Bonifacio o Winfrido es justamente designado como apóstol de Alemania, con sólo siete años ingreso al monasterio y durante otros siete pudo poner los más sólidos fundamentos a su formación humanística y sacerdotal.
A los catorce se trasladó al monasterio de Nursling, de la diócesis de Winchester, donde, ingresado en la Orden, recorrió los estudios superiores del llamado Trivio y Cuatrivio, en los que salió tan aventajado que bien pronto pudo ser allí mismo renombrado maestro.
Evangelizador de Alemania, Francia, Bélgica y Holanda.
Carlos Martel, puso al servicio del misionero todo el apoyo de su poder.
Realizó entonces una de las más sublimes hazañas de su vida misionera, con el objeto de deshacer la superstición pagana, que constituía el principal obstáculo del Evangelio. Efectivamente, en un día señalado con anticipación, para hacer presencia de gran multitud de paganos, dio con sus propias manos algunos golpes de hacha y luego hizo derribar la encina sagrada de Geismar, a la que los gentiles profesaban gran veneración.
Al ver, pues, los paganos que sus dioses no hacían nada para vengar aquel ultraje, reconocieron su impotencia, y a partir de este hecho se mostraron mejor dispuestos para recibir el Evangelio. Con la madera de aquella encina hizo Bonifacio construir una iglesia.
El hijo de Carlos Martel Carlomán, o Carlo Magno le brindo también apoyo hasta que se retiró a un monasterio.
Los paganos no le perdonaban por haber acabado con los falsos dioses y le martirizaron junto con cincuenta y dos compañeros. Enterrado primero en Utrecht, más tarde fue trasladado a Maguncia y luego a Fulda.
Obispo mártir y confesor de Jesucristo, proclamo la verdad de Jesús sin miedo y sin adaptarse a las costumbres paganas.
El éxito de san Bonifacio fue que acepto el fracaso, nunca renuncio a la verdad y por ser fiel a cristo fue martirizado, ese “fracaso” fue prueba de fe y este “fracaso” le hizo santo y por él se convirtieron los paganos a la verdad.
