Varios obispos estadounidenses condenaron los planes del cardenal Cupich de otorgar una medalla al senador abortista, pro inmigrantes, Richard Durbin.
La Iglesia no puede premiar a alguien que abiertamente es favorable al asesinato.
El Papa León XIV, entrevistado al respecto dijo:
“Alguien que diga, ¡Estoy en contra del aborto, pero estoy de acuerdo con el trato inhumano a los inmigrantes, no sé si es pro-vida!
Así que son problemas muy complejos y No sé si alguien tiene toda la verdad sobre ellos”.
La idea de ausencia de una verdad absoluta y definitiva, que lleva a estas dudas, sugiere que la religión esta relegada a una experiencia subjetiva; la teología básica enseña que:
“Toda la verdad sobre todos los temas la tiene Jesucristo, cuyo intérprete es la Iglesia”.
Cristo es la Verdad (Jn 14,6),
No Matar es un Mandamiento divino
Jesús amonesta a Judas diciéndole;
“Siempre tendréis pobres con vosotros” (Juan 12,8)
El aborto no puede compararse con la pena de muerte, como si fueran lo mismo. En el aborto, se mata a una persona completamente inocente, anteponiendo las propias y limitadas aspiraciones vitales al derecho a la vida de otro ser humano. La pena de muerte es algo completamente diferente. Presupone un delito grave castigado por la sociedad…
Quisiera decir que personalmente estoy a favor de la abolición de la pena de muerte y el objetivo sociopolítico correspondiente. Pero no llegaría a afirmar que deba excluirse por completo, para siempre y en cualquier circunstancia. Pienso en un ejemplo terrible: Eichmann y los demás criminales empedernidos del campo de exterminio de Auschwitz. ¿Podemos decir que un Estado constitucional se equivoca por completo al evaluar si tales criminales merecen la pena de muerte?
Joseph Ratzinger (Benedicto XVI)
