“Rodéanme de palabras de odio y me combaten sin causa
En pago de mi amor me acusaban, y yo no hago más que orar.
Me vuelven mal por bien, y odio por amor.
Suscita contra él al malvado y esté a su diestra el acusador”. Sal 109:3-6
El sacramento de la confesión de los pecados encierra la promesa más hermosa para todos: “Si alguno está en Cristo, es una nueva criatura: lo viejo pasó, ya ha llegado lo nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos confirió el ministerio de la reconciliación (confesión de los pecados) Porque en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo, sin imputarle sus delitos, y puso en nosotros la palabra de reconciliación”. 2Co 5:17-19
“Entonces oí una voz sonora en el cielo que decía: He aquí el tiempo de salvación, de la potencia, y del reino de nuestro Dios, y del poder de su Cristo; porque ha sido ya precipitado del cielo el acusador de nuestros hermanos, que los acusaba día y noche ante la presencia de nuestro Dios”. Apo 12:10
“Yo, Yo soy quien borra tus delitos por mí mismo, y no recordaré tus pecados”. Isa 43:25
Cuando el demonio te recuerde tu pasado, recuérdale a él su futuro.
“Y el Diablo, el seductor, fue arrojado al estanque de fuego y azufre, donde están también la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”. Apo 20:10