La primera semana me paso 3 veces.
Despertaba a las 12 de la noche y salía corriendo del apartamento con la maleta en una mano mientras me peinaba con la otra. Había que madrugar a coger puesto en el bus…
Llegaba a la recepción del edificio y el portero me miraba despavorido, con los ojos como si le fueran a echar gotas.
-Dotor, le pido un carro?
En ese momento reaccionaba y me miraba en el espejo, en pijama (los peregrinos duermen vestidos y con los zapatos puestos) a pie limpio y arrastrando el nochero como si fuera una maleta.
-Tranquilo Filiberto, fue otra pesadilla. -Le decía-
Por efectos del jet lag la despertada era a las 12 de la noche, porque en mi mente y reloj eran las 6 de la mañana en algún lugar de Europa…
Los peregrinos adquieren hábitos muy puntuales, desde que llegué no puedo evitar preparar sándwiches a escondidas y me los echo al bolsillo.
Ya no puedo ver una iglesia porque saco el celular y comienzo a tomar fotos como loco.
El domingo, el padre de mi parroquia me observaba y sonreía, mientras yo le sacaba fotos a cada santo y a cada cuadro, a los feligreses y en un momento de descuido me escondí detrás de la puerta, saque el sándwich y le pegue un mordisco…
Cuando, en la fila para comulgar me tocó el turno, el padre, antes de darme la comunión, me pidió que lo esperara después de misa.
Yo me sentí muy halagado, el padre seguramente me iba a invitar al taller de Griego y Hebreo que estaba por comenzar, pensé.
Cuando, en la sacristía terminó de colgar la estola, muy serio me dijo:
-Fuiste a Europa y me trajiste un turrón muy rico, hijo, muchas gracias, pero haz quedado con el tic del peregrino.
-No padre, como se le ocurre, yo ya estoy curado de eso, repliqué
-Te lo voy a demostrar, me dijo, -para que cargas colgado ese sombrero en la cintura?
-Por si hace mucho sol, padre
-Y para qué es ese plástico verde que cargas en el bolsillo?
-Padre, esa es la capa por si llueve.
-Y ese palito en el bolsillo?
-Es para tomar las selfies
– Y las gafas oscuras?
-En ese punto empecé a notar que se acercaba a mí y señalando mi chaleco preguntó
-Que llevas en ese bolsillo?
-Un sándwich, padre- en ese momento comprendí, fue una revelación, llevaba el kit de peregrino puesto.
– Luego señaló mi reloj, dime la hora, dijo, yo mire la hora y empecé a sumarle 6 pero el padre me pilló y cariñosamente reafirmó sonriendo, tienes el tic del peregrino.
A partir de ese día cambie la hora de Europa del reloj, pero ahora me la paso restándole 6 cada que lo miro.
Lo voy a superar, me dije.
Sin embargo, el lunes en transmilenio, me sorprendí a mí mismo tomándole fotos a los puentes de la 26, pegando la cámara al vidrio para que no brille y saltando de un lado al otro para tomar todas las perspectivas.
Lo más difícil, ha sido cuando saco el bastoncito para tomar las selfies, esta mañana cuando lo levanté en el colectivo, el chino que estaba limpiando los vidrios lo vio, se subió, arrancó el celular y se llevó las 7.200 fotos del viaje.
Eso ha sido devastador, tanto trabajo perdido en un instante, afortunadamente las otras 10.000 ya las había bajado al pc.
Hace un rato mientras revisaba mi maletín ejecutivo, encontré un rollo de papel higiénico, un gorro plástico de baño y 5 frasquitos de champú, de esos de los hoteles y cuando me senté a pedir el almuerzo esta tarde le dije a la señorita:
“je veux voir le menú en français, merci”,
-ella muy sonriente dejo caer los cubiertos, me puso en frente la sopa de habas y preguntó, en el más perfecto boyaco, el mesié va a tomar vino o champaña?…
En fin, el padre tiene razón, tenía el tic del peregrino, pero ya lo superé, el problema es que no puedo dejar de pensar en ese pan duro de los desayunos, los huevos sintéticos los añoro, pero aquí no se consiguen, no hago mas que extrañar las cenas con marrano y pasadas con agua, el café maluco de las paradas, -he tratado de preparar uno igual pero es prácticamente imposible- las patatas bravas, el pollo frito y la pasta de los paradores…
