Hoy es el día de la gran esperanza y confianza de María. Ella fue la que verdaderamente creyó y esperó. Por eso se la llama «madre de esperanza». Aquel día Sostuvo la fe de la Iglesia. Y de su amor callado pudo renacer la capacidad eclesial de amar.
Al pie de la cruz, o al borde del sepulcro, María es madre de Cristo y madre de la Iglesia.
En ella encontramos la alegría de vivir, la fuerza de esperar, la grandeza de amar. El sábado santo es también el sábado del silencio más fecundo de la historia: el de María, al darnos a Jesús «esperanza nuestra» 1 Tim 1,1; Col 1,27.
Este día se hace Madre Universal “Mujer, ahí tienes a tu hijo” Jn 19,26,
María es, desde este día, nuestra madre y nuestro modelo de vida entregada como colaboración a la misión, co-redentora.
El silencio y llanto esperanzado, son modelo para la vida, aceptar y esperar, no sustituyendo, sino promoviendo la obra salvadora.
Toda la Iglesia el sábado santo era María, los que no habían huido, habían perdido la esperanza y la Fe… Solo María estuvo como pilar de consuelo y certeza. De confianza total en Dios.
Himno o tropo del Aleluya gregoriano
1.Versión por Lope de Vega
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
2.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
3.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
4.
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
5.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
6.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
7.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
8.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
9.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
10.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria.
Amén.