«Ninguna curiosidad para nosotros después de Cristo, ninguna búsqueda después del Evangelio». Tertuliano
“Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros, en cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he hecho conocer”. Jua 15:15
Aunque no se pueden circunscribir al ámbito de la piedad mariana, en ésta especialmente se dan las «apariciones» y los consiguientes «mensajes».
«Porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y se presentarán con grandes señales y prodigios para engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos.
Mirad que os lo he predicho.Y si os dijeran que está en el desierto, no vayáis; o que está en un lugar oculto, no os lo creáis. De la misma manera que el relámpago sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre». Mat 24:24
Las revelaciones privadas han sido desde san Pablo motivo de curiosidad.
“A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas ‘privadas’, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de ‘mejorar’ o ‘completar’ la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia.” Catecismo de la Iglesia Católica
“Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia» (Congregación para el culto Divino y disciplina de los sacramentos. Directorio de la piedad popular y la liturgia)
«No apaguéis el Espíritu, no despreciéis las profecías; examinad cada cosa y quedaos con lo que es bueno.» 1Tes (5, 19-21)
«Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta… Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros» (Jn 16, 12-14).
«Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que
es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o
revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en El, porque
en El te lo tengo dicho todo y revelado, y hallarás en El aún más
de lo que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y
revelaciones en parte, y si pones en El los ojos, lo hallarás en
todo; porque El es toda mi palabra y mi respuesta, y es toda mi
visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado,
respondido, manifestado y revelado, dándoosle por Hermano,
Compañero y Maestro, Precio y Premio. Porque desde aquel dia
que bajé con mi Espíritu sobre El en el monte Tabor diciendo:
«Este es mi amado Hijo, en quien me he complacido;
escuchadle», ya alcé Yo la mano de todas esas maneras de
enseñanzas y respuestas y se la di a El. Oídle a El, porque ya
no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar»
San Juan de la Cruz