La esperanza se define como «hábito sobrenatural infundido por Dios en la voluntad, por el cual confiamos con plena certeza alcanzar la vida eterna y los medios necesarios para llegar a ella, apoyados en el auxilio omnipotente de Dios». El conocimiento de Dios y de la salvación que en Cristo se nos ofrece nos descubre la definitiva vocación del ser humano.
Sólo a la luz de la salvación que Cristo nos trae descubrimos a qué estamos llamados y, por consiguiente, quiénes somos.
El dominio sobre el resto de las criaturas y la generosidad de Dios a participarnos de su vida inmortal son los puntos que se ponen de relieve en relación con la creación del hombre a imagen y semejanza divina, la imagen de Dios es Cristo 2Cor 4,4; Col 1,15; Heb 1,2; Flp 2,6 A quien debemos imitar.
Por ser seres con alma trascendemos el mundo, y estamos llamados a la inmortalidad. Una inmortalidad que no tiene sentido si no es en la comunión con Dios, resurrección en comunión plena con Cristo resucitado, el primogenito de la resurrección prometida. La alternativa es la verdadera muerte, ese es el peligro del libre albedrío.
El ser humano trasciende al mundo y no es una simple pieza de un mecanismo “evolutivo”, experimentamos una perpetua insatisfacción ante los logros alcanzados, entre lo que se tiene y aquello a lo que se aspira. Es allí donde trabaja el demonio para corrompernos, como el pecador que no se arrepiente de su pecado sino que persevera en él y degenera en arrogante presunción.
Difícilmente podrá el mundo, dar al hombre el último sentido de su vida.
«Vanidad de vanidades, todo vanidad. ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?… No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco de los venideros quedará memoria en los tiempos que vendrán» eclesiastes 1, 2-11
El Éxodo, nos narra el camino de Israel por el desierto hacia la Tierra Prometida, es la imagen de nuestra vida. Y por el camino vamos recogiendo el mana, sin el cual no podemos vivir, la palabra de Dios.
Nuestra esperanza es la resurrección de Jesús, de la que un día esperamos participar y que anticipa y confirma nuestra propia resurrección. Somos conscientes de que nuestra salvación definitiva está en el futuro, en el «día octavo», en el que la Creación entera alcanzará su plenitud. Ésta es la Morada de Dios con los hombres. Habitará entre ellos… Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá ya muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor» apoc. 21, 3.
Con la muerte cesa la esperanza Job 17,15; Is 38,18; Ez 37,11: la fe y la esperanza pasan, dice San Pablo 1.Cor 13,; aunque las almas del purgatorio ejercitan todavía la virtud de la esperanza, pero el acceso a las promesas de Dios exige el ejercicio de la virtud teologal de la esperanza en medio de las pruebas y tribulaciones del mundo Apc 21, 1-5; 21, 22-26.
Los pecados frecuentes aumentan la potencia del mal en la voluntad, la soberbia, la no aceptación de las dificultades que la vida lleva consigo, etc..
Sólo desde el amor
la libertad germina,
sólo desde la fe
va creciendo.
Ver al hombre y al mundo
con la mirada limpia
y el corazón cercano,
desde el solar del alma.
Para que nuestro amor sea
Como aceite derramado
para que el carro ruede
sin quejas egoístas,
chirriando desajustes.
Soñar, amar, servir,
y esperar que me llames,
tú, Señor, que me miras,
tu que sabes mi nombre.