“Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano.
Viéndola Jesús llorar, y que lloraban también los judíos que venían con ella, se conmovió hondamente y se turbó, dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Dijéronle: Señor, ven y ve.
Lloró Jesús, y los judíos decían: ¡Cómo le amaba!…
Dijo Jesús: Quitad la piedra. Díjole Marta, la hermana del muerto: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días.
Jesús le dijo: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?
Quitaron, pues, la piedra, y Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo:… Lázaro, sal fuera.
Salió el muerto, ligados con fajas pies y manos, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Soltadle y dejadle ir.
Muchos de los judíos que habían venido a María y vieron lo que había hecho creyeron en El;» pero algunos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús.
Convocaron entonces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos una reunión, y dijeron: ¿Qué hacemos, que este hombre hace muchos milagros?
Si le dejamos así todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.
Uno de ellos, Caifas, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada. No comprendéis que conviene que muera un hombre por todo el pueblo, no que perezca todo el pueblo?
No dijo esto de sí mismo, sino que, como era pontífice aquel año, profetizó que Jesús había de morir por el pueblo, y no sólo por el pueblo, sino para reunir en uno todos los hijos de Dios que están dispersos.
Desde aquel día tomaron la resolución de matarle. Juan 11:32-53
Seis días antes de la Pascua vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Una gran muchedumbre de judíos supo que estaba allí, y vinieron, no sólo por Jesús, sino por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
Los príncipes de los sacerdotes habían resuelto matar a Lázaro, pues por él muchos judíos iban y creían en Jesús”. Juan 12.1-9-11
Lázaro, Marta y María vivían en el castillo de Magdala y eran miembros de una noble y poderosa familia descendiente de reyes, sus padres se llamaban Ciro y Euca. La familia tenía este castillo, próximo a Nazaret, las tierras de Betania y una parte de las de Jerusalén, que repartieron entre los tres: María, el castillo de Magdala (de ahí el nombre de María Magdalena), Marta Betania y Lázaro, la parte de Jerusalén. María se entregó a la vida disoluta y los placeres; Lázaro se hizo caballero y Marta era la única que se ocupaba de los asuntos domésticos y administrar sabiamente la riqueza de los tres, y aún podía dedicarse una buena parte a la caridad con los necesitados.
Cuando Muere un Príncipe se hacen grandes ceremonias, Lázaro tenia 8 Días de Muerto, 4 en espera a que llegara Jesús, 4 después del tiempo fijado para un entierro, habían venido a visitarlo todos los dignatarios de la zona, desde el Sumo sacerdote hasta Pilatos, probablemente hasta un enviado de Herodes o el mismo Herodes, el cementerio de Betania estaba a un cuarto de hora de la ciudad, Lázaro, recién resucitado y aun envuelto en el sudario, recorrió este trecho al lado de Jesús hasta su Palacio, era tal la agitación que tuvieron que venir soldados a custodiar el Palacio y espantar los curiosos.
El Sábado de Lázaro, se canta el versículo bautismal de la carta a los Gálatas «Vosotros que en Cristo os bautizasteis, de Cristo os revestisteis. Aleluya». (Gálatas 3,27) el Sábado de Lázaro antiguamente era uno de los grandes días del calendario litúrgico en que se administraba el bautismo en la Iglesia.
Después de la resurrección de Lázaro, Cristo fue saludado por las multitudes como el Mesías-Rey de Israel que tanto habían esperado. Entonces, en cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, Jesús entró a Jerusalén, montado en un pollino de asno. (Zacarías 9,9; Juan 12,12) Las multitudes lo recibieron con ramos en sus manos y exclamaron a Él con gritos de alabanza: ¡Hosanna! ¡Bendito es Él que viene en el Nombre del Señor! ¡El Hijo de David! ¡El Rey de Israel!
Cuando Cristo ascendió al cielo, Lázaro y sus Hermanas vendieron todas sus posesiones y se dedicaron a la predicación de la buena nueva.