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Condenar el error y amar al que yerra

Alfred Loisy (†1940), proponía la historia comparada de las religiones, el estudio filológico de los textos sagrados y la arqueología bíblica como criterio fundamental para descubrir el sentido de las Sagradas Escrituras. Con la encíclica Providentissimus (1893), León XIII había intentado poner coto a dichas desviaciones para que la exégesis no quedara reducida a mera filología y el Libro Santo a un simple tratado humano. En 1902, el mismo pontífice fundó la Pontificia Comisión Bíblica al objeto de atajar la deriva racionalista que estaba arrastrando a la exégesis. León XIII apartó de la enseñanza en 1893 a Loisy. Fué Excomulgado en 1908, y al año siguiente obtuvo la cátedra de Historia de las Religiones en el Collège de France.

Loisy prosiguió con la modernización, y el modernismo consiguió introducirse en Inglaterra con Tyrrel (†1909), en Italia con Murri (1944), Buonaiuti (†1946) y Fogazzaro (†1911). San Pío X agarró por los cuernos el toro de la herejía que en ese momento se manifestaba de forma patente y la rechazó con todas sus fuerzas, en particular con el decreto Lamentabili (3 de julio de 1907 DB 2001-2065), que comprendía 65 artículos y nuevos errores, y posteriormente, con la encíclica Pascendi (8 de septiembre de 1907), el decreto se transformó en una condena solemne y bien estructurada. No obstante, al poco tiempo el Papa se vio obligado a plantarse firme contra las tergiversaciones con que se intentó contrarrestar el decreto y la encíclica, y con el motu proprio Prestantiae Scripturae (18 de noviembre de 1907) fulminó la excomunión contra quien los contradijese y declaró que los contumaces y obstinados en los errores modernistas eran culpables de herejía, porque el modernismo atenta contra los fundamentos de la Fe (DB, 2114). Por último, el motu proprio Sacrorum Antistitum (1º de septiembre de 1910), invocando los dos documentos mencionados, publicó el texto del juramento antimodernista para evitar que fueran letra muerta y no llegaran a aplicarse en la práctica. Compilaba los puntos fundamentales de la doctrina católica y los errores modernistas que se le oponían.

San Pío X siguió levantando el dique para contener los errores modernistas que empezó a construir Pío IX con el Sílabus (8 de diciembre de 1864), y concluyó Pío XII con Humani generis (12 de agosto de 1950), que condenaba la nueva teología o neomodernismo. Desgraciadamente, Juan XXIII derribó la presa rehabilitando a todos los teólogos neomodernistas a los que había condenado Pío XII hacía apenas diez años. El aggiornamento y el diálogo con el mundo moderno fueron las principales preocupaciones pastorales del papa Roncalli, y más tarde de Pablo VI, que concluyó la obra iniciada por su predecesor (el Concilio). Es decir, el desmantelamiento de las presas que contenían los errores modernos y postmodernos. El modernismo siempre ha intentado actuar de incógnito, no manifestarse abiertamente, permanecer en la indeterminación, a fin de no ser condenado y poder quedarse así dentro de la Iglesia para transformarla ab intrinseco llegando hasta el vértice.

«Condenar el error pero amar al que yerra (en cuanto errante)» es una aberración semejante a la de los católicos liberales que «que adoran a Dios y respetan a Satanás» (Pio IX). Al que yerra sólo hay amarlo como hombre susceptible de convertirse y abjurar del error, nunca como errante, ya que con ello se admitiría el error que él produce. Un mejor nombre para la herejia modernista seria «Sincretismo»: Para subrayar la mezcla de creencias que diluye las enseñanzas católicas tradicionales y que es la suma de todas las herejias.

División de la Encíclica

1er punto: el filósofo modernista: a) primera etapa: subjetivismo y relativismo moral absolutos. b) segunda etapa: sentimentalismo religioso de cada individuo como único criterio para interpretar el sentido del dogma; c) tercera etapa: evolución intrínseca e ilimitada del dogma, entendido a la luz de la emoción religiosa subjetiva. La consecuencia de ello es la deformación o desfiguración de la religión católica, que es reinterpretada según una exaltación subjetiva y un inmanentismo teórico radical.

2º punto: El creyente modernista: a) primera etapa: el fiel queda desvinculado de toda objetividad y autoridad extrínseca a él; b) segunda etapa: en consecuencia, cae en el subjetivismo, en el agnosticismo o nihilismo teológico, en el que la totalidad de la religión depende de la conciencia subjetiva del creyente; c) tercera etapa: el inmanentismo que había teorizado el filósofo, es vivido por el creyente.

3er punto: el teólogo modernista: a) primera etapa: aplica el inmanentismo teórico vivido por el filósofo y el creyente a las fórmulas dogmáticas, que de ese modo se transforman en símbolos y aproximaciones de la conciencia subjetiva del hombre que cambian con ella; b) segunda etapa: la Iglesia, los Sacramentos y la Sagrada Escritura son igualmente meros símbolos de la conciencia colectiva de los hombres y cambian con ella; c) tercera etapa: tiene que ver con las relaciones entre Iglesia y Estado desde la óptica de una separación absoluta.

Recapitulación

El modernismo resulta demoledor para toda la religión católica, y no simplemente para un dogma cualquiera, hasta el punto de que San Pío X lo denomina el compendio de todas las herejías.  «De nada sirven las protestas de algunos modernistas alegando que aceptan íntegramente la doctrina católica, porque el modernismo ha introducido de facto el principio de la inmanencia vital, veneno corrosivo no sólo para la esencia de la Fe, sino de los valores objetivos de toda verdad absoluta de hecho y de razón, y se vuelve al principio de Protágoras según el cual “el hombre es la medida de todas las cosas”».

San Pío X no definió el modernismo como herejía, sino como «compendio de todas las herejías. Él mismo lo califica de herejía esencial, porque trastorna y niega la garantía misma de ortodoxia, es decir el magisterio supremo» (íbid., col. 1193). El golpe maestro de Satanás ha consistido en enseñar de una manera tan aproximativa, simbólica y pastoral que ha confundido las ideas de incluso quienes intentaban no sucumbir a la antropolatría o culto al hombre que desde 1959 invade los ambientes católicos y ha sembrado por doquier confusión y tinieblas. 

«El peligro modernista nunca llega a erradicarse del todo, porque es intrínseco a la razón humana, corrompida por el pecado original, es la tendencia a erigirse en criterio absoluto de verdad para sojuzgar a la Fe. Tentativa que es afín al modernismo teológico y la nueva teología que surgió en la Francia de posguerra y fue denunció enérgicamente en la encíclica Humani generis (12 de agosto de 1950) de Pío XII»

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De #bottegadivina

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