Es un Cristo sereno y victorioso que ha hecho del árbol de la cruz el asiento de su triunfo definitivo. En términos bíblicos podría decirse que el Cristo de Javier es un Cristo joánico, una imagen en la que se han unido inextricablemente las dos vertientes de un único misterio de vida y de amor, es una talla de nogal de tamaño natural. Tiene una suave sonrisa. Fue encontrado en el hueco de un muro: estaba descolgado, con los brazos caídos, sujetos a la espalda por una cadena. Estaba escondido allí desde el tiempo de los moros.
En 1552, -está documentado- la madera empezó a sangrar al mismo tiempo que Francisco de Javier moría en el otro lado del mundo, en China donde el patrono de los misioneros murió a sus 46 dando la vida por los demás. Su cuerpo incorrupto se venera ahora en Goa, India.