En María (quien en aquel momento tenia 3 años) se notaba algo de santo y de conmovedor. A la llegada de la comitiva …habia varios servidores del Templo empeñados en abrir con grande esfuerzo una puerta muy alta y muy pesada, que brillaba como oro y que tenía grabadas varias figuras: cabezas, racimos de uvas y gavillas de trigo. Era la Puerta Dorada. La comitiva entró por esa puerta. Para llegar a ella era preciso subir cincuenta escalones; creo que había entre ellos algunos descansos. Quisieron llevar a María de la mano; pero ella no lo permitió: subió los escalones rápidamente, sin tropiezos, llena de alegre entusiasmo, lucía un collar con tres piedritas, amatista, calcedonia y citrino, que representan las tres virtudes, fe, esperanza y caridad. Todos se hallaban profundamente conmovidos.
Bajo la Puerta Dorada fue recibida María por Zacarías, Joaquín y algunos sacerdotes que la llevaron hacia la derecha, bajo la amplia arcada de la puerta, a las altas salas donde se había preparado una comida en honor de alguien. Aquí se separaron las personas de la comitiva. La mayoría de las mujeres y de las niñas se dirigieron al sitio del Templo que les estaba reservado para orar. Joaquín y Zacarías fueron al lugar del sacrificio. Los sacerdotes hicieron todavía algunas preguntas a María en una sala y cuando se hubieron retirado, asombrados de la sabiduría de la niña, Ana vistió a su hija con traje de fiesta, que era de color azul violáceo y le puso el manto, el velo y la corona..
Entre tanto Joaquín había ido al sacrificio con los sacerdotes. Luego de recibir un poco de fuego tomado de un lugar determinado, se colocó entre dos sacerdotes cerca del altar.
Aquella noche hubo una fiesta en las habitaciones de las vírgenes del Templo. María pidió a las maestras y a cada doncella en particular si querían admitirla entre ellas, pues esta era la costumbre que se practicaba. Hubo una comida y una pequeña fiesta en la que algunas niñas tocaron instrumentos de música.
LA VIRGEN MARÍA Revelaciones de Jesús a la Beata Ana Catalina Emmerick
Presentación de María en el Templo: visión de Sor María de Jesus de Agreda
435. En esta segunda e imaginaria visión llegaron a ella algunos Serafines de los más inmediatos al Señor y, por mandado suyo, la adornaron y compusieron en esta forma. Lo primero, todos sus sentidos fueron como iluminados con una claridad o lumen que los llenaba de gracia y hermosura. Luego la vistieron una ropa o tuni-cela preciosísima de refulgencia y la ciñeron con una cintura de piedras diferentes de varios colores transparentes, lucidísimos y brillantes, que toda la hermoseaba sobre la humana ponderación; y significaba la pura candidez y heroicas y diferentes virtudes de su alma santísima. Pusiéronla también una gargantilla o collar inestimable y de subido valor con tres grandes piedras, símbolo de las tres mayores y excelentes virtudes, fe, esperanza y caridad; y estas pendían del collar sobre el pecho, como señalando su lugar y asiento de tan ricas joyas. Diéronle tras esto siete anillos de rara hermosura en sus manos, donde se los puso el Espíritu Santo en testimonio de que la adornaba con sus dones en grado eminentísimo. Y sobre este adorno la Santísima Trinidad puso sobre su cabeza una imperial corona de materia y piedras inestimables, constituyéndola juntamente por Esposa suya y por Emperatriz del cielo; y en fe de todo esto la vestidura cándida y refulgente estaba sembrada de unas letras o cifras de finísimo oro y muy brillante, que decían: María hija del Eterno Padre, Esposa del Espíritu Santo y Madre de la verdadera luz.Esta última empresa o título no entendió la divina Señora, pero los Ángeles sí, que admirados en la alabanza del Autor asistían a obra tan peregrina y nueva; y en cumplimiento de todo esto puso el Altísimo en los mismos espíritus angélicos nueva atención, y salió una voz del trono de la Santísima Trinidad, que hablando con María Santísima le dijo: Nuestra Esposa, nuestra querida y escogida entre las criaturas serás por toda la eternidad; los Ángeles te servirán y todas las naciones y generaciones te llamarán bienaventurada (Lc., 1, 48).