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La Fe

05-anunciacion1

Fe es encuentro personal con Dios en Cristo.

Ser cristiano es ser creyente.

Por la revelación de sus íntimos misterios, entra Dios en comunión con el hombre que se le abre en la fe.
La fe es el fundamento de la comunión de vida y amor con Dios.
La fe desenmascara los antiguos poderes maléficos y descubre el nuevo mundo por el que la comunión de los redimidos debe empeñar todos sus afanes.
La vida cristiana en su integridad debe ser considerada, desde el punto de vista de la fe y el del amor.

Creemos lo que Dios nos ha revelado en Cristo y nos enseña a creer por medio de la santa Iglesia católica.

La teología moral, cuyo tema es la vida, ve ante todo en la fe la personal vinculación con el Padre de la luz, que en su Hijo nos permite participar de la riqueza de su verdad venturosa. «Puesto que fe significa asentimiento a las palabras de otro, en el acto de fe lo fundamental y en cierto modo la meta parece ser la persona en la que se cree, mientras que lo que de esta persona se cree queda, hasta cierto punto, en segundo rango».(ST II-II, q. 11 a. 1.)

Por consiguiente, el misterio de la fe sólo puede expresarse correctamente en la lengua del personalismo bíblico.
Fe es encuentro personal con Dios en Cristo .
La psicología de la fe no debe partir del hombre, sino de Dios, que en Cristo y en el Espíritu Santo es luz para la razón que a Él se abre.
La conciencia del hombre es llamada por la palabra de fe y por la gracia que ilumina y mueve.
Hasta qué punto es la fe encuentro con Dios, comunión con Dios, se nos hará evidente si consideramos la fe como fe salvadora.
La fe es perfeccionada por los dones del Espíritu Santo.

La fe descansa sobre la gratuita revelación de Dios, sobre la libre manifestación de Dios al hombre. No se llega a la fe por la mera fuerza de pruebas o de raciocinios.

La inteligencia se doblega por la fe ante la autoridad de Dios.

El mayor obstáculo a la fe es la soberbia (cf. Mt 11, 25 s), pues para abrirse a Dios es indispensable entregársele y sometérsele.
«El justo vive de la fe» (Gal 3, 11 ; Hebr 10, 38; Hab 2, 4).

Dios no se nos revela simplemente para que le conozcamos, sino para que seamos felices participando de sus inefables verdades.

«¿Qué le aprovecha a uno decir : yo tengo fe, si no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe?… ¿Tú crees que Dios es uno? Haces bien. Mas también los demonios creen y tiemblan» (Iuc 2, 14, 17, 19).

La verdadera fe, la que es verdadera virtud y que sí salva, es la que está animada e informada por la caridad y que muestra su vitalidad por las obras del amor (Gal 5, 6; cf, 1 Cor 13).

El don de entendimiento ayuda a penetrar los motivos de la fe y comunica el entusiasmo por ella, haciendo descubrir su seguridad y sus claridades. El fruto de alegría y felicidad de andar iluminado por la fe.

«Yo soy la luz del mundo. Quien me sigue no anda en tinieblas, sino que tiene la luz de la vida» Juan 8, 12

Quien ama a Dios y esta iluminado por El esta llamado a defender la Fe y en la medida de lo posible predicarla, pero como mínimo no ocultarla.

«A quien me confesare delante de los hombres lo confesaré yo delante de mi Padre, que está en los cielos ; pero a quien me negare delante de los hombres lo negaré yo delante de mi Padre, que está en los cielos» (Mt 10, 32 ; cf. Mc 8, 38; Lc 9, 26; 2 Tim 2, 12; Rom 10, 10).

En tiempo de persecución puede uno esconderse, pero no puede esconder su fe, cuando ello pone en peligro la fe de los demás.

La santa Iglesia católica tiene el deber divino y, en consecuencia, también el derecho de predicar la fe en todo el mundo (Mt 28, 19; Mc 16, 15).

El canon 1350 exige a obispos y párrocos la grave obligación no sólo de portarse como pastores de sus fieles, sino también la de tener en cuenta la evangelizacion de los infieles o herejes que vivan en su territorio.

Es muy importante que la gerarquia enseñe claramente y sin ambiguedades las verdades eternas, antes que confundir o escandalizar a los fieles, «porque mas les hubiera valido no haber nacido».
El estrecho contacto que hoy día se tiene con infieles y herejes hace difícil evitar las tentaciones, solo la oración, la vigilancia y el estudio serio y profundo de la religión, nos fortalece contra el enemigo.

Si el peligro que ofrece un colegio o institucion educativa, es de tal naturaleza que no pueda contrarrestarse por una instrucción religiosa suplementaria, entonces ningún pretexto tendran los padres que envíen a sus hijos a tales instituciones, es preferible educarlos en casa o que estudien otra carrera a enviarlos a educar a una institución irreligiosa o pagana. Vale mas el alma que las matemáticas o las letras.

Los padres de familia que expongan a sus hijos al peligro de perder la fe, son indignos de recibir la absolución.

El pretender que la vida pública no tiene por qué preocuparse de la religión, equivale a negarle a Dios el derecho a intervenir.

Los matrimonios mixtos son el más grave peligro para la fe, como demuestra la experiencia. Por eso la Iglesia, llevada de su amor pastoral, conjura a los fieles a que los eviten. El cristiano debe preferir abstenerse del matrimonio a contraer uno que pueda poner en peligro su fe y la de sus hijos.
«Id, pues, y enseñad a todas las gentes» (Mt 28, 19). «El que a vosotros oye, a mí me oye» (Lc 10, 16). «La fe viene por la predicación, y la predicación por la palabra de Cristo» (Rom 10, 17)

Lo que Dios ha hablado, eso debemos aprender. Instruidos en nuestro interior por el Espíritu, que es el espíritu de la Iglesia, debemos recibir la enseñanza, la tradición de la Iglesia, que está asistida por el Espíritu de Verdad 1 juan 2, 24; 2 Tim 1, 13

El Espíritu de la verdad no va a abandonar al magisterio general de la Iglesia. De otro modo, ésta no sería ya «columna y fundamento de la verdad» 1 Tim 3, 15.

Las decisiones de la Santa Sede y de las Congregaciones romanas no exigen una adhesión superior al grado de seguridad que ofrecen. Un autor animado de buenos sentimientos para con la autoridad eclesiástica no defiende sus opiniones con terquedad, sino que las expone modestamente, como cuestiones y problemas cuya solución hay que intentar.

La incredulidad es uno de los pecados más graves y uno de los más funestos, puesto que derriba todos los puentes que conducen a la salvación. «Quien no creyere se condenará» (Mc 16, 16). «El que no cree ya está juzgado» (Job 3, 18).

La infidelidad de quien ha conocido la misión de Jesús en el Espíritu Santo y la rechaza, o aun la execra, constituye el «pecado contra el Espíritu Santo», el «pecado que conduce a la muerte» y no tiene perdón(Mt 12, 31 ; Mc 3, 29; cf. 1 Iob 5, 16; Hebr 6, 4, 6; 10, 26).

Cristo nos advierte repetidamente que el que no cree procede por motivos tenebrosos (juan 3, 19; 5, 44; 8, 37. 47).

BERNHARD HÄRING
LA LEY DE CRISTO I
Herder – Barcelona 1961

Por #bottegadivina

Bottega Divina es un Canal dedicado a aplicar la tradición moral Cristiana a situaciones críticas en la política y la sociedad. Abogamos y velamos por la aplicación de los principios fundamentales de la sociedad, como el derecho natural, en los ámbitos políticos y sociales.

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