La imagen de Dios como Padre es esencial e imprescindible en orden a la revelación bíblica y a la confesión de la fe cristiana, que se abre con la fórmula Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso. En la sagrada Escritura y en la primera tradición cristiana el término Padre se le atribuye a Dios; cuando se dice Dios, sobre todo en el Nuevo Testamento, se entiende siempre al Padre, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.https://youtu.be/paVeCELjz0A?t=2m16s
En los últimos decenios, sin embargo, la imagen de Dios como Padre ha sufrido diversas críticas por varias partes; en la relación entre el hombre y Dios-Padre se recapitulaban todos los motivos que se aducían para rechazar la religión cristiana y para justificar el ateísmo. El procesó de emancipación del hombre coincidió con un retroceso de la presencia de Dios Padre, a quien los cristianos comprenden e invocan como Padre de Jesucristo y de todos los hombres. Las principales contestaciones que han contribuido a poner en crisis la imagen de Dios Padre proceden de las críticas a la religión de Freud, del análisis sociológico de la Escuela de Francfort, de algunas resoluciones míticas debidas a las ciencias de la religión, del movimiento feminista.
El término Padre que se atribuye a Dios es siempre metafórico y no expresa totalmente la naturaleza de Dios ni su relación con el hombre. En el Antiguo Testamento se habla mucho del Dios de los padres (Éx 3,13), del Dios de Abrahán, y de un pueblo,de Isaac y de Jacob, Israel, que es hijo no natural, sino de «elección» y «vocación», precisamente porque Dios es Padre (Éx 4,22; Os 1 1, 1 , Jr 31,9). Pero la paternidad de Dios con Israel está motivada por las intervenciones salvíficas en su favor. Aquí se ve claramente el paso de la concepción mítica a la histórica en el apelativo Padre que se da a Dios. En el Antiguo Testamento Dios es Padre porque establece una alianza, porque ha creado y crea todas las cosas (Dt 32,6; Mal 2,10). La idea de la paternidad de Dios guarda relación, no sólo con la de alianza o creación, sino también con la de promesa o futuro. Dios es Padre porque intervendrá, asistirá, salvará. La idea de Dios como Padre en el Antiguo Testamento no cubre por tanto la idea de sacralidad que era propia del «pater familias», sino que es crítica profética de toda otra paternidad, ya que solamente Dios puede ser llamado Padre. Por eso mismo el Antiguo Testamento excluye toda interpretación de carácter sexista del concepto religioso de padre.
Jesus proclama que Dios es padre, tenemos once pasajes que pueden agruparse en tres series: el Padre, sin añadir ningún adjetivo posesivo;
vuestro Padre, referido a los discípulos y nunca a los extraños;
mi Padre, expresión que no encuentra nunca una correspondencia directa en el Antiguo Testamento y que expresa una relación especialísima y única de Jesús con Dios (esta expresión se sitúa sobre todo en los loghia de revelación y sirve para indicar una relación incomparable entre Jesús y Dios, su Padre); en estos contextos Jesús reduce su potestad plena y absoluta al hecho de que Dios se revela en él de forma extraordinaria y única.
El mensaje de la paternidad de Dios coincide con la idea de que el Padre es la Revelación y Jesús, su Hijo, el Revelador. Jesús se – dirige a Dios llamándolo e1 Padre o mi Padre. Ya el prólogo, en la expresión «junto a Dios » (pros ton Theón, con artículo) sirve para significar no sólo que el Padre es Dios, sino que el Logos es Dios como el Padre, está en el mismo plano que el Padre, está en relación con él, en obediencia al mismo. Ésta no es más que la transcripción histórica de la actitud de relacionalidad entre Jesús y el Padre, precisamente porque el Hijo está desde toda la eternidad «vuelto hacia el Padre». Las mismas polémicas entre Jesús y los judíos se referían en el fondo al hecho de que Jesús llamaba a Dios Padre suyo y se ponía en el mismo plano que Dios (Jn 5,18; 7,1618.28; 8,54-59). Juan afirma expresamente la igualdad entre Jesús y el Padre (Jn 14,7-10), su intimidad con él (c. 17), en donde el centro del capítulo es la mutua inmanencia entre el Padre y el Hijo y donde esta relación se difunde a los discípulos (Jn 17 1 1), a los que se adhieren a la palabra de los discípulos (Jn 17 20-21) y al mundo (Jn 17 23).
el Padre es principio sin principio (anarchos anarché) no ha sido engendrado por nadie (aghennesía), engendra eternamente al Hijo y por medio del Hijo espira al Espíritu Santo. El Padre es entonces fuente y término de la divinización del hombre y del cosmos. La teología occidental, por su parte, quiere cerrar el camino al arrianismo, partiendo de la unicidad de la esencia divina y declara la consustancialidad y la co-esencialidad de las personas divinas.
La concepción de Dios como Padre ha estado subrayada desde el Antiguo Testamento. Pero fue Jesús el que puso de relieve esta concepción, manifestándose como “hijo” y ofreciéndose como único camino para llegar al Padre. Además: fue Jesús el que se dirigió de modo afectuoso a Dios con la palabra aramea “abbà”, que se puede traducir como “papá” o también como “papaíto”. Y fue también Jesús el que confió a sus discípulos la oración del Padre Nuestro que nos ha llegado tanto a través del Evangelio
Leemos en el libro de Isaías: “¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!” (49,15); y también: “Como uno a quien su madre consuela, así yo os consolaré” (66,13).
Joseph Ratzinger, en el libro “Dios y el mundo: creer y vivir en nuestra época” (Círculo de Lectores, 2002), explicaba que en el término hebreo rahamim, “que originalmente significa ‘seno materno’, pero que después se convierte en el término que explica la compasión de Dios con el hombre, por la misericordia de Dios”, se revela el misterio del amor materno de Dios.
“El seno materno – proseguía Ratzinger – es la expresión más concreta de la íntima relación entre dos existencias y de las atenciones hacia la criatura débil y dependiente que, en cuerpo y alma, es custodiada totalmente en el seno de la madre. El lenguaje figurado del cuerpo nos ofrece así una comprensión de los sentimientos de Dios por el hombre, más profunda de lo que permitiría cualquier lenguaje conceptual”.
Benedicto XVI, en su primer libro sobre “Jesús de Nazaret» (Planeta, 2007), escribe que «a pesar de las grandes metáforas del amor materno, madre no es un título de Dios, no es un apelativo con el que dirigirse a Dios”. El papa precisa a continuación, de hecho, que “Dios sólo es padre” y que “sigue siendo normativo para nosotros el lenguaje de la oración de toda la Biblia” donde la imagen del padre era y es adecuada para expresar la alteridad entre Creador y criatura, la soberanía de su acto creador”.
A propósito de esto, Ratzinger en su obra “Dios y el mundo” explicaba que mientras “las religiones difundidas en el área circundante a Israel conocían parejas de divinidades, una divinidad masculina y una divinidad femenina”, “el monoteísmo, al contrario, excluye las parejas de divinidades y ha asimilado como esposa del Señor la humanidad elegida, o mejor el pueblo de Israel. En esta historia de la elección se realiza el misterio del amor de Dios siente por su pueblo, parecido al de un hombre por su esposa. Desde este punto de vista la imagen femenina es de alguna forma proyectada sobre Israel y sobre la Iglesia, y finalmente personalizada de manera particular en María. En segundo lugar, allí donde se recurre a metáforas maternas de lo divino, estas transforman el concepto de la creación hasta que la idea de creación se sustituye por la de emanación, de parto, y de ella brotan modelos casi necesariamente panteístas. Al contrario, el Dios representado en la imagen paterna crea a través de la Palabra y precisamente de aquí deriva la específica diferencia entre creación y criatura”.