En 1981, la Virgen María se apareció en un colegio secundario de Ruanda y predijo Un genocidio. Su mensaje fue “recen mucho el rosario”.
Immaculée Ilibagiza, nació en 1972 en Ruanda. Creció dentro de una familia católica de tres hermanos varones, ella estudiaba Ingeniería Electrónica y Mecánica en la Universidad Nacional de Ruanda, En la Semana Santa de 1994, una carta de su padre le imploró que volviera.
El 7 de abril, mientras estaba durmiendo, Damascene, uno de sus hermanos, la despertó sorpresivamente anunciándole que el presidente Hutu había muerto. Sabía que el peligro era inminente y debían huir, esconderse, si no querían morir. La consigna del gobierno fue que nadie se moviera de sus hogares, pero ese día su casa estaba abarrotada de gente en busca del consejo de su papá, sobre qué debían hacer, su padre puso en sus manos su rosario, y la mandó a esconderse, en casa de un Vecino protestante y de la etnia que produjo el genocidio. Todos querían que “la niña de la casa” estuviera a salvo. “Yo sentí que era una despedida, que mi padre me estaba diciendo que no nos volveríamos a ver. Sabía en el fondo del corazón que era el final”. Pero también sabía que ese rosario sería su principal arma para protegerse de todo peligro.
Asi se produjo el genocidio en el cual más de un millón de personas fueron asesinadas en tres meses en 1994, cuando se desató una de las matanzas más feroces de la historia.
Los líderes de la tribu Hutu se propusieron exterminar a los Tutsi, Immaculée sobrevivió durante 91 días con otras siete mujeres, escondida en ese baño minúsculo. Era creyente, pero en esas circunstancias descubrió con fuerza la presencia y protección de Dios, y aprendió a perdonar.
En ese baño diminuto, Immaculée se la pasaba invocando a Dios, necesitaba saber si estaba ahí con ella. Rezaba insistentemente el rosario de su padre, pero al principio se salteaba la parte del Padrenuestro que decía “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. No estaba preparada para perdonar tanto maltrato. “No podía pronunciar esa oración porque no quería mentir, ni hacer enojar a Dios”. Hasta que un día ocurrió el milagro. Mientras estaba rezando, se fue dando cuenta que esta oración estaba hecha por Dios y no por el hombre, y que el perdón venía del Cielo. Debía pedir para ser capaz de perdonar, pero con renovada confianza, sabiendo que la paz venía de lo alto. Sólo así pudo volver a recitar el Padrenuestro completo.
Estando encerrada, rezaba 27 rosarios al día, para pedir la protección de la Virgen María y evitar que los rebeldes la asesinaran, a ella y a su familia. Un día, desde el baño, escuchó cómo los asesinos la llamaban por su nombre. Eran sus vecinos de toda la vida, podía reconocer sus voces, y el odio que los invadía. La casa estaba rodeada por, al menos, 300 hombres con machetes que buscaban a Immaculée. Revisaban cada ambiente de la casa, y miraban furiosos debajo de las camas y en todos los rincones posibles. “Yo rezaba para que Dios no dejara que los asesinos encontraran la puerta del baño, pero a la vez lo cuestionaba pidiéndole que me demostrara su presencia”. En ese momento, uno de los asesinos, convencido, después de haber hurgado por toda la casa, le dijo al pastor que confiaba en él y se fue.
Su hermano mayor Aimable, se encontraba estudiando en Senegal, y pudo volver a su país luego de que todo había ya ocurrido. Junto con inmaculee fueron los únicos sobrevivientes de su familia.










































