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Las potencias del alma. La Santísima trinidad en Nosotros

Las tres potencias del alma según Luisa Piccarreta

En varios volúmenes, Luisa afirma que el ser humano fue creado “a imagen de Dios” y dotado de tres potencias principales: memoria, inteligencia y voluntad. Por ejemplo: “Luego, por cumplimiento y corona creamos nuestra Imagen en su alma, dotándola de las tres potencias: Memoria, inteligencia y voluntad…” Epifania+2Velasquez+2
Estas tres potencias son entendidas como facultades profundas del alma, mediante las cuales la criatura puede conocer, amar, recordar, elegir, etc.


Cómo se relacionan estas potencias con la Trinidad

La imagen de la Trinidad con la configuración del alma humana, se puede distinguir una correspondencia mística entre:

  • La Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo)
  • Las tres potencias del alma (memoria, inteligencia y voluntad)
    En Vol. 3, párr. 68 (9 de mayo 1900) ella relata una visión:
  • Ve “tres soles … y el hombre formado con las tres potencias a imagen de Ella [la Trinidad]”. Google Sites+1
    En otro pasaje: “El Querer Divino no puede reinar si las tres potencias del alma no están ordenadas con Dios.” Epifania+1
    Y también: “Hija mía, mi Voluntad en el Cielo contenía al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, una era la Voluntad de las Tres Divinas Personas…” Libro del Cielo

  • Voluntad: vinculada al “querer” divino, al acto de amar, al Reino de la Voluntad. Por ejemplo “mi Voluntad en el Cielo … contenía al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…” Libro del Cielo+1
  • Inteligencia: relacionada con la sabiduría divina, el conocimiento que procede de Dios; en uno de sus ejemplos habla de la sabiduría del Hijo, del “mar infinito de sabiduría” que el Hijo dio. Libro del Cielo
  • Memoria: Puede entenderse como la facultad en que la criatura “recuerda” o permanece en Dios, atrayéndole, conservando la presencia divina, y también la potencia que “tiene por corona” el hecho de haber sido creado a imagen de Dios.

La criatura debe ordenar sus potencias en Dios para que el Reino de la Voluntad Divina pueda reinar:

“El Querer Divino no puede reinar si las tres potencias del alma no están ordenadas con Dios.” Epifania+1
Esto implica para ella que la memoria debe recordar a Dios, la inteligencia conocer a Dios, la voluntad amar y entregarse a Dios – y todas al unísono, en el “Fiat” de la Voluntad Divina.

La visión de los “tres soles” sugiere que las tres Personas divinas (Padre, Hijo, Espíritu Santo) están como manifestadas en esas potencias humanas:

“Después de haber pasado días de privación … esta mañana … descubrí tres soles … era tanto el esplendor … me parecía ver el misterio de la Santísima Trinidad, y el hombre formado con las tres potencias a imagen de Ella.” Google Sites
Así, la criatura que vive en la Voluntad de Dios participa de una vida trinitaria: no sólo Dios actúa en ella, sino que ella vive “en” la Voluntad que es de las Tres Personas, y su alma con sus potencias responde a esa vida divina.


A partir de lo anterior, se pueden extraer algunas sugerencias de cómo practicar espiritualmente esta enseñanza:

  1. Ordenar las potencias:
    • Vigila tu memoria: que recuerde a Dios, sus promesas, su presencia.
    • Cultiva tu inteligencia: que busque conocer la voluntad de Dios, contemplar su misterio.
    • Ofrece tu voluntad: que se entregue, que decida por Dios, que ame en su “Fiat”.
  2. Vivir la Voluntad Divina como Reino interior:
    Luisa insiste en que al vivir en la Voluntad de Dios (“hacer todo en el Fiat”) se participa de la vida trinitaria. Cada acto humano —si está hecho en el Fiat— se eleva y se une a Dios. Por ejemplo: “Todo acto hecho en la Divina Voluntad es como nueva agua que acrecienta su mar sin confines en el alma…” Velasquez+1
  3. Contemplar la Trinidad desde el alma:
    Meditar en que nuestra alma, con sus potencias bien vividas, es como “imagen” de la Trinidad: un solo ser con tres facultades, viviendo en unión con las Tres Personas. Esta contemplación favorece humildad, adoración y obediencia al diseño de Dios.
  4. Hacerlo en comunidad y para el Reino:
    No sólo para el crecimiento personal, sino para la edificación del Reino de la Voluntad —así lo expresa Luisa en muchos escritos: que esta vida trinitaria se extienda a toda la humanidad mediante quienes viven en la Voluntad Divina. Libro del Cielo+2Epifania+2
VolumenFechaCita relevanteRelación potencia-Trinidad
Volumen IIIMayo 13, 1900«… me parecía ver el misterio de la Santísima Trinidad, y el hombre formado con las tres potencias a imagen de Ella; comprendía también que quien estaba en aquella luz, **su voluntad quedaba transformada en el Padre, la inteligencia en el Hijo y la memoria en el Espíritu Santo.» Reina de la Voluntad Divina+1Muy explícita: Voluntad ↔ Padre; Inteligencia ↔ Hijo; Memoria ↔ Espíritu Santo
Volumen III(sin fecha concreta en esta cita)«La segunda vez … me ha dicho: “Yo me manifiesto al alma en tres diversos modos: Con la Potencia, con la noticia y con el Amor. La Potencia es el Padre, la Noticia es el Verbo, el Amor es el Espíritu Santo.”» Reina de la Voluntad DivinaAquí la potencia se llama “Potencia” (Padre), “Noticia” (Verbo/Hijo), “Amor” (Espíritu) — una analogía semejante
Volumen XVIMayo 13, 1924«La verdadera adoración consiste en el acuerdo de la voluntad humana con la Divina. El verdadero modelo de la adoración es la Santísima Trinidad.» FiatAunque no menciona específicamente las tres potencias, vincula la voluntad humana-divina con la Trinidad, lo que sugiere la dimensión trinitaria de la potencia voluntad
Volumen IVDiciembre 3, 1900Índice indica: «La naturaleza de la Santísima Trinidad está formada de Amor purísimo, simplísimo y comunicativo.» EpifaniaEsta es más temática sobre la Trinidad, pero puede servir de contexto para la analogía de potencias y Trinidad
  1. Volumen III — 22 de diciembre de 1899
    «…Yo me manifiesto al alma en tres diversos modos: Con la potencia, con la noticia y con el amor. La potencia es el Padre, la noticia es el Verbo, el amor es el Espíritu Santo.». Libro del Cielo
  2. Volumen III — 9 de mayo de 1900 (V3, cap. 68)
    Visión de los tres soles: «…vi el misterio de la Santísima Trinidad, y el hombre formado con las tres potencias a imagen de Ella. Comprendí que quien estaba en aquella luz, su voluntad quedaba transformada en el Padre, la inteligencia en el Hijo y la memoria en el Espíritu Santo.» (V.3, 9-5-1900). Libro del Cielo+1
  3. Volumen XIV — 8 de abril de 1922
    Explicación sobre la imagen trinitaria en el alma: «Yo doté al hombre de voluntad, inteligencia y memoria; en la primera refulgía mi Padre Celestial (…); (la) inteligencia: el Hijo; la memoria: el Espíritu Santo.» (pasaje sobre la Santísima Trinidad reflejada en el alma). Google Docs
  4. Volumen XIX — 12 de agosto de 1926
    Enseñanza sobre el orden de las potencias para que reine la Divina Voluntad: «El Querer Divino no puede reinar si las tres potencias del alma no están ordenadas con Dios… el hombre fue creado con tres potencias: memoria, inteligencia y voluntad… Ahora, mi Voluntad, para poder formar su reino en lo íntimo del alma, quiere encontrar en orden al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, estas tres potencias dadas a la criatura…» (V.19, 12-8-1926). Scribd+1
  5. Volumen III — (varias entradas, p. ej. diciembre 1899 / mayo 1900)
    Otros pasajes tempranos donde reaparecen la misma analogía y la idea de que Dios se «manifiesta» al alma por Potencia/Noticia/Amor (Padre/Verbo/Espíritu). (Ver índice y PDF de Vol.3). Libro del Cielo+1
  6. Textos complementarios y comentarios de sitios oficiales/ediciones
    La Divina Voluntad busca que la memoria, la inteligencia y la voluntad estén “ordenadas” según el modelo trinitario para restablecer la semejanza con Dios. Libro del Cielo+1

Qué significa que las potencias del alma son “imagen” de la Trinidad

El alma humana fue creada a imagen y semejanza de Dios.
Esta imagen no está tanto en el cuerpo como en las potencias del alma:

Persona DivinaPotencia del almaFunción en el almaImagen trinitaria
PadreVoluntadAmar, decidir, crear el actoFuente, principio
Hijo (Verbo)InteligenciaConocer, contemplar la verdadSabiduría del Verbo
Espíritu SantoMemoriaRecordar, conservar, unir en amorAmor viviente, vínculo
  • La unión con Dios no suprime la libertad: la eleva

En El Libro del Cielo, Jesús explica a Luisa que cuando el alma vive en la Divina Voluntad, no pierde su querer, sino que lo funde con el Querer eterno.
Es una “fusión de amor”, no una absorción mecánica.

“Vivir en mi Voluntad no es destruir la voluntad humana, sino hacerla una sola con la mía, de modo que ambas quieran lo mismo. Así mi Voluntad reina, y la criatura reina conmigo.”
(Volumen XII, 8 de enero de 1921)

El alma, pues, no deja de ser sujeto libre; al contrario, su libertad se vuelve divina en su modo de actuar, porque obra con la libertad misma de Dios, sin resistencia ni servidumbre.
Por eso Jesús le dice:

“No te quito nada; más bien te doy todo.” (Vol. XIV, 27 de julio de 1922)


  • “Corresponsalidad”: el diálogo divino-humano
  • En la vida de la Divina Voluntad, el alma responde al don; no es pasiva, sino que coopera con la operación divina en sus potencias.
PotenciaAcción humana libreAcción divina cooperante
MemoriaCustodia las obras de Dios y se mantiene en su presenciaEl Espíritu Santo conserva, recuerda y renueva en ella el amor eterno
InteligenciaContempla, comprende y medita la verdad reveladaEl Hijo (Verbo) ilumina, instruye y comunica su Sabiduría
VoluntadAma y elige el bienEl Padre imprime su Querer eterno en cada acto

Esta reciprocidad hace que la criatura no se anule, sino que responda divinamente; la obediencia deja de ser sumisión externa y se vuelve participación interior en la vida trinitaria.


  • “Las virtudes divinas donadas se asimilan”

Las virtudes mismas de Dios (su amor, su pureza, su justicia, su fortaleza) pasan como dones en el alma.
No son imitaciones, sino participaciones reales.

“Mi Voluntad transforma el obrar de la criatura en obrar divino, y en cada acto mío Yo le dono mis virtudes, mi santidad, mi amor. Así el alma se enriquece de bienes divinos.”
(Volumen XIV, 19 de marzo de 1922)

Por eso, el alma no se siente oprimida, sino dilatada; el don de Dios no aplasta, sino que ensancha la capacidad del alma de amar y conocer.
Los Padres de la Iglesia lo decían así: “Dios se hizo hombre para que el hombre participe de la vida divina.”


  • “El alma se enriquece… juzgaréis a los ángeles”

1 Corintios 6:3: “¿No sabéis que juzgaremos a los ángeles?”
En la teología mística, se interpreta que el hombre, al participar plenamente de la Voluntad divina, es elevado por encima de los coros angélicos, porque en él Dios encuentra su “imagen y semejanza perfecta”.

Luisa lo expresa de manera audaz:

“El alma que vive en mi Voluntad se hace reina sobre todo lo creado; los ángeles la veneran, porque ven en ella a su Creador obrando.”
(Volumen XVII, 10 de junio de 1925)

Esto no es orgullo, sino revelación del destino del hombre divinizado.
Cuando las potencias del alma están unidas a las Potencias divinas, la criatura participa del juicio, del gobierno y del amor de Dios.
Es decir, se cumple la palabra: “Reinaréis conmigo” (Ap 3:21).

  • «Dioses sois»: la vocación original

Jesús cita el Salmo 82,6: “Yo dije: dioses sois, todos hijos del Altísimo.”
El contexto bíblico muestra que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26), y que esa semejanza no era sólo moral, sino vocacional:
Ser hijo, participar de la vida divina.

Los Padres de la Iglesia lo llamaron theosis o divinización:

“Dios se hizo hombre para que el hombre llegue a ser dios por participación.”
— San Atanasio, De Incarnatione, 54

La criatura llamada a vivir en la Voluntad de Dios, no sólo obedeciéndola desde fuera, sino viviéndola desde dentro.


  • Cristo, modelo y causa de nuestra filiación

Jesús añade:

“¿Cómo decís que blasfemo porque he dicho: soy Hijo de Dios?” (Jn 10,36)

Él no sólo proclama su filiación eterna, sino que la comparte:

“Para que todos sean uno, como Tú, Padre, en mí y yo en Ti.” (Jn 17,21)

El Hijo encarnado introduce la naturaleza humana en la comunión trinitaria.
Por eso, quien se une a Cristo por la gracia participa realmente de su filiación.
La unión —de nuestras potencias con las divinas— es la interiorización de esa filiación:
El proceso por el cual el alma empieza a pensar, amar y recordar como Cristo mismo.


  • Las tres potencias como caminos hacia esa filiación
PotenciaEn CristoEn nosotrosAcción trinitaria
Voluntad“Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió” (Jn 4,34)Amar y querer como el Padre quiereParticipación en el Amor fontal del Padre
Inteligencia“Yo soy la Verdad” (Jn 14,6)Pensar y juzgar en la luz del VerboParticipación en la Sabiduría del Hijo
Memoria“El Espíritu os recordará todo lo que os he dicho” (Jn 14,26)Vivir en presencia continua de DiosParticipación en el Amor recordante del Espíritu Santo

“Aquel que te creó sin ti, no te salvará sin ti.”
Sermón 169, 11; cf. De gratia et libero arbitrio 17,33

San Agustín quiere decir:

  • Dios te dio el ser sin tu cooperación,
  • pero para darte la salvación, pide tu consentimiento libre.

Es decir: la gracia no anula la libertad, sino que la llama a cooperar.

La salvación sin cooperación sería fatalismo, y la cooperación sin gracia sería pelagianismo (pretender salvarse por esfuerzo propio).


  • El riesgo de soberbia espiritual

San Agustín conocía muy bien ese peligro, porque él mismo lo había vivido antes de su conversión:
querer alcanzar la perfección por propio mérito, no por misericordia recibida.

Él advierte:

“Nada es nuestro sino el pecado; todo lo bueno que tenemos, lo tenemos de Ti.”
Confesiones, I,5,5

Entonces, la cooperación humana debe ser humilde, es decir, consciente de que:

  • Toda iniciativa de bien procede de la gracia preveniente de Dios (gratia praeveniens).
  • Nuestra respuesta es ya movida por esa misma gracia (gratia cooperans).

Como dirá luego Santo Tomás:

“El querer mismo de cooperar procede de Dios que obra en nosotros el querer y el obrar.” (STh I-II, q.111, a.2; cf. Flp 2,13)

Así, la unión con Dios no se hace mérito orgulloso, sino acto de filiación amorosa.

“Hija mía, el vivir en mi Querer no destruye la voluntad humana, sino que la confirma en la libertad divina.”
(Libro del Cielo, Vol. XV, 25 de abril de 1923)

Aquí la “fusión” de voluntades no es absorción ni anulación, sino armonía de amor.
El alma sigue siendo libre, pero su libertad está colmada:
ya no desea nada fuera de la Voluntad de Dios.

El peligro de soberbia surge cuando el alma confunde esa unión con propia divinización autónoma
(“soy como Dios porque me elevo yo mismo”),
y no con participación filial
(“soy como Dios porque Él me comunica su Vida y me sostiene en ella”).


  • Cómo discernir la auténtica comunión de la soberbia
Sello de la gracia auténticaSello de la soberbia espiritual
Humildad creciente: “Todo es don.”Autoafirmación: “Yo alcanzo lo divino.”
Paz interior, docilidad, obediencia.Inquietud, independencia, autosuficiencia.
Deseo de servir y amar más.Deseo de ser admirado o distinto.
Conformidad con Cristo Crucificado.Rechazo del sufrimiento o de la obediencia.
Gratitud continua.Reclamación o mérito propio.

la verdadera unión con Dios siempre descentra al alma de sí misma;
la falsa unión la centra en su propia experiencia.


San Agustín describe el alma como imagen de la Trinidad (De Trinitate, IX–XIV):

  • Memoria, inteligencia y voluntad.
  • Cuando estas potencias se orientan hacia Dios:
  • la memoria se convierte en recordación de su presencia,
  • la inteligencia en luz recibida,
  • la voluntad en amor obediente.

Pero si se repliegan sobre sí mismas, esas mismas potencias se vuelven espejo del orgullo:

  • la memoria se aferra a su propio pasado,
  • la inteligencia se engríe de su saber,
  • la voluntad se busca a sí misma.

Por eso Agustín dice:

“Dos amores hicieron dos ciudades: el amor de Dios hasta el desprecio de sí, y el amor de sí hasta el desprecio de Dios.”
La Ciudad de Dios, XIV,28


  • La comunión con Dios —esa vida trinitaria en las potencias del alma—puede volverse soberbia si el yo se la apropia como conquista. Pero cuando se vive como gracia recibida y correspondida, es el punto más alto de la humildad: permitir que Dios sea Dios también dentro de nosotros.

“Vivir en la Divina Voluntad es dejar que Dios haga en el alma lo que Él mismo hace en el seno de la Trinidad.”
— (Luisa Piccarreta, Libro del Cielo, Vol. XIX)

El Doctor Sutil (†1308) Duns Scoto, resumía el misterio de la Inmaculada Concepción —y, en general, el obrar divino— en tres pasos lógicos:

Potuit, decuit, ergo fecit
(Dios podía, convenía, luego lo hizo.)

  • Podía: porque nada es imposible para Dios.
  • Convenía: porque corresponde a su infinita Bondad obrar lo más perfecto.
  • Lo hizo: porque su Amor no rehúsa realizar lo que glorifica más a su Hijo y salva mejor al hombre.

En María, eso significa:
Dios pudo preservarla del pecado original,
convenía que la Madre del Verbo fuese toda pura,
lo hizo: la Inmaculada Concepción.


  • María como espejo intacto de las potencias

En lenguaje de potencias del alma:

PotenciaEn nosotros caídosEn María Inmaculada
MemoriaOscurecida, olvidadiza de Dios, ocupada por el pasado y los sentidos.Siempre presente a Dios; memoria viviente de sus maravillas.
InteligenciaConfusa, ofuscada por el error y la ignorancia.Iluminada por la Sabiduría increada, dócil al Verbo.
VoluntadDividida, arrastrada por apetitos y concupiscencia.Totalmente unida al Querer divino: “Fiat mihi secundum verbum tuum.”

Ella es la plenitud de la imagen trinitaria sin fractura, el modelo de lo que el alma humana estaba destinada a ser.
Por eso Duns Scoto ve en María la culminación del plan divino, no un simple remedio al pecado: en Ella, la gracia anticipa la redención.


  • Nuestras potencias después de la caída

Tras el pecado original (Gn 3):

  • El alma no pierde su estructura, pero sus potencias quedan desordenadas.
  • La memoria se dispersa; ya no recuerda el Bien supremo.
  • La inteligencia se oscurece; confunde verdad y apariencia.
  • La voluntad se inclina hacia el placer sensible antes que hacia Dios.

San Agustín lo describe magistralmente:

“La voluntad se hizo concupiscente, y la concupiscencia arrastró la mente.” (Confesiones, VIII,10)

El cuerpo, que debía ser vehículo dócil del alma, se vuelve campo de batalla;
El mundo, que debía ser transparencia de Dios, se vuelve engaño de los sentidos; y el demonio explota esas grietas con su mentira original: “seréis como dioses… sin Dios”.

En Cristo, la Trinidad entra en la historia para restaurar la imagen divina en el hombre.
Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, cura las tres potencias en nosotros:

PotenciaHerida por el pecadoSanada por Cristo
MemoriaOlvida a DiosRecuerda al Padre: “Haced esto en memoria mía.”
InteligenciaConfunde la verdadEs iluminada por el Verbo: “Yo soy la luz del mundo.”
VoluntadRebeldía, amor propioSe somete en amor: “No se haga mi voluntad, sino la tuya.”

Así, el Árbol del Conocimiento (símbolo de soberbia) es sustituido por el Árbol de la Vida (la Cruz), donde las potencias son purificadas en la obediencia filial del Hijo.

  • En la economía divina, María es mediadora de esa restauración, no por sustitución de Cristo, sino como canal de gracia.
  • Ella encarna el Potuit, Decuit, Fecit aplicado a la redención personal:
  • Dios podía sanar al hombre sin intermediarios.
  • Convenía que lo hiciera a través de una criatura que respondiera perfectamente al Querer divino.
  • Lo hizo en María: en Ella, la Voluntad divina y la humana están perfectamente fusionadas desde el primer instante.

Por eso, en la espiritualidad de la Divina Voluntad, María es llamada la Reina del Fiat, porque su “sí” devuelve al hombre la posibilidad de unir sus potencias con las divinas.

  • Desde la teología escolástica y la mística:
  1. La memoria es sanada por la fe: recordar lo que Dios ha hecho, no lo que el mundo promete.
    → El Espíritu Santo obra el anamnesis continuo, el recuerdo viviente de la Presencia.
  2. La inteligencia es sanada por la verdad revelada: dejar que el Verbo reordene el juicio interior.
    → La contemplación purifica la mente de imágenes falsas.
  3. La voluntad es sanada por la caridad: amar lo que Dios ama, querer lo que Él quiere.
    → En la “fusión” de la voluntad humana con la divina, la concupiscencia es vencida no por represión, sino por sobreabundancia de Amor.

En otras palabras:
la gracia no elimina las potencias heridas, sino que las transfigura.
Así como el hierro en el fuego arde sin perder su ser,
el alma en gracia actúa en modo divino sin dejar de ser humana.

En el estado caídoEn el estado redimido
El mundo engaña con aparienciasEl mundo revela la gloria de Dios
La carne ata con pasionesLa carne se vuelve templo del Espíritu
El demonio tienta con soberbiaEl enemigo es vencido por la humildad de Cristo y María

Por eso, la verdadera libertad de las potencias no consiste en suprimir la carne, sino en subordinarla al alma, y el alma a Dios.
Ahí está el orden del amor restaurado, el ordo amoris de San Agustín.

  • Dios podía: sanar el alma y sus potencias.
  • Convenía: hacerlo por Cristo y María, modelo de la unión perfecta.
  • Lo hizo: dándonos la gracia que reordena memoria, inteligencia y voluntad, para que de caídos, engañados y atados, seamos hijos libres y participantes de la Trinidad.

“La criatura volverá a su principio, cuando en su memoria sólo haya a Dios, en su inteligencia la luz de la Verdad, y en su voluntad el fuego del Amor divino.”
— (Paráfrasis de Libro del Cielo, Vol. XXII)

  • San Luis María Grignion de Montfort

En el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen (§ 217 ss.), Montfort enseña que el alma consagrada a María entra en un modo de comunión interior:

“El Espíritu Santo, al encontrar a María en un alma, se precipita en ella y la llena de sus dones.”

En su lenguaje, el “querer divino” se manifiesta en María como:

  • una voluntad perfectamente conforme a la del Padre (la potencia volitiva purificada);
  • una inteligencia penetrada por la Sabiduría del Hijo (potencia intelectiva iluminada);
  • una memoria constante del obrar de Dios (potencia memorativa santificada).

Así, consagrarse a María significa dejar que esas tres potencias sean educadas en el mismo querer de la Virgen: pensar, amar y recordar como Ella.


  • San Alfonso María de Ligorio – Las glorias de María

San Alfonso contempla a María como participación singular en la mediación del Hijo, una unión moral y afectiva perfectísima:

“La voluntad de María fue tan unida a la de Dios, que una sola era la de ambos.” (Glorias de María, Discurso I)

Para él, las potencias del alma de María están totalmente movidas por el Espíritu Santo:

  • Su memoria no retiene sino las obras divinas;
  • Su entendimiento ve todo a la luz del Verbo;
  • Su voluntad ama siempre lo que Dios ama.

El alma que se acoge a María participa de ese orden:
la gracia mariana reeduca nuestras potencias hasta volverlas dóciles al querer divino.


Potencia del almaEn María según Montfort y AlfonsoEn Cristo (modelo hipostático)En el creyente unido al “Fiat”
MemoriaRecuerda sólo a Dios; “magnifica al Señor”Guarda eternamente la voluntad del PadreSe purifica del pasado y vive en el recuerdo de la gracia
InteligenciaContempla en fe pura; sede de la SabiduríaSabiduría increada, Verbo mismoEs iluminada por el Espíritu de verdad
VoluntadPerfectamente conforme al querer divinoTotal unión de la voluntad humana con la divinaAprende a decir “fiat” en cada acto

Así, el querer divino es el “puente” entre las potencias y la vida trinitaria:
no destruye las facultades, sino que las orienta, las eleva y las hace cooperar.

  • Antes de palabras, el testimonio.
  • El mensaje del Fiat se entiende sólo cuando quien lo comunica vive la paz y la docilidad que proclama.
  • Por eso los santos decían que el primer sermón es la mirada y el modo de amar.
  • Habla desde la experiencia, no desde la teoría: “He descubierto que cuando dejo obrar a Dios, mi vida se ordena”.
  • Evita tecnicismos innecesarios; traduce las palabras “Divina Voluntad” o “potencias del alma” a gestos humanos: recordar, entender y amar con Dios.
  • Presenta la renuncia no como pérdida, sino como liberación: dejar que el Amor obre en lugar del egoísmo.

“No se trata de anularnos, sino de dejar que Dios viva en nosotros.”


  • La forma intelectual: el hilo del Padrenuestro

Usa la oración de Jesús como marco pedagógico.
Cada petición puede vincularse a una potencia del alma:

Verso del PadrenuestroPotenciaAcción interior
“Padre nuestro que estás en el cielo”MemoriaRecordar que procedemos de Él y que somos hijos.
“Santificado sea tu nombre”InteligenciaContemplar la verdad de su santidad y de su amor.
“Venga a nosotros tu Reino / Hágase tu voluntad”VoluntadConsentir libremente a su Querer, como María en su Fiat.

Así, el Padrenuestro deja de ser una recitación y se convierte en un acto de fusión trinitaria: el alma se ordena en sus tres potencias y se abre al Reino que “viene” cuando la Voluntad divina reina dentro.

“El Reino de Dios llega cuando su Voluntad y la nuestra laten juntas.”

  • “María es la criatura en quien Dios reinó sin obstáculos; su Reino comienza cuando aprendemos a decir ‘hágase’ como Ella.”
  • “Cada vez que elijo amar, pensar y recordar como Cristo, el Reino avanza un paso en mí.”

El objetivo no es convencer con argumentos, sino despertar el deseo de ese Reino interior.


  • La dispersión de las potencias (olvido, error, egoísmo) nos roba la paz.
  1. La medicina: el “hágase” que reordena memoria, inteligencia y voluntad.
  2. El fruto: la libertad y la alegría que brotan cuando la Voluntad divina actúa desde dentro.

El “Reino de María” no es una utopía externa, sino el estado del alma cuando Dios puede ser Dios en ella.


  • El Reino de María es el Reino del Fiat:
  • el momento en que cada alma, recordando a su Padre,
  • comprendiendo su verdad y queriendo su querer,
  • deja que la Trinidad habite en ella.

Es el Padrenuestro vivido desde dentro:
“Hágase tu voluntad en la tierra (en mí) como en el cielo.”

  • El hilo conductor de la historia de la salvación

Toda la historia humana, desde la caída hasta la parusía, puede leerse como el proceso de restauración de la Voluntad divina en la criatura.
San Pablo lo expresa con fuerza:

“Dios será todo en todos” (1 Co 15,28).

Esa plenitud, que los santos llaman Reino de Dios, los místicos marianos designan Reino de María o Reino del Fiat.
No son reinos distintos, sino fases del mismo designio trinitario:
– En Cristo, la Voluntad divina se encarna.
– En María, esa Voluntad encuentra plena correspondencia.
– En la Iglesia, se extiende progresivamente hacia su consumación escatológica.

Las tres etapas espirituales según la tradición mística

EtapaImagen bíblicaRealidad teológicaFigura mariana
RedenciónCalvarioCristo restaura la comunión perdidaMaría Corredentora
SantificaciónPentecostésEl Espíritu habita en las almasMaría Madre de la Iglesia
Consumación o Reino del FiatJerusalén celesteLa Voluntad divina reina plenamenteMaría Reina y Medianera

Luisa Piccarreta sitúa su mística en esta tercera etapa: la restauración del orden original, “vivir en la Divina Voluntad”, lo cual no sustituye al Evangelio, sino que lo lleva a su cumplimiento interior.


  • Dimensión escatológica: purificación y revelación de las conciencias

Diversos autores —sin canonización de sus profecías, pero dentro del sentir místico cristiano—
han interpretado la llegada del Reino del Fiat como precedida por una gran purificación,
en la que el hombre reconocerá su impotencia para instaurar el Reino por sí mismo.
El llamado “aviso” o iluminación de la conciencia (en el lenguaje de algunos místicos contemporáneos) se entiende como un acto de misericordia divina,
una experiencia universal de verdad interior que obligará a cada alma a verse a la luz del querer divino.

Teológicamente, este fenómeno puede interpretarse como una preparación a la plena comprensión del Padrenuestro,
cuando la humanidad, probada por sus propias estructuras de poder y confusión, redescubra el sentido del “hágase tu voluntad”.

San Luis María de Montfort previó un tiempo que llamó “el Reino de María”,
en el cual los santos de los últimos tiempos vivirían en perfecta docilidad al Espíritu Santo a través del Fiat de la Virgen.
En esa visión, María no sustituye a Cristo, sino que prepara los corazones para su reinado:

“El Espíritu Santo formará en Ella los grandes santos de los últimos tiempos, para renovar la faz de la tierra.”
(Tratado de la Verdadera Devoción, §47)

Así, María es aurora de la Parusía, no su término.
Su Reino no es político ni apocalíptico en sentido material, sino interior, eclesial y espiritual:
la victoria de la obediencia sobre la soberbia, del amor sobre la voluntad propia.

El restaurador y la autoridad petrina

En las lecturas simbólicas de autores como el beato Palau o la profecía de Malaquías, se anuncia un “restaurador” o un “Pedro final” que conducirá a la Iglesia purificada.
La teología católica, sin definirse sobre tales oráculos, reconoce en el ministerio petrino la garantía visible de la unidad en la fe.
Así, la figura de “Pedro Romano” puede entenderse como símbolo del orden jerárquico restaurado bajo la guía del Espíritu Santo,
en comunión con María, imagen de la Iglesia sin mancha.

El significado espiritual de las catástrofes

Guerras, desórdenes naturales o crisis humanas son, desde la óptica bíblica, signos de parto (Mt 24,8),
no castigos arbitrarios, sino dolores de alumbramiento del Reino.
La creación “gime con dolores de parto” esperando la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8,22).
Esos hijos son precisamente los hijos del Fiat, las almas que habrán aprendido a vivir “en” la Voluntad de Dios.

Por tanto, el sufrimiento de la historia no es final, sino purgativo y preparatorio.

Síntesis doctrinal: la aurora del Reino

  1. Cristo inaugura el Reino por la Encarnación: la unión hipostática.
  2. María realiza la perfecta cooperación: el Fiat voluntatis tuae.
  3. La Iglesia, en su camino histórico, atraviesa purificaciones que la conducen a la plena interiorización del Padrenuestro.
  4. El Reino de María designa esa etapa en la que la humanidad, iluminada y purificada, vive filialmente la Voluntad divina en las tres potencias del alma.
  5. El fin escatológico: la instauración del Reino eterno, donde la Voluntad de Dios será amada, conocida y recordada por todas las criaturas.

Después de dos milenios de teología, el Espíritu parece conducirnos a la madurez de la filiación:
comprender que el Reino no se conquista por el poder humano, sino por la rendición amorosa de la voluntad.
María, primera entre las redimidas, es el espejo de esa humanidad restaurada.
El Padrenuestro será plenamente comprendido cuando la historia misma, purificada, pronuncie su “Fiat” definitivo.

Entonces, el Reino de María será el Reino de Dios en las almas,
la síntesis de la teología en la vida,
la tierra transformada en cielo por el solo acto de amar y querer en Dios.


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