El 26 de diciembre de 2004 un maremoto mató mas de 25.000 personas en La india, esta es la historia de 3 milagros.
La primera, en la catedral de santo Tomas, -quien dudara de la resurrección de Jesús- apóstol de la india, donde fue asesinado por los paganos y cuyas reliquias reposan en la iglesia que vemos en la foto de arriba, al lado del mar.
Todas las estructuras y construcciones fueron destruidas, menos la iglesia del apóstol que sirvió como refugio para miles. Un milagro como confiesa el padre Lawrence Raj.
https://youtu.be/ew1Zt0WCcsc?t=5s
El terremoto de 9 grados mató miles en el radio de la ciudad de Meulaboh en Aceh provincia de Sumatra del norte, pero los cristianos estaban en las montanas ya que las autoridades musulmanas les prohibieron la celebración de la navidad el 25 de diciembre y solo les permitieron hacerlo lejos, en las montanas, así la mano del señor, usó a los paganos para salvar a todos los cristianos de la muerte, que arrasó con una de las regiones mas reconocidas en el mundo por el turismo sexual de pederastas.
La basílica de Nuestra Señora de la Salud está en Vailankanni, en la costa sur este de India, 10 Km. al sur de Nagapattinam y 350 kms al sur de Chennai, la capital de Tamilnadu.
La zona de Velankanni fue entre las más afectadas por el gran maremoto del 26 de diciembre de 2004. Cuando el mar entró en la ciudad, había en el santuario 2,000 peregrinos participando en la santa misa. Milagrosamente las aguas no entraron en la basílica, mientras que otros edificios que están en el mismo nivel sobre el mar, aun los que están más distantes de la costa quedaron destruidos. Según el reporte de la BBC, el santuario fue el único edificio de la ciudad que escapó la devastación. Sebastián Kannappilly, empresario de Kerala que estaba adentro con su mujer e hija. El automóvil que él dejó afuera, fue tragado por las olas, así como al chofer. Mas de 1000 personas murieron fuera del templo, en un radio de 1km. El Padre Josehp Lionel, Canciller de la diócesis de Thanjavur, declaró: «Nuestra Santísima Madre hizo maravillas aquí a pesar de la tragedia».
La basílica de la Virgen se convirtió en un arca en la que se salvaron los que estaban en ella. Los directores de la basílica no dudaron en reconocer el milagro. La basílica inmediatamente se convirtió en un centro de ayuda, tanto espiritual como material para los damnificados.
Tomás desembarcó en Kodungallur en el año 52, y fundó las iglesias popularmente conocidas como ‘Ezharappallikal’ (Siete Iglesias y Media). Estas iglesias eran las de Kodungallur, Kollam, Niranam, Nilackal (Chayal), Kokkamangalam, Kottakkayal (Paravoor), Palayoor (Chattukulangara) y Thiruvithamkode (la media iglesia), la visita de Tomás al rey Gondofares, en el norte de la India, esta descrita en los evangelios apócrifos.
Tales viajes eran posibles y llegan a nosotros pruebas de ello a través de textos como el Periplo del Mar Eritreo. En 1872 se descubrieron pruebas que el rey Gondofares, había reinado desde el año 21 aproximadamente.
Tomás sufrió martirio en la India el 3 de julio del año 72.
La Catedral de Santo Tomás Junto a la Catedral de Santiago de Compostela y la Iglesia de San Pedro en el Vaticano, son las tres únicas iglesias construidas sobre la tumba de un apóstol. Fue enterrado cerca del mar, en Mylapore, donde se construyó una pequeña capilla, que fue visitada por Marco Polo durante su viaje a Asia.En los jardines de la catedral se encuentra Mylai Matha, una pequeña estatuilla de Nuestra Señora de Mylapore, llevada por San Francisco Javier.
http://es.wikipedia.org/wiki/Tom%C3%A1s_el_Ap%C3%B3stol
«Estando el apóstol Tomás (que era constructor) en Cesarea se le apareció el Señor y le dijo:
– Gondófares, el rey de la India, ha enviado a su ministro Abanés en busca de un buen constructor. Ven conmigo y yo te presentaré a él.
Tomás le respondió:
– Señor, envíame a donde quieras, pero no al país de los indios.
Jesucristo insistió:
– Ve tranquilo, no tengas miedo; yo te protegeré. Cuando los hayas convertido volverás a mí enarbolando la palma del martirio.
Tomás accedió, diciendo:
– Tú eres mi Señor y yo tu siervo; hágase tu voluntad.
Jesucristo entonces se acercó al ministro del rey que deambulaba por la plaza y le preguntó:
– ¿Qué haces por aquí, buen hombre?
Abanés contestó:
– Ando buscando por orden de mi rey siervos competentes en el arte de la construcción, porque quiere que le edifiquen un palacio parecido a los que hay en Roma.
Entonces el Señor le ofreció a Tomás, asegurándole que era muy experto en la materia. Abanés lo aceptó y se lo llevó consigo.
En cuanto llegaron a su destino, Tomás trazó los planos de un magnífico palacio; el rey le retribuyó su trabajo entregándole un riquísimo tesoro que él distribuyó entre la gente del pueblo, y en seguida el monarca se ausentó de la capital de su reino y se marchó a otra provincia. Tras dos años de ausencia, regresó el rey y grandes dificultades surgieron de la prédica de Santo Tomás, porque éstas molestaban al soberano pagano, pero numerosos milagros sacaron sin problemas al apóstol de los peligros, tras los cuales se fue a evangelizar al norte del país.
Una de las personas convertidas por él a la fe de Cristo fue Síntique, amiga de Migdonia, esposa de Casisio, cuñado del rey. Cuando Migdonia supo que su amiga Síntique se había hecho cristiana, le dijo:
– ¿Crees que podré yo ver al apóstol?
Síntique le respondió que sí y le dio este consejo:
– Cambia tus ricos vestidos por otros muy humildes, únete a uno de esos grupos de mujeres pobres que van con frecuencia a oírle predicar y, mezclada entre ellas, escúchale atentamente.
Así lo hizo Migdonia. Aquel día Tomás comenzó a hablar con flamígero entusiasmo y Migdonia, tras la predicación, abrazó la fe de Cristo. Al enterarse su esposo, puso esto en conocimiento del rey, que mandó encerrar al apóstol y envió a la reina a convencer a su hermana del error de haberse hecho cristiana. Pero contrariamente a lo previsto, no sólo Migdonia no se pervirtió, sino que convirtió a su hermana, la reina.
– Cuando salí de casa – dijo ella explicándose al volver – creía como vosotros que Migdonia, mi hermana, había cometido una enorme estupidez; pero me he convencido de que ha obrado con gran sabiduría; ella me puso en contacto con el apóstol y él me ha hecho conocer el camino de la verdad y comprender claramente que los verdaderos necios son quienes no creen en Cristo.
Mandó entonces el rey que fuesen en busca del apóstol y que atado de pies y manos lo trajeran a su presencia. Cuando lo tuvo ante sí le ordenó que convenciera a las mujeres de su error. Una larga discusión nació entonces, en que el apóstol defendió la fe de Cristo con toda su alma.
Entonces, por consejo de Casisio, ordenó el rey que encerraran al siervo de Cristo en un horno encendido, cuyo fuego se apagó en cuanto el apóstol penetró en él; y de él salió sano y salvo al día siguiente. En vista de este prodigio, Casisio propuso a su cuñado que, para que aquel poderoso hombre perdiera la protección divina e incurriera en la ira de su dios, le obligase a ofrecer sacrificios al sol; pero Tomás, cuanto trataron de forzarle a que cometiera este acto de idolatría dijo al monarca:
– Tú vales mucho más que esa imagen que has mandado construir. ¡Oh idólatra, despreciador del Dios verdadero! ¿Crees que va a ocurrir eso que te ha dicho Casisio? ¿Crees que si adoro a tu señor voy a incurrir en la ira del mío? Nada de eso; quien incurrirá en la indignación de mi Dios será ese ídolo tuyo. Voy a postrarme ante él; verás como, tan pronto como me arrodille ante esa imagen del sol, mi Dios la destruirá. Voy a adorar a tu divinidad; pero antes hagamos un trato: si cuando yo adore a tu dios el mío no lo destruye, te doy mi palabra de que ofreceré sacrificios en honor de esa imagen; mas si lo destruye tu creerás en el mío. ¿Aceptas?
– ¿Cómo te atreves a hablarme de igual a igual? – replicó indignado el rey.
Acto seguido, Tomás en su lengua natal mandó al demonio alojado en la imagen del sol que, tan pronto como él doblara sus rodillas ante el ídolo, lo destruyera. Después se prosternó en tierra y dijo:
– Adoro, pero no a este ídolo; adoro, pero no a esta mole de metal; adoro, pero no a lo que esta imagen representa; adoro, sí, pero adoro a mi Señor Jesucristo en cuyo nombre te mando a ti, demonio, escondido en el interior de esta efigie, que ahora mismo la destruyas.
En aquel preciso instante la imagen, que era de bronce, se derritió cual si estuviera hecha de cera. Los sacerdotes paganos encargados del culto del malogrado ídolo, al ver lo ocurrido, bramaron de indignación y el pontífice que los presidía exclamó:
– ¡Yo vengaré la injusticia que acabas de hacer a mi dios!
Mientras pronunciaba la anterior amenaza, se apoderó de una espada y con ella atravesó el corazón del apóstol.
Así murió Tomás. El rey y Casisio, viendo que gran parte de cuantos habían presenciado el asesinato del santo trataban de vengar su muerte intentando apoderarse del pontífice para quemarlo vivo, llenos de miedo, huyeron de allí.
Los cristianos recogieron el cuerpo del mártir y lo enterraron con sumo honor».