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La Entrega…

La caída del muro de Berlín, representa el momento en que los diques que contenían el germen de la envidia del comunismo y el ateísmo, fueron derribados y occidente infiltrado espiritualmente, hasta el punto de poner hoy, en duda su propia legitimidad, los países comunistas se presentan como fórmula de éxito, ignorando más de 300 millones de muertos, un número 7 veces mayor de esclavos, y toda la humanidad confundida…

La civilización atraviesa una fase crítica, hay tensiones económicas, sociales, étnicas, religiosas y culturales que demuestran un choque profundo.

Peter Turchin, en su teoría de la cliodinámica, sostiene que la crisis emerge cuando las élites se multiplican más rápido que los puestos de poder disponibles.

Algo parecido sucedió con la elite medieval, solo los primogénitos heredaban, asi que una gran cantidad de nobles luchaba para ascender y esto causo el resquebrajamiento de la sociedad feudal, ya se habla de un neo Feudalismo.

 A este fenómeno lo denomina sobreproducción de élites. El resultado es un conflicto interno entre facciones oligárquicas que compiten por influencia, financiación y legitimidad. Estas guerras internas provocan polarización, bloqueo institucional y, finalmente, episodios de violencia política. Según Turchin, el mundo —especialmente Estados Unidos y Europa— presenta exactamente este patrón: élites educadas en exceso, concentración de poder económico y creciente incapacidad de las instituciones para absorber ambiciones.

Thomas Piketty sostiene que el capitalismo tiende hacia un régimen patrimonial donde el rendimiento del capital supera el crecimiento económico. Una empresa, restaurante o cualquier emprendimiento del sector real, deja una muy baja utilidad después de enormes costos, impuestos, salarios, arriendos etc. Lo que invita a la especulación financiera, que genera mayor rentabilidad.

Una concentración de riqueza y poder en una pequeña clase rentista, con una enorme influencia política. Que se concentra en bolsa o finanzas, huyendo de las políticas socialistas de redistribución y pocas horas de trabajo, disminuyendo la productividad y elevando el riesgo para el emprendedor.

Esta desconexión combinada con la sobreproducción de élites descrita por Turchin, y la dinámica de Piketty sugiere que Occidente se desliza hacia una plutocracia, incapaz de generar cohesión social. Generada por el mismo estado de bienestar que fomenta el celo social.

Oswald Spengler, desde una perspectiva más filosófica, argumenta que las civilizaciones avanzan por ciclos vitales: nacimiento, apogeo, decadencia y muerte. Para él, la fase final se caracteriza por la pérdida de creatividad cultural, el predominio del materialismo y la creciente tecnificación de la vida. Occidente, en este marco, habría entrado en su “invierno civilizacional”: instituciones agotadas, élites desconectadas o aisladas y una cultura que ya no produce formas vitales nuevas. Ni hijos, ni ideales, solo placeres.

A este panorama se suma una reflexión contemporánea atribuida a Peter Thiel, quien interpreta la crisis actual en términos escatológicos: el avance tecnológico —en especial la inteligencia artificial y la biotecnología— plantea dilemas que él caracteriza metafóricamente como la aparición del “anticristo”. Hijos a la carta, la muerte de la muerte, en superhombre, la cura para todas las enfermedades, que ofrece la inteligencia artificial, “seréis como dioses”.

El gran despido, como se le ha llamado al reemplazo de personas por inteligencia artificial o maquinas, en todo el mundo y que según predicciones alcanzará los 1000 millones de personas, nos llevará a la renta única universal, o la marca de la bestia, donde el estado cual dios, será el encargado de mantener económicamente una gran masa humana, lo que reducirá al hombre al estado en que estaban los esclavos de Egipto.

La elección, según esta visión, sería aceptar la transformación radical que trae la tecnología o enfrentar el riesgo de conflictos catastróficos, incluso guerras nucleares derivadas de la competencia geopolítica. Esta metáfora subraya que el peligro no es sólo económico o político, sino moral y tecnológico: El mundo debe decidir si se somete a estas fuerzas o si se destruye luchando contra ellas.

La convergencia de Turchin, Piketty, Spengler y la advertencia tecnológica de Thiel apunta al mismo horizonte: la humanidad enfrenta un colapso potencial derivado de tensiones internas que ya no puede gestionar. La trayectoria actual nos lleva hacia un declive espiritual, económico y cultural.

El problema de fondo es religioso, algunas elites perciben como semihumanos a sus congéneres.

Tal como Roma se vio desbordada por presiones externas e internas — hoy tenemos una inmigración diseñada para diluir la esencia étnica y religiosa, mercenarios sin lealtad cultural, agotamiento espiritual—, el mundo enfrenta una combinación similar de desgaste institucional y pérdida de cohesión.

Las instituciones fundamentales se llenaron de individuos desvinculados del proyecto cristiano que las originó, lo que las hace indiferentes a sus ideales.

El corazón del problema, no es político sino escatológico: la ruptura del lazo que unía al prójimo como hermano. Donde antes existía una Fe común, ahora domina una lógica de competidores por recursos escasos, una mentalidad malthusiana.

Para las élites, la población deja de ser una comunidad y pasa a ser una masa ingobernable de reclamantes.

Para las masas, las élites son usurpadores de riqueza.

Dicen las teorías conspirativas que, ciertos poderes económicos desarrollan una ideología siniestra, difusa y totalizante, diseñada para disolver identidades.

Los dueños de la deuda -unos 350 trillones de dólares que equivale a aproximadamente 310 % del PIB mundial- han tomado medidas, el mundo les debe 3 y media veces lo que tiene.

Utilizan corrientes ideológicas extremas —marxismo cultural, teorías identitarias, ideología de género, disolución completa de roles familiares—como modo de crear ciudadanos atomizados, incapaces de resistencia.

Esta manipulación se presenta como “progreso” o modernidad, un mantra repetido incansablemente: el camino hacia la felicidad sin pertenencia, la libertad sin vínculos, la identidad sin raíces.

El mundo está endeudado más de tres veces por encima de su producción, viviendo una realidad ficticia, por encima de sus posibilidades, y no quiere renunciar a ello, atrapado en una burbuja insostenible; se asemeja al Egipto bíblico, donde, en tiempos de vacas flacas, el pueblo se vio obligado a vender sus tierras, su libertad, y finalmente a si mismos, para sobrevivir.

La aparición de la inteligencia artificial se ve como la salida, aceptar el poder absoluto de la tecnología, que administra recursos, controla comportamientos y gestiona poblaciones de manera “racional”, eliminando el conflicto al precio de la libertad, en la biblia se le llama la marca de la bestia.

Las herramientas tecno científicas, reducen lentamente la vitalidad de la sociedad, adormeciendo su espíritu crítico, introduciendo armas biológicas transgenicas y virus diseñados, que se inoculan por el agua y la comida, pero también por lo que entra por los ojos, información manipulada, salud digitalizada, sedación emocional, hiperconsumo, distracciones perpetuas, extinción lenta del alma, un final sin estruendo donde una civilización, incapaz de sostener su propio peso moral, se entrega…

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De #bottegadivina

Bottega Divina es un Canal dedicado a aplicar la tradición moral Cristiana a situaciones críticas en la política y la sociedad. Abogamos y velamos por la aplicación de los principios fundamentales de la sociedad, como el derecho natural, en los ámbitos políticos y sociales.

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