Pelagio vivió en Roma «por largo tiempo», podemos suponer que residió allá al menos desde el pontificado del papa Anastasio I (398-401).
Las ideas de Pelagio estuvieron sustentadas en la antigua filosofía pagana —especialmente en el popular sistema de los estoicos— en lugar de estarlo en el cristianismo, consideró la fuerza moral de la voluntad humana (liberum arbitrium), cuando está fortalecida por el ascetismo, como suficiente en sí misma para desear y conseguir el noble ideal de la virtud.
Es decir nos salvamos por nuestros propios meritos sin concurso de la gracia santificadora.
«Por justificación mediante la sola fe hemos sido indudablemente limpiados de nuestros pecados personales», pero este perdón (gratia remissionis) no implica una renovación interior de la santificación del alma. La doctrina de la «sola fides» fue la herejia que Lutero escogió copiada de Pelagio, ni siquiera en eso de «protestar» son originales.
Niega la existencia del pecado original, por tanto la humanidad nace libre de culpa.
Una de las funciones del bautismo, limpiar ese pecado, queda así sin sentido.
Niega que la gracia tenga algún papel en la salvación, sólo es importante obrar bien siguiendo el ejemplo de Jesús.
Por lo tanto la Redención de Cristo carecía de mayor significación que la de ‘invitar’ al creyente a transitar una vida de virtud, sin que la misma haya afectado en lo más mínimo a la humanidad toda.