El perfil del penitente (persona que se confiesa) es, de sexo femenino (en su inmensa mayoría) y mayor de 60 años (en su inmensa mayoría).
Las pasiones no son malas lo malo son las pasiones encendidas por el desorden del pecado.
Lo que más se opone a la caridad, son los sentimientos y los actos de hostilidad contra sí mismo o contra el prójimo.
La gracia de Dios ilumina la inteligencia, fortalece la voluntad y vuelve la sensibilidad hacia el bien, por medio de la templanza. El no practicarla lleva al odio y la enemistad contra la persona del prójimo — que no ha de confundirse con el odio contra sus pecados, el cual es bueno de por sí — El amor a Dios es odio al pecado, la noción del bien y el mal es el reconocimiento de Dios-bien contra el mal.
El odio diabólico, dirigido contra la salvación del prójimo por su amistad con Dios. Es por antonomasia pecado grave. Es uno de los pecados contra el Espíritu Santo.
La envidia, es el pesar por el bien ajeno, y que llega a envidia diabólica, cuando se siente por el amor de Dios en el prójimo.
Del odio y la envidia proceden los altercados y discordias, como también las peleas y las guerras injustas, que destruyen la paz, fruto y al mismo tiempo condición de la caridad.
Dios tiene derecho a ser obedecido, amar a Dios es seguirle y su mandato es amarle a El y al prójimo, lo que se ama se protege. El mal no solo debe ser evitado sino firmemente rechazado..
Hablando a los miembros de la Comisión Teológica Internacional, Benedicto XVI ha señalado a la “ley natural” y a los diez mandamientos como “el fundamento de una ética universal” válida para “todas las conciencias de los hombres de buena voluntad, laicos o también pertenecientes a otras religiones”.
Los cristianos Católicos seguimos los 10 mandamientos, es decir que de 8 mil millones de habitantes del planeta, solo mil millones tenemos un patrón de comportamiento regido por normas.
De esos mil millones solo 300 millones practican los sacramentos de Jesús, segunda persona de la santísima trinidad.
Los 400 mil sacerdotes del mundo confiesan en promedio a 45 millones cada mes, solo el 15% de los católicos practicantes adultos. Entre los jóvenes, el porcentaje no llega ni al 5%. Y eso, entre los católicos convencidos. Entre los no practicantes, el 80% no se confiesa nunca. Hasta el Penitenciario Apostólico de la Santa Sede, Gianfranco Girotti, una especie de confesor mayor de la Iglesia, reconocía que el 50% de los católicos no considera necesario confesarse. Y se quedó corto. «La gente acude a comulgar sin confesarse», «Y los que se confiesan parece que no tienen de qué acusarse. No hay conciencia de pecado», advierten los obispos.
Si las leyes civiles no se respetan y la ley de Dios es burlada, estamos viviendo en una especie de infierno que los medios de comunicación ocultan.
Hay pecados que, aunque se confiesen, no los puede perdonar un simple cura. Ni siquiera un obispo. Están reservados al mismísimo Papa. Son cinco:
Robar hostias consagradas para ritos satánicos;
Violar el secreto de la confesión;
La pederastia;
Abortar o Colaborar en el aborto (madres que llevan a sus hijas a abortar); y
Agredir u ofender al verdadero Papa.