Las parábolas, siendo método pedagógico para ilustrar, vienen en ocasiones, a ser motivo de oscuridad por culpa de los oyentes.
“Ve y di a ese pueblo:
Oíd y no entendáis,
ved y no conozcáis.
Endurece el corazón de ese pueblo,
tapa sus oídos, cierra sus ojos.
Que no vea con sus ojos,
ni oiga con sus oídos,
ni entienda su corazón,
y no sea curado de nuevo” (Isa 6:9-10)
Se Ha endurecido el corazón de este pueblo, y se han hecho duros de oídos, y han cerrado sus ojos, para no ver con sus ojos y no oír con sus oídos, y para no entender con su corazón y convertirse, que yo los curara.” ¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos desearon oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.
Levadura en la masa
El Reino de los Cielos es como la levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, hasta que fermentó todo. Mat 13:33
«Semejante es el reino de los cielos a la levadura», que es como si dijera: a la manera que la levadura cambia toda la harina en su sustancia, así también vosotros cambiaréis todo el mundo, vosotros, después que hubiereis estado sometidos a vuestros enemigos, triunfaréis sobre ellos. Y así como el fermento se va corrompiendo pero no se destruye, sino que poco a poco cambia toda la masa en su propia naturaleza, así sucederá en vuestra predicación.
Dice Platón, que en el alma hay tres facultades: la parte racional, la parte irascible y la concupiscencia. Nosotros, que hemos recibido la levadura del Evangelio, poseemos la prudencia, En la razón;
en la ira, El odio contra los vicios;
en la concupiscencia, El deseo de las virtudes.














