«Si se le aplicase a la realidad humana, una voluntad arbitraria que prescinde del bien como sistema de dominio, se producirían consecuencias devastadoras de atrocidades y dolor para la familia humana».
Beato Duns Escoto defendió el dogma de la inmaculada concepción.
De camino al enfrentamiento con 300 teólogos, encontró una estatua de la Virgen y rezó ante ella de esta manera: Dignare me laudare te, Virgo sacrata; da mihi virtutem contra hostes tuos, «Te alabaré, oh Virgen sacrosanta; dame valor contra tus enemigos».
La Virgen, ante la súplica de su hijo, se inclinó para darle ánimo y permanece en esta posición.
Se cuenta que, ya metido en la disputa, Scoto escuchó doscientos argumentos contra la doctrina de la Inmaculada, argumentos que él repitió de memoria y en el mismo orden en que se habían aducido, refutando con maestría todas las objeciones expuestas, y que los adversarios se convencieron.
Se ha subrayado, a este respecto, su humildad y su modestia, ya que Duns Scoto buscaba siempre la verdad, y refutaba las opiniones contrarias sin ofender a nadie y sin mentar siquiera por su nombre a los adversarios ausentes.
Se le llama «Mártir de la Virgen inmaculadamente concebida, haciendo referencia a los méritos contraídos por él en vida y a las calumnias de que fue objeto después de su muerte»
