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Parábola banquete de bodas

SAN JUAN CRISÓSTOMO
Banquete de Bodas – Mt. 22,1-10

[En esta parábola] pone de manifiesto la gran longanimidad y providencia de Dios a par que la ingratitud de los judíos…

…pronostica la ruina de los judíos y la vocación de los gentiles; pero justamente con eso nos muestra la necesidad de la perfección de la vida y cuán grande castigo espera a los negligentes.-

¿Y por qué se habla aquí de bodas?

Por que nos demos cuenta de la solicitud de Dios, del amor que nos tiene, de la alegría de su llamamiento, pues nada hay aquí triste ni sombrío, sino que todo rebosa espiritual alegría.-

De ahí que Juan llame esposo a Cristo (3,9) , y que Pablo mismo diga: «os he desposado con un solo varón…» (2Cor. 11,2), y «Este misterio es grande; pero yo hablo en relación a Cristo y a la Iglesia…» (Ef. 5,32)

Por aquí proclamó también el Señor su resurrección. Como antes había hablado de su muerte (Cf. Parábola de la viña del domingo pasado…) , ahora hace ver que después de la muerte había bodas y habrá esposo.-

Más ni por ésas se mejoraron ni ablandaron los judíos. ¿Puede darse maldad más grande? A la verdad, ésta esa su tercera culpa. La primera fue haber matado a los profetas; la segunda, al hijo; la tercera, que, después de haberlo matado, y cuando el mismo que mataron los llamó a sus bodas, no quisieron acudir.- Y allá se fingen sus pretextos; unas yuntas de bueyes, sus mujeres, sus campos. Sin embargo, parecen pretextos razonables. Mas de ahí hemos de aprender que, por necesarias que sean las cosas que nos retienen, a todo debe anteponerse lo espiritual. Y los llama no de repente, sino con mucho tiempo de anticipación. Porque: «Decid -dice- a los convidados…» Y luego: «Llamad a los convidados…» Lo cual agrava la culpa de los judíos.-

Y ¿cuándo fueron llamados?

Fueron llamados por los profetas todos. Luego por Juan Bautista, pues éste remitía a Cristo a cuantos a él acudían, diciendo: «Es menester que Él crezca y yo mengüe…» (Jn. 3,30). Finalmente, por el mismo Hijo: «Venid a mí -dice- todos los que trabajáis y estáis cargados y yo os aliviaré…» (Mt. 11,28). Y otra vez: «Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba…» (Jn. 7, 37) Y no los llamaba sólo con sus palabras, sino también con sus obras. En fin, después de su ascensión a los cielos, los llamó por medio de Pedro y los otros apóstoles: «Porque el que dio eficacia a Pedro para el apostolado de la circuncisión -dice Pablo- , me la dio también a mí para las naciones…» (Gal. 2,8). Ya que al ver al Hijo se irritaron y lo mataron, los vuelve a llamar por medio de los criados.-

¿Y para qué los llama? ¿Acaso para trabajos, fatigas y sudores?

No, sino para placer. Porque: «Mis toros -dice- y los animales de cebo han sido sacrificados…»

¡Qué espléndido banquete! ¡Qué magnificencia! Mas ni esto los hizo entrar en sí mismos. No. Cuanto mayor era la paciencia de Dios, más se endurecían ellos. Porque no es que no fueran al banquete por hallarse ocupados, sino porque eran negligentes.-

¿Cómo es, pues, que unos alegan sus yuntas de bueyes, otros sus casamientos?. No hay duda que son ocupaciones.-

¡De ninguna manera! Porque, cuando lo espiritual nos llama, no hay ocupación alguna necesaria. A mi parecer, si alegaron esos pretextos fue para echar un velo y tapadura a su propia pereza. Pero no fue sólo lo malo que no acudieron al banquete, sino – y esto es mucho más grave y supone mayor locura- se apoderaron de los que fueron a invitarlos y los maltrataron y hasta les quietaron la vida. Esto es peor que lo primero. Los criados de la parábola de la viña vinieron a reclamar la renta y fueron degollados; éstos vienen a convidar a las bodas del hijo, que había sido también muerto, y son también asesinados. ¿Cabe locura más grande? Es lo que Pablo les recriminaba, diciendo: «Ellos, que después de haber muerto al Señor, y a sus propios profetas, nos persiguen también a nosotros…» (1Tim. 2,15) …

¿Qué pasa después de esto?

Ya que no sólo no habían querido aceptar la invitación, sino que mataron a quienes fueron a llevársela, el rey pegó fuego a las ciudades de ellos y, enviando sus ejércitos, los pasó a cuchillo. Con estas palabras les declara de antemano lo que había de suceder en tiempo de Vespasiano y Tito. Y como quiera que al no creerle a Él ofendieron también al Padre, Él mismo es también quien toma venganza de ellos. Por esto justamente la toma de la ciudad no sucedió inmediatamente de haber dado la muerte a Cristo, sino cuarenta años más tarde

-buena prueba de la longanimidad de Dios-, cuando ya habían asesinado a Esteban, pasado a cuchillo a Santiago y maltratado a los apóstoles.-

(Tomado de Homilías sobre San Mateo San Juan Crisóstomo Homilía 69 – pagina 404s. Editorial BAC Año 1956 2° tomo)

-En ocasiones llega Dios a castigar con graves enfermedades a quienes indignamente le reciben en la Sagrada Comunión, como lo demuestra el hecho siguiente. Lotario II de Lorena (855-875) incurrió en censuras eclesiásticas, a causa de su vida escandalosa y desarreglada. Cuando murió el Papa Nicolás I, que había fulminado contra él sentencia de excomunión, Lotario fue a Roma rodeado de fastuoso séquito para pedir al Papa Adriano II la absolución de la censura. Como todos los miembros de su séquito corroboraran la sinceridad del monarca, el Papa le recibió y le administró la Sagrada Comunión. No podían sus ojos penetrar las conciencias del rey y de sus acompañantes, y mucho menos suponer que estaban representando una farsa. La absolución impartida al falso penitente fue, pues, inválida. El alma del rey quedó manchada con dos grandes sacrilegios. Regresó éste a su reino, mas llovieron sobre él los castigos del cielo. En el camino de regreso fueron enfermando y muriendo todos los miembros de su comitiva. Y el mismo rey, a poco de terminar su viaje, cayó gravemente enfermo y murió sin dar la menor señal de arrepentimiento. La Comunión sacrilega conduce a la impenitencia final.

(Tomado de “Salió el Sembrador…” Ed. Guadalupe, Buenos Aires, 1947, Pág. 268)

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