María impera en el cielo sobre los ángeles y bienaventurados.
En recompensa a su profunda humildad, Dios le ha dado el poder y la misión de llenar de santos los tronos vacíos, de donde por orgullo cayeron los ángeles apóstatas.
Tal es la voluntad del Altísimo que exalta siempre a los humildes Lc. 1, 52:
«Dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes».
Que el cielo, la tierra y los abismos se sometan, de grado o por fuerza, a las órdenes de la humilde María, a quien ha constituido Soberana del cielo y de la tierra, capitana de sus ejércitos, tesorera de sus riquezas, dispensadora del género humano, mediadora de los hombres, exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compañera de su grandeza y de sus triunfos.
San Luis María Grignion de Montfort
«Seréis semejantes a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección».