
El Ager Vaticanus, en la antigua Roma comprendía casi doce kilómetros cuadrados de superficie, que componía la orilla derecha del río Tíber, la colina Janiculum (Gianicolo), la colina Vaticanus y Monte Mario, hasta la confluencia del río Cremera.

El Ager Vaticanus era un campo abandonado infestado de alimañas que con el tiempo comenzó a poblarse gracias a un asentamiento etrusco llamado Vaticum. De donde toma el nombre la zona. El nombre provenía del dios etrusco Vaticanus o Vagitano, que a sus vez tomaba el nombre del “vaticinium” que era el arte de la adivinación del cual los etruscos eran grandes maestros.
Plinio el Viejo en sus escritos Naturalis Historia (siglo I), refería que en ese lugar se encontraba un antiguo roble con una inscripción en letras etruscas que atestiguaba como el árbol era digno de veneración y punto de encuentro para los “aruspici”.

Los que se dedicaban al arte adivinatoria de la aruspicina, que consistía en el examen meticuloso de las vísceras de animales sacrificados especialmente el hígado y el intestino.
Allí Calígula hizo construir un circo o hipódromo, para las carreras de Aurigas, que luego fue reestructurado por su sobrino Nerón.

En el centro del circo se encontraba un obelisco que había sido traído por Calígula en el año 37 d. C. desde Egipto, y es el que se encuentra ahora en el centro de la plaza de San Pedro desde el año 1586 en que fue trasladado.

Según la tradición, entre los años 64 y 67 en el Circo de Nerón, fue martirizado el apóstol san Pedro, “piedra fundamental” de nuestra Iglesia.

En la historia de la Iglesia se han dado circunstancias en las que varios pretendientes luchan por la autoridad papal y se reunieron concilios para eliminar a algunos de ellos. Los concilios de Constanza y Basilea y los teólogos galicanos, sostienen que el concilio puede deponer a un Papa sobre las siguientes bases:
- ob mores (por su conducta o comportamiento, es decir , resistencia al sínodo).
- ob fidem (por su fe o mejor falta de fe, es decir, herejía).
Sin embargo, de hecho la herejía es la única razón legítima, ya que un Papa hereje ha dejado de ser miembro de la Iglesia y, por consiguiente, no puede ser su cabeza. Un Papa pecador, por otra arte, permanece como miembro de la Iglesia (visible) y ha de ser tratado como un gobernante pecador e injusto por el que hemos de orar.

El concilio, según Belarmino (Disputationes, II XIX, de Conciliis) tiene el derecho de examinar las distintas reclamaciones y deponer al pretendiente cuyas reclamaciones son infundadas. Esto se hizo en el Concilio de Constanza, pero durante este proceso de examen el sínodo no es aún ecuménico; sólo llega a serlo en el momento en que el Papa legítimo aprueba sus procedimientos. Es evidente que esto no es un ejemplo de un Papa legítimo depuesto por un concilio legítimo, sino simplemente la remoción de un pretendiente por aquéllos a los que trata de imponer su voluntad.
Tomemos el precedente de Juan XXIII nacido Baldasarre Cossa (Procida, 1370–Florencia, 22 de diciembre de 1419) fue un antipapa de la Iglesia católica durante parte del denominado Cisma de Occidente entre 1410 y 1415. Antes de ser papa fue camarlengo de Bonifacio IX. Fue depuesto y encarcelado para después ser liberado y nombrado arzobispo y cardenal de la Santa Iglesia Romana obedeciendo a Martín V. Murió a los pocos meses.

Es el cuarto de los antipapas de ese cisma. Stephen Greenblatt señala que estudió jurisprudencia en al Universidad de Bolonia donde obtuvo dos doctorados, en derecho civil y en derecho canónico y que se le consideraba persona enérgica y astuta.Se le ha descrito como una persona ambiciosa, mundana, nada espiritual ni preparada para asuntos espirituales y sí como un codicioso político

Ni siquiera Juan XXIII pudo haber sido depuesto en Constanza si su elección no hubiera sido dudosa y él mismo sospechoso de herejía. Juan XXIII, más aún, abdicó y por su abdicación hizo que su deposición de la sede apostólica fuera legal.
Al respecto de los ultimos tiempos la Virgen en La Salette advirtió: «La naturaleza clama venganza contra los hombres y tiembla de espanto en espera de lo que debe suceder en la Tierra encharcada de crímenes, temblad, Tierra y vosotros que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que interiormente adoráis a vosotros mismos, temblad»;.

Pues Dios va a entregarlos a sus enemigos, porque los lugares santos están en la corrupción; muchos conventos no son ya casa de Dios, sino pastizales de asmodeo.
Durante este tiempo NACERÁ EL ANTICRISTO, . Al nacer vomitará blasfemias, tendrá dientes; en una palabra, será el demonio encarnado, lanzará gritos espantosos, hará prodigios y no se alimentará sino de impurezas.

El agua y el fuego causarán en el globo terrestre movimientos convulsivos y horribles terremotos que tragarán montañas, ciudades, etc.
ROMA PERDERÁ LA FE y se convertirá en la sede del anticristo.
Los demonios del aire, con el anticristo, harán grandes prodigios en la Tierra y en los aires, y los hombres se pervertirán más y más.

La Iglesia será eclipsada, el mundo quedará consternado. Pero he ahí a ENOC y ELÍAS, llenos del espíritu de Dios; predicarán con la fuerza de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán consoladas; harán grandes prodigios por la virtud del Espíritu Santo y condenarán los errores diabólicos del anticristo.
Ay de los habitantes de la Tierra!. Habrá guerras sangrientas y hambres, pestes y enfermedades contagiosas; habrá lluvias de un granizo espantoso para los animales; tempestades que arruinarán cuidades; terremotos que engullirán países; se oirán voces en el aire; los hombres se golpearán la cabeza contra los muros; llamarán a la muerte, y, por otra parte, la muerte será su suplicio.

Correrá la sangre por todas partes ¿quién podrá resistir si Dios no disminuye el tiempo de la prueba? Por la sangre, las lágrimas y oraciones de los justos Dios se dejará aplacar. Enoc y Elías serán muertos.

Roma pagana desaparecerá; CAERÁ FUEGO DEL CIELO y consumirá tres ciudades; el universo entero estará preso del terror, y muchos se dejarán seducir por no haber adorado al verdadero Cristo, que vivía entre ellos. Ha llegado el tiempo; El sol se oscurece; SOLO LA FE VIVIRÁ.

He aquí el tiempo: El abismo se abre. He aquí el rey de los reyes de las tinieblas. He aquí la bestia con sus súbditos, llamándose el salvador del mundo.
Se retomará con orgullo por los aires para subir hasta el Cielo; será sofocado por el soplo de San Miguel Arcángel. Caerá, y la Tierra, que llevará TRES DÍAS en continuas evoluciones, abrirá su seno lleno de fuego; Será hundido para siempre, con todos los suyos, en los abismos eternos del infierno.
La Salette revela el tercer secreto de Fatima,

PROFECÍA DE LA VIRGEN DE LA SALETTE, FRANCIA (1846).
«…llamo a los apóstoles de los últimos tiempos, a los fieles discípulos de Jesucristo, a los que han vivido con desprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en el desdén y en el silencio, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento y desconocidos del mundo. Es tiempo ya que ellos salgan y vengan a iluminar la tierra; id y mostraos como mis amados hijos; yo estoy con vosotros y en vosotros, siempre la fe sea la luz que os ilumine los días de infortunio. Que vuestro celo os haga como hambrientos de la gloria y el honor de Jesucristo. Combatid, hijos de la luz, vosotros, los pocos que pueden ver, porque he aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines».
El Papa Honorio I (625-638) fue póstumamente excomulgado por tres Concilios Ecuménicos (el Tercer Concilio de Constantinopla en 681, el Segundo Concilio de Nicea en 787 y el Cuarto Concilio de Constantinopla en 870) con el argumento de que apoyaba la doctrina herética de aquellos que promovieron el monoteletismo, ayudando así a difundir esta herejía. En la carta con la que el Papa San León II (+ 682-683 ) confirmó los decretos del Tercer Concilio de Constantinopla, declaró el anatema sobre el Papa Honorio (“anathematizamus Honorium”), indicando que su predecesor “Honorio, que no iluminó esta Iglesia apostólica con la doctrina de la tradición apostólica, sino que intentó subvertir la inmaculada fe con una impía traición”. (Denzinger-Schönmetzer, n. 563)
El Liber Diurnus Romanorum Pontificum, una colección variada de formularios utilizados en la cancillería papal hasta el siglo XI, contiene el texto para el juramento papal, según el cual cada nuevo Papa, al asumir el cargo, tenía que jurar que “reconocia el sexto concilio Ecuménico, que castigó con anatema eterno a los creadores de la herejía (Monotelista), Sergio, Pirro, etc., junto con Honorio.” (PL 105, 40-44)
Si un Papa difunde errores doctrinales o herejías, la estructura divina de la Iglesia ya proporciona un antídoto: la suplencia ministerial de los representantes del episcopado y el invencible sensus fidei de los fieles. En este tema el factor numérico no es decisivo. Es suficiente que incluso un par de obispos proclamen la integridad de la fe y corrijan así los errores de un Papa herético. Incluso si un Papa está difundiendo errores teológicos y herejías, la Fe de la Iglesia en su conjunto permanecerá intacta debido a la promesa de Cristo con respecto a la asistencia especial y la presencia permanente del Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, en Su Iglesia (ver Juan 14: 17; 1 Juan 2: 27).
Cuando con un inescrutable permiso de Dios, un Papa propaga errores y herejías a través de su Magisterio no infalible cotidiano u ordinario, la Divina Providencia despierta al mismo tiempo el testimonio de algunos miembros del colegio episcopal, y también de los fieles, para compensar las fallas temporales del magisterio papal.
Uno puede desheredar a los hijos de una familia. Sin embargo, uno no puede desheredar al padre de una familia, por muy culpable o monstruoso que sea su comportamiento. Esta es la ley de la jerarquía que Dios ha establecido incluso en la creación. Lo mismo se aplica al Papa, quien durante su mandato es el padre espiritual de toda la familia de Cristo en la tierra. En el caso de un padre criminal o monstruoso, los niños deben apartarse de él o evitar el contacto con él. Sin embargo, no pueden decir: “Elegiremos a un nuevo y buen padre de nuestra familia”. Sería contra el sentido común y contra la naturaleza. El mismo principio debería ser aplicable, por lo tanto, a la cuestión de deponer a un Papa herético. El Papa no puede ser depuesto por nadie, solo Dios puede intervenir y lo hará en su tiempo, ya que Dios no falla en su providencia (“Deus in sua dispositione non fallitur”).
Durante el Concilio Vaticano I, el obispo Zinelli, relator de la comisión conciliar sobre la fe, habló en estos términos sobre la posibilidad de un Papa herético: “Si Dios permite un mal tan grande (es decir, un Papa herético), los medios para remediar tal situación no faltarán” (Mansi 52, 1109).
La Iglesia tiene un carácter tan divino que incluso un Papa herético no puede destruirla, aunque dañe gravemente la vida de la Iglesia, pero su acción tiene una duración limitada. La Fe de toda la Iglesia es mayor y más fuerte que los errores de un Papa herético y esta Fe no puede ser derrotada, ni siquiera por un Papa herético. La constancia de toda la Iglesia es mayor y más duradera que el desastre relativamente breve de un Papa herético. La roca verdadera sobre la que reside la indestructibilidad de la fe y la santidad de la Iglesia es Cristo mismo, siendo el Papa solo su instrumento, como cada obispo y sacerdote es solamente un instrumento de Cristo Sumo Sacerdote.
Principio, formulado por el Papa San Esteban I (+ 257), guía para tratar el tema de un Papa herético: “Nihil innovetur, nisi quod traditum est”, es decir”: “Que no haya innovación más allá de lo que se ha transmitido”.