la divinidad del Verbo.

Primer Exilio (335-337 d.C.): Atanasio fue depuesto y exiliado por primera vez por Constantino.

Segundo Exilio (339-346 d.C.): Atanasio fue exiliado nuevamente bajo el emperador Constancio II, fuerte partidario del arrianismo. Durante este tiempo, acudió a Roma para obtener apoyo del papa Julio I, quien respaldó a Atanasio.

Tercer Exilio (356-362 d.C.): Atanasio fue exiliado una vez más por Constancio II y se refugió en el desierto de Egipto, en el concilio de Milán (355), todos, salvo tres obispos condenaron a Atanasio, el papa Liberio excomulga a Atanasio y acepta el ambiguo credo de Sirmio, considerado por San Hilario de Poitiers, denunciándolo como un documento hereje;

El papa Liberio al regresar a Roma rechazó las fórmulas ambiguas y reafirmando la consustancialidad de Cristo con el Padre. Su firma del documento semi-arriano ha sido interpretada por algunos como una concesión temporal bajo coacción, y no como una apostasía y herejía genuina. Y por ello no fue anatemizado, pero la excomunión a Atanasio es elocuente…

Cuarto y Quinto Exilio (362-363 y 365-366 d.C.): Estos exilios ocurrieron bajo los emperadores Juliano el Apóstata y Valente.

«Un luchador, pastor consumado, espíritu despierto, con un ojo abierto a la tradición cristiana, a los acontecimientos y a los hombres, carácter indomable, a la vez que simpático.» (Historie ancienne de l´Eglise II, 168)

Cisma es «Rechazo de la sujeción al romano pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos», sin negar dogmas centrales de la fe, lo que lo diferencia de la herejía.

¿Se podría decir que san Atanasio fue cismático?

A pesar de sus conflictos y exilios, San Atanasio permaneció siempre fiel a la doctrina de la Iglesia y a la autoridad legítima, en su defensa de la fe contra el arrianismo. Aunque estuvo en oposición a muchos obispos, al papa, que cayó en la ambigüedad del error y lo excomulgó, y al poder imperial de su tiempo, nunca rechazó la autoridad de la Iglesia ni buscó establecer una iglesia separada.

Atanasio fue respaldado por el papa Julio I, que no cayó en herejía.

Cisma implica una ruptura en la unidad de la Iglesia debido al rechazo a la autoridad eclesiástica legítima, lo cual no hizo Atanasio.

Herejía implica negar una enseñanza esencial de la fe, lo cual tampoco aplicó a Atanasio.

El Papa Honorio, en sus cartas apoya el error del monotelismo, esparcido por el emperador Heraclio. Sofronio de Jerusalén se opuso a esta enseñanza del monotelismo, luchando contra las implicaciones heréticas del monotelismo, Y el papa Honorio que las defendía. Después de su muerte, en el Concilio de Constantinopla III, Honorio fue anatematizado como hereje. La Iglesia no considera que su enseñanza fue parte del magisterio papal oficial.

Anacleto II llamado Pierleoni fue un papa que accedió al papado siendo judío, San Bernardo de claraval, San Norberto de Magdeburgo, San Hugo de Grenoble, San Malaquías de Armagh, San Hildeberto de Lavardin, se opusieron a pierleoni , buscaron ayuda en los ejércitos de Luis VI de Francia, Enrique I de Inglaterra y El emperador Lotario II de Alemania y lograron su deposición.

A pesar que no fue acusado de herejía en cuanto a la doctrina, fue depuesto por el Concilio de Pisa en 1135 y se eligió un nuevo papa, Inocencio II.

Santa Catalina de Siena y Santa Brigida de Suecia son famosas por haber corregido y exhortado al Papa Gregorio XI a regresar a Roma desde Aviñón, y a cumplir con su deber pastoral y restaurar la sede papal en Roma, lo cual finalmente logró en 1377. Santa Brígida escribió cartas tanto a Clemente VI como a Gregorio XI, en las cuales criticaba los lujos y la vida alejada de Roma que llevaban los papas en Aviñón.

San Pedro Damián y San Francisco de Asís, también hicieron llamados a reformas y cambios morales, contribuyendo a mejorar la vida espiritual y moral de la Iglesia en su conjunto.

¿Fueron cismáticos San Pedro Damián y San Francisco de Asís, Santa Catalina de Siena y Santa Brigida de Suecia, San Bernardo de claraval y San Norberto de Magdeburgo, San Hugo de Grenoble, San Malaquías de Armagh, San Hildeberto de Lavardin, Sofronio de Jerusalén, San Hilario de Poitiers ¿o san ATANASIO DE ALEJANDRIA?

No, son santos, por defender la sana Doctrina…

A finales del siglo V, San León Magno (440–461) se enfrentó a invasores como Atila el Huno y los vándalos, y defendió la doctrina ortodoxa en el Concilio de Calcedonia (451). Su liderazgo fue espiritual y político: fue puente entre el Imperio en ruinas y una nueva era cristiana.

II. Edad Media Temprana y Consolidación del Papado (500–1000)

Tras la caída de Roma en 476, el papado se convirtió en el pilar de estabilidad moral y cultural en el caos de Occidente. San Gregorio Magno (590–604) fue un papa monumental: reformador litúrgico, misionero (envió a San Agustín de Canterbury a Inglaterra), organizador caritativo, y teólogo. Su título «siervo de los siervos de Dios» refleja su espiritualidad de humildad.

El papado enfrentó invasiones lombardas, conflictos con Bizancio, y más adelante con la iconoclasia oriental. Papas como San Martín I (649–655) sufrieron destierro por defender la ortodoxia frente a emperadores herejes. En 800, León III coronó a Carlomagno, fundando el Sacro Imperio, una alianza que consolidaría a la Iglesia como fuerza espiritual y civilizadora.

La santidad brilló entre la corrupción que afligió ciertos pontificados. Papas como Nicolás I (858–867) defendieron el primado romano frente al cisma de Oriente. No obstante, el siglo X cayó en decadencia: intrigas familiares, simonía, papas impuestos por señores locales. Sin embargo, incluso aquí, Dios suscitó santos que mantuvieron la llama de la fe.

Formoso nació en Roma, el año 816 y fue  Consagrado obispo de Portus en 864 por el papa Nicolás I, actuó como legado pontificio en Bulgaria (866), y luego fue enviado a Constantinopla con motivo del cisma provocado por Focio.

Luego enviado al Reino de Francia (869 y 872) donde Carlos el Calvo aceptó la corona imperial.

En el 876 en el concilio del Panteón, se le ordenó a Formoso que regresara a Roma, bajo pena de excomunión, con una larga serie de acusaciones, involucrarse en política y conspirar, el 30 de junio fue excomulgado in absentia. En agosto de 878 Formoso obtuvo que se le retirara la sentencia de excomunión, a condición de que fuera reducido al estado laico y nunca regresara a Roma.

El Papa Marino I (882-884), un buen hombre y pacificador, liberó de la excomunión a Formoso, que en junio de 883 fue reconfirmado en su cargo de obispo de la diócesis de Oporto y quedó liberado de las obligaciones contraídas en 878.

 Elegido Papa, Formoso fue obispo de Roma y gobernante de los Estados Pontificios desde el 6 de octubre de 891. Su reinado como Papa fue turbulento, marcado por intervenciones en luchas de poder sobre el Patriarcado de Constantinopla, el Reino de Francia Occidental y el Sacro Imperio Romano Germánico.

El papa Formoso coronó emperador a Guido, duque de Espoleto, que por línea materna era bisnieto de Ludovico Pío. Contra él y su hijo, Lamberto de Espoleto, se levantó Arnulfo, duque de Carintia, descendiente también de Ludovico Pío, aunque por línea bastarda, y reclamó para sí la corona. Formoso se vio obligado a coronar también emperador a Arnulfo (893). A partir de entonces hizo estragos en Roma una interminable guerra civil entre espoletanos y antiespoletanos, entre partidarios del papa Formoso y sus adversarios, en las contiendas y rivalidades de las familias romanas, que nombraban papas a sus propios miembros e intentaban destronar a los papas erigidos por las familias adversarias. La confusión llegó a tales extremos, que, de algunos de tales pontífices, que a veces sólo lo fueron durante unas semanas o aun días, no conocemos sino los nombres, y ni siquiera estamos seguros de que fueran papas legítimos.

El 4 de abril de 896, Formoso murió.

Los restos de Formoso fueron exhumados y juzgados en el Sínodo del Cadáver. Sus sucesores creyeron ver el fin del Papado por el controvertido legado de su pontificado.

Poco después de su elección, se le pidió a Formoso que interviniera en el Patriarcado de Constantinopla, donde Focio I había sido expulsado y Esteban I , hijo del emperador Basilio I , había asumido el cargo. Formoso se negó a reinstalar a los que habían sido ordenados por Focio, lo que agravó del sisma de Oriente.

Formoso también se sumergió en la disputa entre Odón de París y Carlos el Simple por el trono francés.

Formoso persuadió a Arnulfo de Carintia para que se tomara Roma. En 894, el ejército de Arnulfo ocupó todo el país al norte del río Po. Avanzando hacia Roma y tomando la ciudad por la fuerza. Formoso coronó a Arnulfo como emperador en la Basílica de San Pedro. El nuevo emperador avanzó contra Spoleto.

Esteban VI , juzgó a Formoso en 897, en lo que se conoce como el Sínodo del Cadáver . El cadáver fue desenterrado, vestido con vestimentas papales y sentado en un trono para enfrentar todos los cargos. El veredicto fue que el difunto no era digno del pontificado. Se aplicó a Formoso la damnatio memoriae , se anularon todas sus medidas y actos y se declararon inválidas las órdenes conferidas por él. Le arrancaron las vestiduras papales, le cortaron los tres dedos de la mano derecha que había usado en las bendiciones y el cadáver fue arrojado al Tíber.

Sergio III (904-911) ratificó las decisiones contra Formoso. Sergio exigió la reordenación de los obispos consagrados por Formoso, quien a su vez había conferido órdenes a muchos otros clérigos, provocando gran confusión. Eran obispos y sacerdotes infiltrados para destruir la iglesia, decían algunos. La decisión de Sergio con respecto a Formoso ha sido posteriormente ignorada universalmente por la Iglesia.

III. Reforma Gregoriana, Herejías y Cruzadas (1000–1300)

La Reforma Gregoriana, iniciada por San León IX y llevada a plenitud por San Gregorio VII (1073–1085), fue una renovación moral profunda en la Iglesia. Gregorio VII luchó contra la simonía (venta de cargos eclesiásticos), promovió el celibato clerical, y defendió la independencia del papado frente al poder secular. Su enfrentamiento con el emperador Enrique IV por las investiduras laicas culminó con la humillación del emperador en Canossa (1077). Fue un ejemplo de resistencia espiritual frente al poder político.

Urbano II (1088–1099), otro papa clave, convocó la Primera Cruzada en 1095 para liberar Tierra Santa del dominio musulmán. Aunque las cruzadas tuvieron luces y sombras, marcaron una era en la que el papado guiaba a la cristiandad occidental en proyectos comunes de fe.

En el siglo XII, la Iglesia enfrentó las herejías cátaras (o albigenses) y valdenses. Los papas respondieron con concilios, predicación y la fundación de órdenes como los dominicos. Inocencio III (1198–1216), uno de los papas más influyentes, convocó el IV Concilio de Letrán, promovió reformas doctrinales y litúrgicas, y defendió la supremacía del papa como guía espiritual del mundo cristiano.

A finales del siglo XIII, San Celestino V (1294), monje ermitaño, fue elegido papa por su fama de santidad, aunque pronto abdicó, abrumado por la carga del cargo. Su figura es símbolo de humildad y obediencia a Dios incluso ante el poder terrenal.

IV. Renacimiento, Reforma Protestante y Contrarreforma (1300–1700)

El siglo XIV trajo consigo grandes crisis. Durante el Papado de Aviñón (1309–1377), los papas residieron en Francia, lo que generó críticas por su dependencia del poder francés. Luego vino el Gran Cisma de Occidente (1378–1417), con varios papas simultáneos. El Concilio de Constanza (1414–1418) restauró la unidad al elegir a Martín V.

Antipapa​ es la persona que, con la intención de ser reconocido como tal o tomar su lugar, usurpa o pretende usurpar las funciones y poderes que corresponden al papa de la Iglesia católica legítimamente elegido.

El título se utiliza especialmente cuando se trata del papa en cuanto cabeza visible de la Iglesia como obispo de Roma, sea en oposición a un pontífice o bien en periodos de sede vacante.

El período en el que los antipapas fueron más numerosos fue durante las luchas entre los papas y los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico de los siglos XI y XII. Los emperadores frecuentemente imponían a sus propios candidatos para promover sus propias causas. Asimismo, los papas patrocinaban a veces a pretendientes imperiales rivales ( anti-reyes ) en Alemania, para vencer a un emperador en particular. Es decir, por meterse la iglesia en política.

En el siglo XX y en el XXI aparecieron algunos antipapas como reacción contra el Concilio Vaticano II. Algunos de ellos fueron partidarios del sedevacantismo por postular que la sede está vacante y por lo tanto apoyaron la necesidad de un concilio imperfecto o cónclave para elegir a un nuevo pontífice, a esta teoría se la denomina conclavismo, por ejemplo Lucian Pulvermacher, que se hizo llamar Pío XIII de la Orden de Frailes Menores Capuchinos de Estados Unidos.

Durante el cisma de Avignon que duró 40 años durante los cuales hubo dos sedes papales, una en Aviñón y otra en Roma. Y hasta 3 papas simultaneos, Las monarquías europeas, los Estados italianos, las órdenes religiosas y las universidades, que tenían gran influencia política y religiosa en ese momento, se dividieron entre quienes apoyaban a un papa y quienes apoyaban al otro mientras el pueblo común permanecía en la confusión.

«Lo que ocurrió es que cardenales que habían participado en la elección de Urbano VI, señalaron que no lo habían hecho en libertad. Entonces, bajo la protección de Francia, eligieron otro papa: Clemente VII, que instaló su corte en Aviñón», En 1409, para intentar resolver la situación, un grupo de cardenales convocó un concilio -o reunión de todos los obispos- en la ciudad de Pisa.

Éste depuso a ambos papas, declarándolos herejes y cismáticos, a la vez que eligió a un nuevo representante máximo: Alejandro V, quien murió un año después y fue sucedido por Juan XXIII.

Dado que ni Gregorio ni Benedicto renunciaron, el problema se agravó: la Iglesia católica contaba con tres papas. Dicha crisis institucional duró 39 años.

Gregorio XII, que es considerado actualmente el único papa legítimo de aquellos turbulentos años, renunció el 4 de julio de 1415 para facilitar la solución del cisma, tras alcanzar un acuerdo con los gobernantes de la época.

Ha habido 33 antipapas, entre ellos un judío infiltrado.

Mientras tanto, los abusos eclesiásticos y la falta de reforma interna facilitaron el surgimiento de la Reforma Protestante, iniciada por Martín Lutero en 1517. El papa León X (1513–1521) lo excomulgó, pero ya era tarde: el cristianismo occidental estaba fracturado.

El sentir unánime de los Santos Padres es, que los judíos han declarado la guerra a Dios y propagado herejías, Jesús les dijo “una raza malvada y fornicaria solicita una señal, y no le será dada una señal” Mt. 12, 38, y toda la Iglesia manifiesta lo mismo respecto a los judíos.

“Mi verdadera guerra es contra los judíos… los judíos han sido abandonados por Dios, y por el crimen de este Deicidio no hay expiación posible.” San Juan Crisóstomo

Cerinto era un egipcio judío circuncidado. Fundador de la secta de los Gnosticos, a quien san Ireneo refuta en su libro del Gnosticismo, Adversus Haereses.

“Se pueden oír los gemidos y lamentaciones de cada uno de los profetas, gimiendo y lamentándose característicamente por las calamidades que caerán sobre el Pueblo Judío a causa de su impiedad a Aquél que han abandonado”. San Eusebio de Cesarea

Mani o Manes Fundador del Maniqueísmo se educó en el seno de una comunidad judía, los elcasitas, un subgrupo de la secta ebionita. Decía : «El hijo de una viuda pobre» (María), «el Mesías judío que los Judíos crucificado», «un diablo que fue justamente castigado por interferir en la labor del Aeon».

“Esta maldición continúa hasta el día de hoy sobre los judíos, y la sangre del Señor no cesará de pesar sobre ellos”. San Jerónimo

“El arrianismo, año 250, la gran herejía que desgarró a la Cristiandad durante más de tres siglos y medio, fue la obra de un judío subterráneo, que en público practicaba el cristianismo”

“La Sinagoga es una casa de impiedad, un receptáculo de maldades, que Dios mismo había condenado” San Ambrosio

Zósimo ha sido acusado de ser un papa judío, (417-418) ante quien acudieron Pelagio y Celestio, condenados por dos concilios por sus herejías, zosimo los absolvió. A pesar que ya habían sido condenados por el papa anterior, Inocencio I. Zósimo se mostraba demasiado complaciente, con sus hermanos de Juderia…

“Los judíos han sido dispersados por todo el mundo, para que mientras paguen la culpa de tan gran crimen, puedan ser testigos de nuestra Redención” San Bernardo de Claraval.

El catarismo o herejía albigense, fue un movimiento religioso de carácter gnóstico-maniqueo, fundado por prestamistas judíos, lo que obligó a la iglesia, la fundación de la inquisición, para determinar el origen de sectas peligrosas. En el siglo XII, al mismo tiempo que el judaísmo controlaba el papado por medio del judaico Cardenal Pierleoni, la secta de los «Albigenses» preparaba, en secreto, la más gigantesca revolución conocida hasta entonces con el fin de desintegrar al cristianismo, y destruir a la Santa Iglesia. Los valdenses de Lombardía afirmaban que la salida de la Iglesia Romana era lícita, porque ya no era la Iglesia de Jesucristo, sino que estaba gobernada solamente por escribas y fariseos»,  «No solamente durante los siglos XII y XIII los valdenses y los judíos se agruparon juntos».»hubo relación personal entre los judíos de Provenza y los valdenses en el siglo XIII». Fundados por Pedro Valdo, (1140)  el judío mas rico de la ciudad, precursor del protestantismo…

Baruch Spinoza fue un Judío, cuyo trabajo más influyente fue su Ética racionalista,  quiso cambiar los mandamientos por los “valores”.

“El pueblo judío … llegado el tiempo de la plenitud, ingrato y pérfido, condenó indignamente a su Redentor a ser muerto con muerte ignominiosa … los hebreos consumieron los haberes de los cristianos necesitados, juzgamos como muy evidente serellos encubridores y aun cómplices de ladrones y asaltantes… dados a sortilegios y encantamientos mágicos, supersticiones y maleficios, inducen a muchos incautos y enfermos a los engaños de Satanás, San Pío V, bula ‘Romanus Pontifex’, sobre los judíos.

Karl Marx era un judío, fundador de la secta de los comunistas, “La religión es el opio del pueblo”

“… Cualquier obispo, presbítero, o seglar, que en adelante les prestare apoyo (a los judíos) … bien sea por dádivas bien por favor, se considerará como verdaderamente profano y sacrílego, privándole de la comunión de la Iglesia Católica, y reputándole como extraño al reino de Dios, pues es digno que se separe del cuerpo de Cristo el que se hace patrono de los enemigos de este Señor” Concilio IV de Toledo, Canon LVIII.

León Trotsky, Judío continuador del comunismo en América

Vladímir Ilich Lenin, judío que en nombre de la secta del comunismo asesinó millones de sacerdotes. Las Crucifixiones, eran su método usado contra sacerdotes y religiosos.

Johanes Reuchlin Judío (1455-1522) se creía otro Erasmo y fue contemporáneo de éste. Fue el introductor de la kabbalah en Alemania. Su aporte al hebreo bíblico fue fundamental. Lucho contra la Iglesia de Roma que había ordenado destruir todo tipo de literatura hebrea. Fue el tío abuelo, mentor y maestro de Phillip Melanchton.

Phillip Melanchton judío (1497-1560) uno de los más grandes herejes de la Reforma. Amigo y discípulo de Martín Lutero durante tres décadas, fue su sucesor, conocedor de varios idiomas, participó en la traducción del Antiguo Testamento del hebreo. Lutero no habría podido lanzar su herejía, de no haber sido por la ayuda de Melanchton quien decía:“Yo aquí me encuentro, insensato y endurecido, establecido en el ocio, ¡oh dolor!, rezando poco, y dejando de gemir por la Iglesia de Dios, porque en mis carnes indómitas ardo en grandes llamaradas. En suma, yo que debo tener el fervor del espíritu, tengo el fervor de la carne, de la lujuria, de la pereza, del ocio y de la somnolencia” (“Briefe, Sendscheiben und Bedenken”, ed. De Wette, 2, p. 22 – cfr. op. cit. p. 198).

Constantino Ponce de la Fuente Judio (1502-1560) fue un español, sacerdote hereje y compañero de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, uso la cercania del poder y paralelamente desde las sombras, para el movimiento de la Reforma y para que personas importantes del clero, la cultura y la nobleza, prostituyeran el verdadero Evangelio.

Agustín Cazalla Judío (1510-1559), fue uno de los pioneros de la Reforma Protestante en España. Algunos dicen de él, que fue para España lo que Lutero para Alemania…

Marcus Pérez Judio  (1510-1575) Al igual que otros judíos que abrazaron el cristianismo reformado –como Fernando Bernay y Martín López-, tuvo una participación decisiva en la expansión de las ideas protestantes. Junto a su esposa Ursula, adoptó el calvinismo y en aras de ésta causa puso a disposición su notable fortuna e influencias, llegó a introducir en España unos 30.000 ejemplares del libro herético de calvino. En más de una oportunidad, Marcus Pérez ofreció asilo a Casiodoro de Reina y más aún, aportó el dinero y los medios para que completara su obra: la traducción, impresión y distribución de la primera y más famosa versión de las Escrituras en lengua hispana. Se relacionó con la nobleza y mantuvo contactos con Elizabeth I, la Reina Virgen de Inglaterra, (entre sus amantes hay incluso piratas) firme adherente y otra pieza clave para la consolidación del protestantismo.

“Aunque en la condenación de la perfidia de los judíos, hay infinitas sentencias de los Padres antiguos y brillan además muchas leyes nuevas; sin embargo como según el vaticinio profético relativo a su obstinación, el pecado de Judá está escrito con pluma de hierro y sobre uña de diamante, más duros que una piedra en su ceguera y terquedad. Es, por lo tanto, muy conveniente que el muro de su infidelidad debe ser combatido más estrechamente con las máquinas de la Iglesia Católica, de modo que, o lleguen a corregirse en contra de su voluntad, o sean destruidos de manera que perezcan para siempre por juicio del Señor” Concilio XVI de Toledo, canon I.

Fue el protestantismo pues, de inspiración Judía?

“Ninguna religión hay en toda la tierra, que enseñe esta doctrina de la justificación; yo mismo, aunque la enseñe públicamente, con gran dificultad la creo en particular” (“Werke”, ed. de Weimar, 25, p. 330 – cfr. op. cit., p. 158). Lutero

Lutero agregaba, acerca de sus secuaces evangélicos, que “son siete veces peores que antes. Después de la predicación de nuestra doctrina, los hombres se entregaron al robo, a la mentira, a la impostura, a la depravación, a la embriaguez y a toda especie de vicios. Expulsamos un demonio (el papado) y vinieron siete peores” (“Werke”, ed. de Weimar, 28, p. 763 – cfr. op. cit., p. 440).

“Después que comprendimos que las buenas obras no son necesarias para la justificación, quedamos mucho más descuidados y fríos en la práctica del bien (…) Y si hoy se pudiese volver al antiguo estado de cosas, si de nuevo reviviese la doctrina que afirma la necesidad de hacer bien para ser santo, otra sería nuestra alegría y presteza en el ejercicio del bien” (“Werke”, ed. de Weimar, 27, p. 443 – cfr. op. cit., p. 441).

Lutero llega al frenesí del orgullo satánico, diciendo de sí mismo: “¿Este Lutero no os parece un hombre extravagante? En cuanto a mí, pienso que él es Dios. Si no, ¿como tendrían sus escritos y su nombre el poder de transformar mendigos en señores, asnos en doctores, falsificadores en santos, lodo en perlas?” (Ed. Wittemberg, 1551, t. 4, p. 378 – cfr. op. cit., p. 190).

“Soy un hombre expuesto y envuelto en el mundo, en la crápula, en los movimientos carnales, en la negligencia y en otras molestias, a las que vienen a juntarse las de mi propio oficio” (“Briefe, Sendschreiben und Bedenken”, ed. De Wette, 1, p. 232 – cfr. op. cit., p. 198).

“Oremos también por los pérfidos judíos, para que Dios Nuestro Señor aparte el velo de sus corazones, de modo que ellos también reconozcan a Cristo Nuestro Señor; Omnipotente y sempiterno Dios, Tú que no excluyes de tu Misericordia ni siquiera a los pérfidos judíos, escucha nuestras preces, que te dirigimos por la obcecación de aquel pueblo; de tal modo que, conocida la Verdad de tu Luz, que es Cristo, salgan de sus tinieblas. Por el mismo Cristo Nuestro Señor, Hijo tuyo, que vive y reina en la Unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Frente a esta ruptura, la Iglesia respondió con fuerza en la Contrarreforma. El Concilio de Trento (1545–1563), impulsado por papas como Paulo III, Julio III, y Pío IV, reafirmó la doctrina católica y reformó la disciplina eclesial. Se consolidaron el seminario sacerdotal, la catequesis y los sacramentos.

En este contexto se destacan papas santos como San Pío V (1566–1572), reformador riguroso que impuso la disciplina tridentina, promovió el rosario, y organizó la coalición cristiana que venció en Lepanto (1571). Su santidad y firmeza lo convirtieron en referente de un papado reformado.

Gregorio XIII (1572–1585) reformó el calendario (gregoriano), y Clemente VIII (1592–1605) promovió la conversión de Enrique IV de Francia, lo que ayudó a cerrar la era de guerras religiosas en ese país.

V. Ilustración, Revolución y el Declive Temporal del Papado (1700–1870)

Durante los siglos XVII y XVIII, el papado enfrentó nuevos desafíos: el surgimiento del pensamiento ilustrado, el absolutismo monárquico y una creciente secularización del poder político. El racionalismo ilustrado cuestionaba la autoridad religiosa, promoviendo una visión del mundo centrada en la razón y la ciencia. Filósofos como Voltaire y Rousseau criticaban abiertamente a la Iglesia, que era vista como símbolo de atraso.

La Revolución Francesa (1789) representó un terremoto político y cultural. El clero fue perseguido, se instauró un culto a la razón y se abolió el calendario cristiano. El papa Pío VI (1775–1799) denunció los excesos de la Revolución, fue secuestrado por las tropas napoleónicas y murió prisionero en Valence, mártir del nuevo orden secular.

Su sucesor, Pío VII (1800–1823), vivió una compleja relación con Napoleón Bonaparte. Aunque en 1804 accedió a coronarlo como emperador en Notre Dame de París, fue más tarde arrestado por él. Tras la caída del imperio napoleónico, Pío VII restauró la vida religiosa en muchos países europeos y trabajó por la concordia. Fue un papa sufrido y firme, cuya santidad se mostró en la mansedumbre y la constancia.

A lo largo del siglo XIX, la Iglesia fue perdiendo influencia temporal. Los Estados Pontificios, que habían sido el soporte político del papado durante más de mil años, comenzaron a tambalear con el surgimiento del nacionalismo italiano. Finalmente, en 1870, tras la unificación de Italia, Roma fue ocupada por el ejército del rey Víctor Manuel II, y el papa Pío IX (1846–1878) se recluyó en el Vaticano como «prisionero».

Pío IX, uno de los papas más largos de la historia, fue protagonista de momentos claves. Proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción en 1854 y convocó el Concilio Vaticano I (1869–1870), donde se definió el dogma de la infalibilidad papal en materias de fe y moral, cuando habla ex cathedra. Su beatificación en el año 2000 reivindicó su figura como un papa de fortaleza sobrenatural ante un mundo hostil.

VI. Papado Moderno: Entre la Santidad y los Desafíos Contemporáneos (1870–2024)

El fin de los Estados Pontificios marcó el inicio de una nueva etapa: un papado libre del poder temporal pero profundamente involucrado en los asuntos espirituales y culturales del mundo. Esta etapa vio surgir papas santos y pastores valientes en un siglo turbulento.

San Pío X (1903–1914) fue un pastor humilde y profundo reformador. Combatió el modernismo, al que llamó «la síntesis de todas las herejías», promovió la comunión frecuente, la comunión de los niños, reformó el canto gregoriano y la Curia romana. Su vida austera y piedad eucarística lo convirtieron en el primer papa canonizado desde San Pío V.

Durante la Primera Guerra Mundial, el papa Benedicto XV (1914–1922) buscó sin éxito la paz. Su magisterio se centró en la reconciliación, la diplomacia y la caridad hacia las víctimas del conflicto.

Pío XI (1922–1939) y Pío XII (1939–1958) gobernaron durante el auge del totalitarismo. Pío XI denunció el fascismo y el nazismo en las encíclicas Mit brennender Sorge y Non abbiamo bisogno. Pío XII, testigo de la Segunda Guerra Mundial, ha sido objeto de polémicas sobre su silencio respecto al Holocausto. Sin embargo, múltiples testimonios afirman que ayudó en secreto a salvar miles de judíos. Su causa de beatificación sigue abierta.

El Concilio Vaticano II (1962–1965), convocado por San Juan XXIII y clausurado por Pablo VI, fue el mayor acontecimiento eclesial del siglo XX. Buscó una renovación pastoral que acercara la Iglesia al mundo moderno. Se reformó la liturgia (permitiendo las lenguas vernáculas), se promovió el ecumenismo, y se redefinió la misión de los laicos.

Pablo VI (1963–1978) fue un papa prudente y valiente. Su encíclica Humanae Vitae (1968), que reafirmó la enseñanza contra la contracepción artificial, le valió fuertes críticas, pero fue una muestra de fidelidad doctrinal. A pesar de la crisis postconciliar —con el éxodo de sacerdotes y religiosas, la disminución de la misa dominical y el relativismo doctrinal—, Pablo VI sostuvo con firmeza el timón de la barca de Pedro.

Con San Juan Pablo II (1978–2005) el papado alcanzó un alcance global sin precedentes. Primer papa no italiano en más de 450 años, filósofo, poeta, actor, políglota, deportista, sobreviviente del nazismo y del comunismo, el polaco Karol Wojtyła fue un apóstol incansable. Sus más de 100 viajes internacionales, su papel en la caída del comunismo, sus encíclicas sobre la dignidad humana, el trabajo, la fe y la razón, y su promoción de la nueva evangelización, lo convirtieron en uno de los gigantes espirituales del siglo XX. Fue también un promotor de la santidad, canonizando más santos que todos sus antecesores juntos.

Benedicto XVI (2005–2013), uno de los más grandes teólogos del siglo XX, sucedió a Juan Pablo II. Su pontificado fue una defensa de la fe y la razón ante la dictadura del relativismo. Su renuncia en 2013, primera en más de seis siglos, fue un acto de humildad. Como “papa emérito”, vivió en oración y discreción hasta su muerte en 2022.

Francisco (2013–2025), ha puesto el énfasis en la misericordia, la cercanía a los pobres, la sinodalidad y la reforma estructural de la Curia. Su estilo sencillo, su apertura a temas ecológicos y sociales, y su invitación constante a una “Iglesia en salida” han generado entusiasmo y también controversias. Bajo su pontificado se han acentuado los debates internos sobre moral sexual, sinodalidad, ecumenismo, y la relación con la tradición.

Francisco ha canonizado a papas recientes, promovido sínodos regionales como el de la Amazonía y liderado el Sínodo sobre la Sinodalidad (2021–2024), que busca renovar la forma de vivir la colegialidad y la participación dentro de la Iglesia. Frente a un mundo marcado por la secularización, el escándalo de abusos, y una grave crisis de vocaciones en muchas regiones, su pontificado busca sostener la fe desde una pastoral del encuentro.

Conclusión

La historia del papado es la historia del rostro visible de Cristo en su Iglesia a lo largo de los siglos. Desde el humilde pescador Pedro hasta Francisco, cada papa ha sido un eslabón en la cadena de fidelidad que sostiene a la Iglesia católica. Muchos fueron santos, otros pecadores; unos reformadores, otros víctimas de la historia. Pero todos, incluso en su fragilidad, fueron instrumentos de la Providencia.

El papado ha resistido a las persecuciones imperiales, a las herejías, al cisma, a la corrupción interna, a las guerras mundiales, al totalitarismo, al secularismo y a la modernidad. Su supervivencia no se explica sólo por la estrategia o la política, sino por la promesa de Cristo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la vencerá” (Mt 16,18).

Liberio, Honorio, Vigilio y Anacleto II— forman parte de una larga y compleja historia de debates teológicos, controversias eclesiásticas y, en algunos casos, acusaciones de herejía o irregularidades en su elección. Vamos a desglosarlo un poco:


Papas que han sido considerados problemáticos o “especiales”

1. Papa Liberio (352–366)

Controversia: Fue el primer papa que no fue canonizado. Durante la crisis arriana, algunos lo acusan de haber firmado un documento ambiguo o incluso filoarriano bajo presión del emperador Constancio II.

¿Hereje?: La Iglesia nunca lo declaró formalmente hereje, pero San Atanasio y otros lo criticaron duramente.

2. Papa Honorio I (625–638)

Controversia: Fue condenado post mortem por el Tercer Concilio de Constantinopla (681) por no haber actuado con claridad contra el monotelismo.

¿Hereje?: Técnicamente, no fue condenado por enseñar herejía, sino por «negligencia» al no reprimirla. Pero es el único papa condenado por un concilio ecuménico.

3. Papa Vigilio (537–555)

Controversia: Involucrado en la controversia de los «Tres Capítulos». Cambió de postura varias veces, lo que generó dudas sobre su ortodoxia.

¿Hereje?: No fue declarado hereje, pero su papado fue políticamente y doctrinalmente problemático.

4. Anacleto II (1130–1138)

Controversia: Fue antipapa en oposición al papa legítimo Inocencio II. Apoyado por gran parte del clero romano.

¿Hereje?: No hereje en el sentido doctrinal, pero sí antipapa, lo cual lo coloca fuera de la sucesión legítima.


 Antipapas y Herejes

A lo largo de la historia de la Iglesia, más de 40 figuras han sido consideradas antipapas: individuos que, en tiempos de cisma o conflicto, fueron elegidos o se autoproclamaron papas sin legitimidad.

Algunos papas han sido acusados de herejía, pero ningún papa legítimo ha sido formalmente condenado por herejía mientras estaba en el cargo, con la excepción discutida de Honorio I.


En el siglo XIX, San Roberto Belarmino discutió la posibilidad teológica de un papa hereje, aunque insistían en que esto no invalidaría automáticamente su pontificado sin juicio eclesial.

El Ager Vaticanus, en la antigua Roma comprendía casi doce kilómetros cuadrados de superficie, que componía la orilla derecha del río Tíber, la colina Janiculum (Gianicolo), la colina Vaticanus y Monte Mario, hasta la confluencia del río Cremera.

El Ager Vaticanus era un campo abandonado infestado de alimañas que con el tiempo comenzó a poblarse gracias a un asentamiento etrusco llamado Vaticum. De donde toma el nombre la zona. El nombre provenía del dios etrusco Vaticanus o Vagitano, que a sus vez tomaba el nombre del “vaticinium” que era el arte de la adivinación del cual los etruscos eran grandes maestros.

Plinio el Viejo en sus escritos Naturalis Historia (siglo I), refería que en ese lugar se encontraba un antiguo roble con una inscripción en letras etruscas que atestiguaba como el árbol era digno de veneración y punto de encuentro para los “aruspici”.

Los que se dedicaban al arte adivinatoria de la aruspicina, que consistía en el examen meticuloso de las vísceras de animales sacrificados especialmente el hígado y el intestino.

Allí Calígula hizo construir un circo o hipódromo, para las carreras de Aurigas, que luego fue reestructurado por su sobrino Nerón.

En el centro del circo se encontraba un obelisco que había sido traído por Calígula en el año 37 d. C. desde Egipto, y es el que se encuentra ahora en el centro de la plaza de San Pedro desde el año 1586 en que fue trasladado.

Según la tradición, entre los años 64 y 67 en el Circo de Nerón, fue martirizado el apóstol san Pedro, “piedra fundamental” de nuestra Iglesia.

En la historia de la Iglesia se han dado circunstancias en las que varios pretendientes luchan por la autoridad papal y se reunieron concilios para eliminar a algunos de ellos. Los concilios de Constanza y Basilea y los teólogos galicanos, sostienen que el concilio puede deponer a un Papa sobre las siguientes bases:

ob mores (por su conducta o comportamiento, es decir , resistencia al sínodo).

ob fidem (por su fe o mejor falta de fe, es decir, herejía).

Sin embargo, de hecho la herejía es la única razón legítima, ya que un Papa hereje ha dejado de ser miembro de la Iglesia y, por consiguiente, no puede ser su cabeza. Un Papa pecador, por otra arte, permanece como miembro de la Iglesia (visible) y ha de ser tratado como un gobernante pecador e injusto por el que hemos de orar.

El concilio, según Belarmino (Disputationes, II XIX, de Conciliis) tiene el derecho de examinar las distintas reclamaciones y deponer al pretendiente cuyas reclamaciones son infundadas. Esto se hizo en el Concilio de Constanza, pero durante este proceso de examen el sínodo no es aún ecuménico; sólo llega a serlo en el momento en que el Papa legítimo aprueba sus procedimientos. Es evidente que esto no es un ejemplo de un Papa legítimo depuesto por un concilio legítimo, sino simplemente la remoción de un pretendiente por aquéllos a los que trata de imponer su voluntad.

Tomemos el precedente de Juan XXIII nacido Baldasarre Cossa (Procida, 1370-Florencia, 22 de diciembre de 1419) fue un antipapa de la Iglesia católica durante parte del denominado Cisma de Occidente entre 1410 y 1415. Antes de ser papa fue camarlengo de Bonifacio IX. Fue depuesto y encarcelado para después ser liberado y nombrado arzobispo y cardenal de la Santa Iglesia Romana obedeciendo a Martín V. Murió a los pocos meses.​

Es el cuarto de los antipapas de ese cisma. Stephen Greenblatt señala que estudió jurisprudencia en al Universidad de Bolonia donde obtuvo dos doctorados, en derecho civil y en derecho canónico y que se le consideraba persona enérgica y astuta.Se le ha descrito como una persona ambiciosa, mundana, nada espiritual ni preparada para asuntos espirituales y sí como un codicioso político

Ni siquiera Juan XXIII pudo haber sido depuesto en Constanza si su elección no hubiera sido dudosa y él mismo sospechoso de herejía. Juan XXIII, más aún, abdicó y por su abdicación hizo que su deposición de la sede apostólica fuera legal.

Al respecto de los ultimos tiempos la Virgen en La Salette advirtió: «La naturaleza clama venganza contra los hombres y tiembla de espanto en espera de lo que debe suceder en la Tierra encharcada de crímenes, temblad, Tierra y vosotros que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que interiormente adoráis a vosotros mismos, temblad»;.

Pues Dios va a entregarlos a sus enemigos, porque los lugares santos están en la corrupción; muchos conventos no son ya casa de Dios, sino pastizales de asmodeo.

Durante este tiempo NACERÁ EL ANTICRISTO, . Al nacer vomitará blasfemias, tendrá dientes; en una palabra, será el demonio encarnado, lanzará gritos espantosos, hará prodigios y no se alimentará sino de impurezas. 

El agua y el fuego causarán en el globo terrestre movimientos convulsivos y horribles terremotos que tragarán montañas, ciudades, etc.

ROMA PERDERÁ LA FE y se convertirá en la sede del anticristo.

Los demonios del aire, con el anticristo, harán grandes prodigios en la Tierra y en los aires, y los hombres se pervertirán más y más.

La Iglesia será eclipsada, el mundo quedará consternado. Pero he ahí a ENOC y ELÍAS, llenos del espíritu de Dios; predicarán con la fuerza de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán consoladas; harán grandes prodigios por la virtud del Espíritu Santo y condenarán los errores diabólicos del anticristo.

Ay de los habitantes de la Tierra!. Habrá guerras sangrientas y hambres, pestes y enfermedades contagiosas; habrá lluvias de un granizo espantoso para los animales; tempestades que arruinarán cuidades; terremotos que engullirán países; se oirán voces en el aire; los hombres se golpearán la cabeza contra los muros; llamarán a la muerte, y, por otra parte, la muerte será su suplicio.

Correrá la sangre por todas partes ¿quién podrá resistir si Dios no disminuye el tiempo de la prueba? Por la sangre, las lágrimas y oraciones de los justos Dios se dejará aplacar. Enoc y Elías serán muertos.

Roma pagana desaparecerá; CAERÁ FUEGO DEL CIELO y consumirá tres ciudades; el universo entero estará preso del terror, y muchos se dejarán seducir por no haber adorado al verdadero Cristo, que vivía entre ellos. Ha llegado el tiempo; El sol se oscurece; SOLO LA FE VIVIRÁ.

He aquí el tiempo: El abismo se abre. He aquí el rey de los reyes de las tinieblas. He aquí la bestia con sus súbditos, llamándose el salvador del mundo.

Se retomará con orgullo por los aires para subir hasta el Cielo; será sofocado por el soplo de San Miguel Arcángel. Caerá, y la Tierra, que llevará TRES DÍAS en continuas evoluciones, abrirá su seno lleno de fuego; Será hundido para siempre, con todos los suyos, en los abismos eternos del infierno.

La Salette revela el tercer secreto de Fatima, 

PROFECÍA DE LA VIRGEN DE LA SALETTE, FRANCIA (1846).

«…llamo a los apóstoles de los últimos tiempos, a los fieles discípulos de Jesucristo, a los que han vivido con desprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en el desdén y en el silencio, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento y desconocidos del mundo. Es tiempo ya que ellos salgan y vengan a iluminar la tierra; id y mostraos como mis amados hijos; yo estoy con vosotros y en vosotros, siempre la fe sea la luz que os ilumine los días de infortunio. Que vuestro celo os haga como hambrientos de la gloria y el honor de Jesucristo. Combatid, hijos de la luz, vosotros, los pocos que pueden ver, porque he aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines».

El Papa Honorio I (625-638) fue póstumamente excomulgado por tres Concilios Ecuménicos (el Tercer Concilio de Constantinopla en 681, el Segundo Concilio de Nicea en 787 y el Cuarto Concilio de Constantinopla en 870) con el argumento de que apoyaba la doctrina herética de aquellos que promovieron el monoteletismo, ayudando así a difundir esta herejía. En la carta con la que el Papa San León II (+ 682-683 ) confirmó los decretos del Tercer Concilio de Constantinopla, declaró el anatema sobre el Papa Honorio (“anathematizamus Honorium”), indicando que su predecesor “Honorio, que no iluminó esta Iglesia apostólica con la doctrina de la tradición apostólica, sino que intentó subvertir la inmaculada fe con una impía traición”. (Denzinger-Schönmetzer, n. 563)

El Liber Diurnus Romanorum Pontificum, una colección variada de formularios utilizados en la cancillería papal hasta el siglo XI, contiene el texto para el juramento papal, según el cual cada nuevo Papa, al asumir el cargo, tenía que jurar que “reconocia el sexto concilio Ecuménico, que castigó con anatema eterno a los creadores de la herejía (Monotelista), Sergio, Pirro, etc., junto con Honorio.” (PL 105, 40-44)

Si un Papa difunde errores doctrinales o herejías, la estructura divina de la Iglesia ya proporciona un antídoto: la suplencia ministerial de los representantes del episcopado y el invencible sensus fidei de los fieles. En este tema el factor numérico no es decisivo. Es suficiente que incluso un par de obispos proclamen la integridad de la fe y corrijan así los errores de un Papa herético.  Incluso si un Papa está difundiendo errores teológicos y herejías, la Fe de la Iglesia en su conjunto permanecerá intacta debido a la promesa de Cristo con respecto a la asistencia especial y la presencia permanente del Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, en Su Iglesia (ver Juan 14: 17; 1 Juan 2: 27).

Cuando con un inescrutable permiso de Dios,  un Papa propaga errores y herejías a través de su Magisterio no infalible cotidiano u ordinario, la Divina Providencia despierta al mismo tiempo el testimonio de algunos miembros del colegio episcopal, y también de los fieles, para compensar las fallas temporales del magisterio papal. 

Uno puede desheredar a los hijos de una familia. Sin embargo, uno no puede desheredar al padre de una familia, por muy culpable o monstruoso que sea su comportamiento. Esta es la ley de la jerarquía que Dios ha establecido incluso en la creación. Lo mismo se aplica al Papa, quien durante su mandato es el padre espiritual de toda la familia de Cristo en la tierra. En el caso de un padre criminal o monstruoso, los niños deben apartarse de él o evitar el contacto con él. Sin embargo, no pueden decir: “Elegiremos a un nuevo y buen padre de nuestra familia”. Sería contra el sentido común y contra la naturaleza. El mismo principio debería ser aplicable, por lo tanto, a la cuestión de deponer a un Papa herético. El Papa no puede ser depuesto por nadie, solo Dios puede intervenir y lo hará en su tiempo, ya que Dios no falla en su providencia (“Deus in sua dispositione non fallitur”). 

Durante el Concilio Vaticano I, el obispo Zinelli, relator de la comisión conciliar sobre la fe, habló en estos términos sobre la posibilidad de un Papa herético: “Si Dios permite un mal tan grande (es decir, un Papa herético), los medios para remediar tal situación no faltarán” (Mansi 52, 1109).

La Iglesia tiene un carácter tan divino que incluso un Papa herético no puede destruirla, aunque dañe gravemente la vida de la Iglesia, pero su acción tiene una duración limitada. La Fe de toda la Iglesia es mayor y más fuerte que los errores de un Papa herético y esta Fe no puede ser derrotada, ni siquiera por un Papa herético. La constancia de toda la Iglesia es mayor y más duradera que el desastre relativamente breve de un Papa herético. La roca verdadera sobre la que reside la indestructibilidad de la fe y la santidad de la Iglesia es Cristo mismo, siendo el Papa solo su instrumento, como cada obispo y sacerdote es solamente un instrumento de Cristo Sumo Sacerdote.

Principio, formulado por el Papa San Esteban I (+ 257), guía para tratar el tema de un Papa herético: “Nihil innovetur, nisi quod traditum est”, es decir”: “Que no haya innovación más allá de lo que se ha transmitido”.

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De #bottegadivina

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