Hay un personaje que sin la encarnación de todo un Dios no tendría ningún sentido, el anticristo solo puede existir a partir de Cristo.
Luego de 2 milenios de Cristianismo podemos ver cronológicamente el camino que han seguido los santos , padres de la iglesia, pensadores, escritores y líderes cuyas obras o intervenciones han influido en la visión del satanismo y del Anticristo, a partir del nacimiento del mesías, su enemigo e imitador, hasta el presente.
| Fecha (aprox.) | Figura / rol | Obra / intervención | Idea clave sobre Anticristo / Satanás | Influencia posterior / ecos en élites |
| s. I | San Pablo (apóstol) | 1 Tes 5,3; 2 Tes 2 | “Paz y seguridad” como falsa calma; el “hombre de la iniquidad”. | Base para lecturas políticas/escatológicas contemporáneas. |
| s. I | San Juan (evangelista) | Apocalipsis | Anticristo como poder seductor global; bestias, marca, culto. | Imaginario apocalíptico duradero en Occidente. |
| s. II–IV | Padres de la Iglesia | Ireneo, Hipólito, Agustín | Anticristo como usurpador del culto y del orden. | Teología clásica del mal político-religioso. |
| s. XIII–XIV | Dante Alighieri | Comedia | El mal como desorden del amor; contrapoder espiritual/político. | Canoniza una cartografía moral del poder. |
| 1667 | John Milton | Paradise Lost | Satanás como rebelde retóricamente carismático; ambigüedad estética. | Semilla del “satanismo” romántico/estético. |
| s. XVIII–XIX | Ilustración / Romanticismo | Blake, Byron, Shelley | Relecturas de Lucifer como Prometeo moderno. | Normaliza lo satánico como símbolo de libertad. |
| 1830s–40s | Hegel / posthegelianos | Cursos, Fenomenología | Dialéctica del mal como momento de la libertad. | Filosofías de la historia que relativizan lo demoníaco. |
| 1853–1900 | Vladimir Soloviev | Breve relato sobre el Anticristo | Líder carismático “pacificador” y culto; unidad sin Cristo. | Profecía cultural del mesianismo secular. |
| 1871–1914 | R. H. Benson | Lord of the World (1907) | Gobierno global humanitarista; religión del progreso. | Guion literario de tecnocracias benévolas. |
| 1875–1950 | René Guénon | El reino de la cantidad | Inversión de símbolos, “fin de ciclo” y contra-tradición. | Crítica metafísica de la modernidad secular. |
| 1875–1947 | Aleister Crowley | Thelema | Ocultismo voluntarista (“haz tu voluntad”). | Influencia en contraculturas y esoterismo pop. |
| 1898–1963 | C. S. Lewis | Cartas del diablo a su sobrino | Mal banal y tácticas de seducción sutil. | Manual moral para sociedades de masas. |
| 1906–1977 | Augusto Del Noce | El problema del ateísmo | Nihilismo político y secularización radical. | Diagnóstico filosófico del “post-cristianismo”. |
| 1930–1993 | René Girard | La violencia y lo sagrado | Mímesis, chivo expiatorio; lo “satánico” como ciclo de violencia. | Influyente en Thiel; lectura antropológica del mal. |
| 1966 | Anton LaVey | Church of Satan | Satanismo ateo, teatral y libertario. | Normaliza “satanismo” como marca cultural. |
| 1975 | Michael Aquino | Temple of Set | Esoterismo auto-divinizante. | Segmento elitista del ocultismo moderno. |
| 1950– | Teología política | Ratzinger, Biffi, Soloviev (relecturas) | Anticristo “hipercristiano”: filantropía sin trascendencia. | Marco para criticar humanitarismos totalizantes. |
| 1990s– | Cultura digital | Ciberpunk, transhumanismo | Superación de límites y tentación prometeica. | Narrativas tecnoutópicas en élites. |
| 2013– | The Satanic Temple (TST) | Activismo legal | Satán como metáfora pro-libertades/anticlerical. | Litigios por libertad religiosa y visibilidad pública. |
| 2014 | Peter Thiel (autor) | Zero to One | Singularidad emprendedora; crítica a conformismo. | Influencia en capital riesgo y discurso élite. |
| 2016– | Thiel / política USA | Asesoría, foros | Riesgos civilizatorios (IA, bio, nuclear). | Inserta el “mal” en debates tech-policy. |
| 2024 | Thiel en Hoover | Uncommon Knowledge | Anticristo como “paz y seguridad” bajo miedo apocalíptico; posible sistema. | Actualiza Soloviev/Benson para era de IA/gobernanza global. |
| 2020s | Debate público | TST, wicca, ocultismo pop | Espectacularización de lo satánico en espacio cívico. | Normalización simbólica en medios y campus. |
Peter Andreas Thiel (n. 1967 en Fráncfort, Alemania) es uno de los nombres más influyentes del capitalismo tecnológico contemporáneo. Cofundador de PayPal junto con Max Levchin y Elon Musk, y quien , como primer inversor externo en Facebook, permitió a esta empresa ser lo que es hoy. Thiel, ha sido el primero en declararse homosexual y “simpatizante cultural” del satanismo, en una convención republicana y encarna el cruce entre las finanzas, la geopolítica y la especulación filosófica. Su empresa Palantir Technologies, fundada en 2003, se ha convertido en el epicentro de la analítica de datos a gran escala, trabajando en estrecha relación con agencias de inteligencia estadounidenses y europeas, desde la CIA hasta Europol. Y SON SUS DATOS O RECOMENDACIONES LAS QUE, DE ALGUNA MANERA DETERMINAN LAS ACCIONES DE LAS GUERRAS MODERNAS.
Thiel ha sido un intelectual público y uno de los asesores tecnológicos más cercanos a Donald Trump y el vicepresidente J. D. Vance.
En octubre de 2024, Thiel ofreció ante la Hoover Institution, su visión de que la figura del Anticristo descrita en el Apocalipsis podría presentarse en el siglo XXI no como un dictador brutal, sino como un salvador político que promete “paz y seguridad” en medio del miedo a la destrucción global.
Para elaborar su tesis, Thiel se apoyó en dos escritores clave:
Vladimir Soloviev (1853-1900), filósofo y místico ruso, cuyo Breve relato sobre el Anticristo describe a un líder carismático, culto, amante de la paz y de la cultura, pero que en el fondo encarna el rechazo a Cristo y la subordinación de la humanidad a una falsa unidad.
Robert Hugh Benson (1871-1914), sacerdote católico inglés, autor de Señor del Mundo (Lord of the World, 1907), novela distópica que narra la instauración de un gobierno global humanista y tecnocrático, donde la religión tradicional es reemplazada por una espiritualidad secular y mesiánica. Benson anticipa con inquietante claridad el culto al progreso ilimitado y la manipulación política bajo el signo del bien común.
Thiel comparó estas visiones con los riesgos contemporáneos: la gobernanza global basada en el miedo, ya sea climático, nuclear o tecnológico de una IA descontrolada, que ofrece al mundo seguridad a costa de la libertad espiritual.
Thiel está profundamente influenciado por la teoría de René Girard, que postula que el deseo humano es imitativo (mímesis). Esto lleva a la rivalidad, la violencia y los chivos expiatorios. En el pensamiento de Thiel, el «satanismo» representa el ciclo de rivalidad y conflicto sin fin, que se opone a la creatividad y a la verdadera innovación.
En paralelo, el satanismo ha pasado de ser un fenómeno subcultural a adquirir estatus legal y mediático en Occidente:
En EE.UU., el Satanic Temple ha conseguido reconocimiento como religión en algunos estados, litigando para obtener los mismos derechos que iglesias tradicionales. Esto ha llevado a que en varios ayuntamientos se autoricen estatuas de Baphomet en nombre de la libertad religiosa y a la organización de “misas negras” como actos performativos de protesta contra el cristianismo institucional. Al extremo que ahora en USA hay clases de satan después de clase.
En Europa, aunque con menos institucionalización, hay un auge paralelo: desde colectivos wiccanos y neopaganos hasta expresiones satánicas explícitas en el arte, el performance y la política cultural.
En 2017 y 2018 grupos de brujas y wiccas declararon públicamente haber realizado rituales de maldición contra Donald Trump, lo que generó un eco social inesperado. En campañas políticas recientes, se han revelado conexiones entre asesores o familiares de altos cargos con prácticas de ocultismo o simpatías satánicas.
Según el Pew Research Center y estudios sociológicos recientes, el satanismo organizado, cuenta con 200.000 afiliados en EE.UU. y es el movimiento religioso de más rápido crecimiento proporcional en Occidente, gracias a su carácter transgresor y su capacidad de atraer a jóvenes desencantados con la religión tradicional.
En El Paraíso Perdido (1667), John Milton, que era llamado “la damisela del College” al parecer por compartir las mismas preferencias de Thiel, describe a Luzbel como un rebelde que “prefiere reinar en el Infierno que servir en el Cielo”. La tradición romántica reinterpretó esta figura como un aliado del hombre, portador de la luz robada, un Prometeo moderno, que trae la Ilustración al hombre..
En el siglo XIX, autores como Byron, Blake o Shelley continuaron con esta satanización estética: el demonio ya no era solo enemigo, sino símbolo de rebeldía e inteligencia.
Hoy, en ciertos círculos de la élite tecnológica y cultural, esta imaginería se asocia a la idea de la superación de límites humanos: la inteligencia artificial como “nuevo fuego prometéico”, el rechazo a Dios como signo de autonomía radical, y el satanismo como metáfora de la emancipación frente a cualquier trascendencia.
Ya hay movimientos para polver a los Dioses ancestrales , no sabemos si incluyendo sacrificios humanos, aunque sí es constatable que sectores de la élite digital, cultural y política adoptan símbolos satánicos o neopaganos como estandartes de transgresión:
Silicon Valley, cuna de Thiel y de Palantir, ha visto proliferar comunidades de espiritualidad alternativa que mezclan ocultismo, tecnociencia y esoterismo.
En Europa, desde festivales artísticos hasta performances en edificios públicos, los símbolos demoníacos se normalizan como gesto de modernidad.
En el discurso de ciertos intelectuales posmodernos, “solo los tontos creen en Dios”, mientras que la inteligencia se mide por la capacidad de ironizar sobre lo sagrado y reivindicar lo oscuro como fuente de lucidez.
La reflexión de Thiel sobre el Anticristo, lejos de ser un desvarío religioso, se inserta en un diagnóstico cultural: la posibilidad de que un orden global, tecnocrático y aparentemente benévolo, surja para salvar al mundo de la catástrofe, pero lo haga a costa de su alma espiritual.
Mientras tanto, el satanismo, en su vertiente estética, religiosa y política, gana presencia pública, como símbolo de emancipación frente a la fe tradicional. La paradoja es que, en el mismo proceso, se cumplen los presagios de Soloviev y Benson: el Anticristo no llegaría como un tirano brutal, sino como un benefactor que legitima su poder en nombre del progreso, la paz y la seguridad.
En este marco, Peter Thiel, empresario y filósofo pragmático, se erige como uno de los pocos líderes de la élite tecnológica que se atreve a articular esta amenaza en clave teológica y literaria, devolviendo al debate público la pregunta sobre el Mal, la libertad y el destino último del hombre.
La matriz bíblica (Tesalonicenses/Apocalipsis) describe un poder que promete seguridad y exige adoración. Soloviev y Benson tradujeron esto en clave moderna: unificación política y cultural con rostro amable. Thiel lleva la idea a la era de la IA, donde el control no necesita tiranos visibles: basta un régimen técnico que, por “nuestro bien”, cierre alternativas.
La estética de Satán de Milton al Romanticismo, convierte a Lucifer en icono de libertad. Un robin Hood que se multiplica en teologías como la de la liberacio, y que ahora llena de arte todos los templos y santuarios católicos, solo que es un arte raro, oscuro, casi satanico. El siglo XX democratiza el símbolo: del ocultismo de Crowley al satanismo ateo de LaVey y, más tarde, a un satanismo jurídico-performativo (TST) que opera como estrategia de litigio por laicidad y derechos civiles. El resultado: desacralización del símbolo y visibilidad pública sin necesidad de creencia demonológica literal.
La mímesis explica por qué sociedades de masas son altamente manipulables por miedos y deseos compartidos. En un entorno de plataformas, vigilancia y scoring algorítmico, la espiral mimética se acelera: terreno fértil para el “salvador” que gestiona riesgos existenciales.
El “hipercristianismo” del Anticristo. Relecturas contemporáneas (Biffi, ecos en Ratzinger) subrayan que el adversario no llega con cuernos, sino con filantropía, ecología, paz y derechos… desanclados de trascendencia. Tecnocracia benevolente como religión civil.
En las élites tecnológicas y culturales, lo satánico aparece más como signo de transgresión (autonomía, ironía, performance) que como teología. Lo decisivo no es el rito, sino el régimen de control que puede legitimar: seguridad a cambio de obediencia.
Los movimientos satánicos son dispersos, muchos no exigen afiliación, y la identidad suele ser performativa o jurídica (p. ej., para litigios), apoyados por ONG´s oscuras.
De Pablo a Thiel, la tesis que reaparece es simple y perturbadora: el mal político supremo no se impone como barbarie, sino que se ofrece como salvación organizada. El “Anticristo” es aquí un nombre-síntesis para el poder tecnificado que convierte el miedo en obediencia y la seguridad en culto civil.
