El historiador judío del primer siglo Flavio Josefo sostenía que hay una conexión entre las doce piedras en el pectoral de Aarón y los doce meses del año.
Las piedras natalicias simbolizan el mes de nacimiento, de acuerdo al Calendario Gregoriano.
San Jerónimo quien tradujo la Biblia, en el año 400 haciendo referencia a Josefo, dijo que las piedras fundamentales de la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21: 19-20) son de uso apropiado para los cristianos.
Carlomagno cuyas ideas cristianas lograron victorias sobre los bárbaros, vivió una vida en constante lucha contra la grosería y la barbarie que amenazaban la Religión Católica y la naciente cultura. En la Navidad de 800, el Papa San León III lo elevó a la dignidad de Emperador, fundando así la más noble institución temporal de la Cristiandad, el Sacro Imperio Romano-Germánico.
Cuando los bárbaros comenzaron a instalarse en suelo europeo e imponer su tiranía, se vio que, en el Imperio devastado, había quedado en pie la Iglesia.
Había un punto de salvación para intentar salir del abismo: fortalecer la influencia de la Iglesia y así volver a levantarse de la situación miserable en que Europa había caído, su lucha tremenda los venció a todos, estableciendo los fundamentos de la Civilización Cristiana.
Sin embargo a causa de la flojera de los visigodos que habitaban España, los mahometanos lograron conquistar Iberia.
Carlomagno no sabía leer ni escribir. Al contrario, sin embargo, de los que creen que el pensamiento comienza en un libro, y que antes de pensar en un asunto comienzan por comprarlo, sabía ver la realidad de muy diferente modo. Tenía algo que se ha perdido, sentido común, y, en un alto grado, comprendía el derecho natural.
Había Concilios de Obispos, en los que participaba y entraba en los debates teológicos, generalmente con éxito. Era en esos casos quien tenía la fórmula teológica correcta, pese a no haber estudiado en los Seminarios. Tenía Fe.
Para su coronación se hizo una corona especial de piedras con un gran significado.
Las piedras incrustadas en cabujón, que es la piedra natural, pulida, pero sin facetar son desiguales y enormes; las placas de metal forman como que un cuadro cada una. Sobresale el anillo majestuoso de un arco, que corona la preciosa joya. En el punto más alto de la placa frontal, una cruz, significando que el principio de unidad de todo es el instrumento de suplicio y de gloria de Aquel que es único. Nuestro Dios.
Está decorada con 144 piedras preciosas, zafiros, esmeraldas y amatistas, piedras verdes, rojas y azules, propias del protocolo imperial de los Emperadores Bizantinos y un número similar de perlas.
Una bula del papa Inocencio III (papa de 1198 a 1216) prescribe a los cardenales y a los obispos de llevar en la mano derecha, que bendice, un anillo adornado con un zafiro. Al fin y al cabo son las piedras de la Jerusalén Celestial.
Moisés recibió los Diez Mandamientos sobre tablas de zafiro, la palabra «Zafiro» en Hebreo traduce «la más bella de las cosas», representante del favor divino.
«Al vencedor le daré del maná escondido; le daré también una piedrecita blanca, y escrito en la piedrecita un nombre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe». Apoc 2;17