En misa de 10:30 en una parroquia de Bogotá un sábado antes del primer domingo de cuaresma del año 2019, un obispo se ofreció a preparar a los fieles, para el acontecimiento de las tentaciones de Jesús.
Este primer domingo la iglesia predica, cómo Jesús, con el ayuno, se prepara para el martirio y es tentado por el demonio.
El susodicho obispo entonces, negó que los pecados capitales fueran pecado.
Mencionando cada uno de los pecados capitales los redujo a sentimientos.
Animando a la feligresía a perder el miedo a esos pecados, porque según él no lo son, y predicando que no se fueran a confesar de cosas tan nimias que no son más que rasgos del carácter.

La noción de pecado capital (del latín caput, cabeza) puede convertir a los criminales, en dignos de la pena de muerte o pena capital según S. Tomás, Sum. Th. 1-2 q84 a3.
Son aquellos pecados que, al ser como principio y fuerza directiva de otros, pueden considerarse como su cabeza, especialmente por razón de causalidad final.
Los pecados capitales pueden definirse como aquellos pecados frecuentemente repetidos o vicios capitales, mediante los que se debilita la voluntad para llevarla hacia otros pecados llamados mortales.
Los pecados capitales, aun cuando a veces puedan ser veniales , vanidad, envidia, gula, o como decía el Obispo, la «lujuria que todos tenemos», siguen conservando su capitalidad y, por consiguiente, su capacidad de facilitar o provocar la realización de otros actos moralmente ilícitos.
Los vicios capitales, tienen un objetivo, en el que se desahoga la intencionalidad del pecador, es capital porque sirve de sostén a otras acciones ilícitas, ofreciendo los medios, incluso materiales, para llevarlas a la práctica.
El Ejemplo de Jesús venciendo al demonio de los pecados capitales queda reducido a un Mito según el «obispo».
El acto de Jesús al superar las tentaciones sería entonces considerado una nimiedad.
De qué sirven entonces el ayuno y la oración? Para que mortificarse?.
«Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto,donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.
El demonio le dijo entonces: «Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan».
Pero Jesús le respondió: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan».
Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: «Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero.
Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá».
Pero Jesús le respondió: «Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto».
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,
porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.
Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra».
Pero Jesús le respondió: «Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios».
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.
Evangelio según San Lucas 4,1-13.
Señor «Obispo», el que no rechaza las tentaciones simplemente cae en ellas.
«No nos dejes caer en tentación y líbranos del malo…»